Sábado 28 de septiembre de 2024

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Solemnidad del Sagrado Corazón junto a Mama Antula

Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo emérito de Rosario en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (Basílica Nuestra Señora de la Piedad, 7 de junio de 2024)

Queridos hermanos

Celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el corazón con el que Dios nos amó desde siempre. Y lo hacemos en esta parroquia, donde se veneran las reliquias de Mama Antula, sus restos, que durante su larga misión amó profundamente el mensaje del Corazón de Jesús.

1. El infinito amor de Dios Padre está centrado en su corazón, con un amor sin medida hacia cada uno de nosotros

Ya en el Antiguo Testamento, el profeta Oseas, hablando de Dios nos dice que "mi corazón se conmueve en mi interior, y a la vez se estremecen mis entrañas" (Oseas, 11, 8).

Y tanto amó Dios al hombre, que aun ante el rechazo de este amor, le envió a su Hijo, Jesucristo, que "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Juan 13, 1).

Es el amor de Jesús, que vivimos a lo largo del misterio Pascual, que culminó con la venida del Espíritu Santo, y renovamos recientemente en la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que hoy se manifiesta en su corazón. Porque el corazón es un símbolo, que nos habla de lo más interior, de lo más hondo y profundo del hombre y de Dios.

Cuando en el Calvario, uno de los soldados se acercó a Jesús, y le traspasó el costado con su lanza, como nos dice San Juan, al instante brotó sangre y agua" (Juan 19, 31-34). Aunque no se lo nombra, la lanza del soldado hirió su corazón, para comprobar en la desolación de esa hora, que el corazón humano del Señor, dejó de latir.

Fue entonces, que se consumó su entrega más grande por nosotros, como la semilla, que debe caer en tierra y morir, para que de abundante fruto, y como nos dice el mismo Apóstol: todos “Mirarán al que traspasaron" (Juan 19, 37), para experimentar que su amor es el que llega a nosotros, toca nuestra vida, e irradia esperanza.

Así, con su gracia podemos comprender un poco más, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que supera todo conocimiento” (Efesios 3,18).

2. Jesús no sólo nos ama, Él quiere también nuestro amor: que imitemos su compasión, que confiemos en Él, que crezcamos en la caridad.

- El amor del Señor, se compadece de todo hombre. Responde al pedido de «Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa” (Salmo 50,3). La mansedumbre y la humildad son el centro de la compasión del Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, que perdona y nos ama.

Pero también nos invita, “aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). Esta escuela nos enseña, en nuestra vida personal y social, a no vivir con un corazón egoísta, apegado a los rencores, sino a ser magnánimos de verdad, y perdonar a los demás.

- El corazón de Jesús es un amor cercano, que nos llama a confiar en Él. Porque “es la confianza la que nos sostiene cada día y la que nos mantendrá de pie…” (Papa Francisco, 15.X.2023). Por eso nos invita: “Vengan a mi todos los que están fatigados y cansados, que yo los aliviaré” (Mateo 11, 28).

Muchas veces, estamos agobiados y cansados. Necesitamos confiar más en Dios y esperar su consuelo. Estemos seguros que al recibir este don, también podremos asistir y consolar a los demás.

- Aprendamos a vivir la caridad que recibimos de Cristo, porque Él me amó, y se entregó por mí” (Gálatas 20,20). El corazón de Jesús es para todos, pero también es particularmente para mí.

Respondamos con generosidad y libertad, con una caridad que adora primeramente al Señor, y que aprende a servir y se muestra en la ayuda servicial a quienes más lo necesitan, recordando que todo hombre, mujer o niño que espera de nosotros, son nuestro prójimo, particularmente el enfermo, el que sufre, el necesitado de nuestra ayuda.

3. Dijimos al comenzar, que celebramos esta fiesta junto a las reliquias de Mama Antula, santa María Antonia de San José, en la iglesia que ella eligió para su descanso terreno.

Mama Antula, dejo su tierra, para seguir la llamada del Evangelio y llevó adelante la misión de caminar con su cruz y anunciar a Cristo, animada por su fe y por la caridad; siempre dispuesta a servir a Dios y a sus hermanos.

Nuestra santa amaba al Corazón de Jesús, y también lo imitaba llena de compasión, de confianza y de la caridad de la que hablamos.

- Una primera muestra de su devoción, quizás la más visible, es la hermosa imagen del Corazón de Jesús, que preside su Capilla en la Santa Casa de Ejercicios. Estuvo allí. como un testigo de su fe y de su humildad, y a la vez de sus grandes obras de fe y de caridad.

- También se puede decir que su amor al Corazón de Cristo, aún sin nombrarlo explícitamente, se asoció a su vivencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que ella además propagaba con entusiasmo.

Basta pensar, que desde el “Principio y Fundamento” de los Ejercicios, San Ignacio la invitaba a la comprensión de la pasión de Cristo, que impulsa al ejercitante a entrar en el misterio de la “compasión del Señor” y que provoca un deseo de amarlo…, y a mirar a Dios para alabar, adorar y servir al Padre (Ejercicios, nº 23), y cómo el Señor “ha tenido tanta piedad y misericordia” (ibídem, nº 71).

- Mamá Antula también habrá rezado frecuentemente la oración del “Alma de Cristo”, que San Ignacio recomendaba a los ejercitantes, pidiendo como consuelo de la pasión de Cristo, que nos enbriague su sangre, y nos lave el agua de su costado, es decir de su Corazón.

- Sin duda que los Ejercicios Espirituales la introdujeron en la escuela de la confianza en Jesús, cuando al finalizar las contemplaciones, tratando con afecto al Señor crucificado, le debía preguntar “como un amigo a otro amigo, como un siervo a su señor”. “¿Qué he hecho por Ti, qué hago por ti, qué debo hacer por ti? (Ejercicios, nº 53).

Ella conoció en su propia vida la caridad del Corazón de Jesús, que retribuyó con confianza y generosidad, haciendo el bien, para llenar de amor los corazones, y acercarlos al Evangelio, y también para aliviar al que acudía a ella.

Que en este gran día, cada uno de nosotros, personalmente y en la familia, y en todos los ámbitos de la vida, particulatmente donde hay más necesidad, podamos decir con confianzar; “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo emérito de Rosario