Jueves 21 de noviembre de 2024

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Tedeum del 9 de Julio

Homilía de monseñor Gustavo G. Zurbriggen, obispo de Concordia, en el tedeum por el 208° aniversario de la Declaración de la Independencia (Catedral San Antonio de Padua, 9 de julio de 2024)

Sr. Presidente Municipal,
autoridades civiles, militares, policiales, comunidad toda:

Hoy conmemoramos un nuevo aniversario de la declaración de nuestra Independencia Nacional. Fue en San Miguel de Tucumán, un 9 de julio de 1816, donde los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata decidieron legarnos una nación “libre e independiente”, concluyendo así el proceso revolucionario iniciado el 25 de mayo de 1810.

Al celebrar un nuevo aniversario de nuestra Independencia Nacional, inspirados por los congresistas reunidos en Tucumán, queremos renovar nuestra vocación a ser un pueblo libre e independiente. Por eso, sentimos el compromiso de crear las condiciones para que cada argentino pueda crecer, desarrollarse plenamente y desplegar todas las potencialidades de su personalidad. Estaremos en deuda con el anhelo de los próceres de la independencia, mientras en nuestro país haya familias oprimidas por la pobreza y la marginalidad; personas que vivan en la calle; niños y adolescentes que no van a la Escuela o no terminan los estudios básicos; jóvenes y no tantos, esclavizados por las adicciones y víctimas del negocio de las drogas; ancianos que han vivido llenos de carencias y se acercan al final de sus días sumidos en la pobreza y el abandono.

Para ser hijos libres e independientes de una Nación libre e independiente necesitamos que, en todos los estamentos de nuestra sociedad, el querer y el hacer estén motivados por el reconocimiento, el respeto y el cuidado de la Dignidad Humana.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, estableció que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Y la Iglesia Católica, en la Constitución Pastoral “Gozo y Esperanza”, del Concilio Vaticano II, habla de la “excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables”. Esta dignidad infinita corresponde a cada persona humana por el “mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios”[1].

El respeto irrestricto a la Dignidad de cada ser humano exige un compromiso serio de todos, también de cada uno de los miembros de nuestra comunidad. Por eso, hemos valorado la invitación del Gobierno municipal a todos los referentes de las Comunidades de Fe de la ciudad, para dialogar, consensuar y proponer juntos políticas públicas que se sostengan en el tiempo.

Según nuestra opinión, deberíamos trabajar por recuperar el respeto por la familia, que es el valor más querido por nuestro pueblo haciendo que los derechos de las familias sean respetados y reconocidos y comprometernos a respetar la vida en todas sus formas, desde su concepción hasta su fin natural, cuidando especialmente las etapas de la niñez, la adolescencia y la ancianidad.

Además, es necesario promover una educación de calidad para todos, poniendo todos los medios para que ningún niño o adolescente abandone la escuela privándose de los conocimientos necesarios para desarrollarse en la vida y empeñarnos en generar con creatividad las condiciones que favorezcan el trabajo, porque el trabajo es la clave del desarrollo y de la justa distribución de los bienes.

También, es urgente trabajar con políticas activas para la prevención de todas las adicciones que denigran la vida de las personas.

En este día en que damos gracias a Dios por un nuevo aniversario de nuestra Independencia Nacional, pidamos al Señor, que sepamos construir con el aporte de todos, un diálogo social que posibilite trabajar juntos por el Bien Común de toda la comunidad y el desarrollo integral de cada habitante de nuestra querida ciudad.

Que el Señor Jesús, que nos enseñó en reconocerlo presente en el rostro de cada hermano que sufre[2] nos ayude en esta importante tarea de cooperar a que cada ser humano viva dignamente. Amén.

Mons. Gustavo G. Zurbriggen, obispo de Concordia


Notas:
[1] Cfr. Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas Infinita, declaración sobre la Dignidad Humana, 2024, 7.
[2] Cfr. Mt.25,31-46.