Miércoles 26 de junio de 2024

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Por una Patria para todos, fraterna y justa

Homilía de monseñor Santiago Olivera, obispo castrense en la Argentina, durante la misa por el 25 de Mayo (Iglesia Argentina en Roma, 24 de mayo de 2024)

Proverbios 8,12-20 Salmo 22
Evangelio: San Marcos 12,28-34


Quiero agradecer mucho a la Embajada Argentina ante la Santa Sede, al Embajador, sus colaboradores y al Padre Fernando Laguna, rector de esta Iglesia Argentina, la invitación a celebrar esta Misa dando gracias juntos a Dios por nuestra Patria y a la vez renovar en nombre de todos, el deseo de servirla y hacer de nuestra Patria una Patria para todos, fraterna y justa.

Y quiero comenzar compartiendo con ustedes algunas palabras de uno de los primeros himnos cristianos de acción de gracias que data del siglo IV:

"A ti, oh Dios, te alabamos,
A ti, Señor te reconocemos.
A ti, eterno Padre te venera toda la creación.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios de los ejércitos.

Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad.
Día tras día te bendecimos
Y alabamos tu nombre para siempre, que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros."

Y con nuestro lenguaje más actual y en palabras más actuales le decimos al Señor:

¡Cristo Jesús, en ti la Patria espera!

"Jesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos,
porque estamos heridos y agobiados
y te presentamos hoy en este nuevo aniversario patrio
nuestro deseo de ser Nación,
cuya identidad sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos Señor a esta Patria herida,
la sabiduría del diálogo y la alegría
de la esperanza que no defrauda.

La Patria nos habla de identidad, la Patria nos habla de raíces y de una historia común. La Patria nos habla de pertenencia y de fraternidad. El mismo suelo que pisamos y el mismo cielo que nos cobija, también nos habla de desencuentros y desafíos para adelante.

San Juan Pablo II nos dijo; "Cada persona está marcada por la cultura que respira" y agregó, "sobre la base de estos orígenes es donde se desarrolla en las personas el sentido de Patria." Pero la Patria que queremos es la Patria de la honestidad, de la austeridad, la de la responsabilidad social y la de la cultura del trabajo, la Patria que nos honra, la de los valores altos, la Patria que -como recién escuchamos del libro de los Proverbios- busca la Sabiduría vecina de la Prudencia, honra al Señor y por tanto odia el mal, detesta el orgullo y la soberbia, el mal camino y la mentira.

Hemos proclamado el Evangelio de San Marcos, y hemos sido testigos de la actitud de este escriba que con curiosidad y actitud inquisidora le hace una pregunta clave y fundante al Señor Jesús: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?" Jesús responde con solidez lo que un buen israelita debía conocer: "El Señor es el único Dios y al que se lo debe amar con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, y el segundo es; Amarás a tu prójimo como a ti mismo." EL escriba aprobó, y Jesús a la vez le señaló su cercanía del Reino de Dios, "no estás lejos", expresión que dejó a todos sin atreverse a hacer más preguntas: "No hay otro mandamiento más grande que estos"; el Amor a Dios y el Amor al prójimo. Este modo de amar a Dios y al prójimo con fuerza, intensidad y corazón, hace presencia del Reinado de Dios. Reino que le pedimos en cada oración del Padrenuestro al Señor: ¡que venga!

Estamos celebrando y recordando a aquellos que iniciaron el camino hacia la Independencia; camino lleno de luces y de sombras, de vidas sacrificadas y ofrecidas y de tanta sangre derramada, pero sabemos que fue y es, camino continuado a lo largo de nuestra historia. Todavía crecemos y nos vamos consolidando en zanjas y grietas que separan, pero el Amor une, el Amor sana, el Amor salva. Verdades de fe, que todos debemos tener siempre presente.

El Evangelio nos invita a unir en verdad nuestro amor a Dios con nuestro amor a los hermanos, al prójimo que es aquel que espera o necesita de mí. El entonces Cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco compartió en el tedeum del 25 de mayo de 2012: "Esta "locura" del mandamiento del amor que propone el Señor y nos defiende en nuestro ser aleja también las otras "locuras" tan cotidianas que mienten y dañan y terminan impidiendo la realización del proyecto de Nación: la del relativismo y la del poder como ideología única. El relativismo que, con la excusa del respeto de las diferencias homogeniza en la transgresión y en la demagogia; todo lo permite para no asumir la contrariedad que exige el coraje maduro de sostener valores y principios..."

Nos recordaba el Cardenal en aquella fecha patria, que nosotros somos invitados a refundarnos en la soberanía del amor simple y profundo, del amor que hoy escuchamos en el Evangelio, mandamiento que anuda el amor de Cristo y de Dios Padre en los vínculos y la dignidad de los otros, amados como a "nosotros mismos".

Más de una vez me gusta volver a contemplar el modo de Amar de Dios, que sin duda es el modo de Amar de Jesús.

Este modo de amor es el que estamos llamados a hacer presente en nuestras vidas. Dios Amó y ama primero, Dios Amó y ama a todos, Dios Amó y ama siempre. Amando al Señor con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra alma y con todo nuestro corazón, es que podremos experimentar en comunión, el modo de Amar de Dios y viviendo el amor sin límite de Dios, podremos unir -como nos pide Jesús- el amor al prójimo sin ninguna división.

Que este nuevo aniversario de nuestra Patria, aquella que pensaron nuestros Próceres, -libre y justa- nos ayude a recordar nuestros logros más que nuestros fracasos, lo que nos une, más que lo que nos divide y enfrenta, porque la Patria es de todos, la Patria es mi historia, es nuestra historia, la Patria es mi tierra, es nuestra tierra y en ella hay lugar para todos.

Que nuestra Madre de Luján, que quiso quedarse entre y con nosotros en nuestra Patria querida, nos susurre siempre en nuestro corazón como a los sirvientes de las Bodas de Caná: "Hagan lo que Jesús les diga. Sabemos de muchas necesidades en nuestra Patria, en nuestros ambientes, en nuestras familias, pero haciendo lo que Jesús nos dice, podremos transformar muchas tristezas y fracasos en el vino de la alegría, de la reconciliación en la verdad y de la fraternidad.

Mons. Santiago Olivera, obispo Castrense