Martes 3 de diciembre de 2024

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Domingo de Ramos

Homilía de monseñor Juan José Tissera, obispo de Quilmes, durante el Domingo de Ramos (Parroquia San Juan Bautista, Florencio Varela, 24 de marzo de 2024)

Hermanas y hermanos:

Estamos participando de la Misa con la que iniciamos la Semana Santa. Al comenzar, conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, días antes de su muerte y resurrección. Entrada que está llena de contrastes. La ciudad está llena de gente venida de todas partes para celebrar la Pascua de los judíos. Esta celebración despertaba cada año ese sueño de la venida de un mesías nacionalista que con poder los liberara del poder opresor. Así es que reciben a Jesús con todos los honores y desbordantes de alegría cantan: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito que ya viene el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!”

Parece que Jesús acepta estos homenajes, pero hay manifestaciones suyas despegándose de ese mesianismo. Él ha enviado al pueblo a sus discípulos a buscar un asno. Da precisiones: “un asno atado cerca de una puerta, en la calle”. No hace como los reyes de entonces que montaban a caballo, con aire de conquistador, como jefe de un ejército triunfador luego de dar muerte a los enemigos. Todo lo contrario, el asno en esos tiempos era signo de vida. Era el animal compañero del hombre en su trabajo, vivía en la misma casa de su amo y lo ayudaba en sus tareas. Era su transporte para los viajes. El “asno atado y que nadie ha montado” es un signo de verdadera novedad. Jesús viene con una misión. Hasta entonces ningún jefe en Israel había entrado en la ciudad de Jerusalén como Jesús. Nadie había hecho la opción de hacer el camino de la humildad y de servicio a la vida, como Jesús que va a ofrecer su vida por el pueblo. Las autoridades religiosas sólo conocían el camino del interés, del poder, de las vanaglorias de los honores, de la explotación y de la violencia. El pueblo quería algo así, un rey o mesías poderoso. Cuando se dan cuenta que Jesús tiene otro proyecto distinto, lo rechazan y abandonan. Se dejarán engañar y muy pronto, al mismo que aclamaron como liberador estarán pidiendo al poder romano que lo crucifique. Será tratado como un delincuente y llevado a morir fuera de la ciudad, colgado en la cruz como un esclavo. No van a creer, salvo algunos, que esa era la máxima manifestación del amor, una vida entregada para que todo el mundo tenga vida, y vida en abundancia.

Comenzamos la Semana Santa. Las celebraciones de estos días, particularmente las del Triduo Pascual, son ocasión para que cada uno de nosotros renovemos nuestra vida de fe, contemplando el gran misterio de amor manifestado en Jesús muerto y resucitado. Es el núcleo vital de nuestra fe. Esto es lo que celebramos en cada Eucaristía, en cada Misa y de modo especial, el domingo. A todos los fieles cristianos de la diócesis los invito, en la medida de sus posibilidades, a participar de las celebraciones que se han organizado en las parroquias y capillas. Participemos en familia. Necesitamos todos unirnos como pueblo cristiano a celebrar y expresar nuestra fe. Los momentos difíciles que vive la Patria y el mundo entero requiere que fortalezcamos nuestro espíritu. No nos dejemos llevar por el odio, la desesperanza, el inmovilismo del individualismo que nos tienta a pensar y decir: que cada uno se las arregle: sálvese quien pueda. Jesús nos ha salvado, pero nadie se salva solo. Es la hora de la solidaridad, de la lucha por la justicia que es el camino de la paz. La hora de hacernos prójimo, mirando al costado del camino y socorrer al que necesita ayuda y consuelo. Atrevámonos a transitar la senda de la ternura para vencer la insensibilidad, el cinismo y la crueldad, tan en boga en muchos discursos y conversaciones. Ese es el camino del bien, de la verdad, de la justicia y la paz. No es el camino de los poderosos y comerciantes de la muerte.

Sepamos estar junto a las víctimas de la injusticia, de la ambición, de la prepotencia y soberbia de aquellos que sólo buscan servir al dios dinero y no tienen en cuenta el bien común de la sociedad. 

Este domingo de Ramos coincide con una fecha que ya ocupa un lugar en nuestra historia argentina, es el “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”, conmemorando el trágico golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Fueron años de oscuridad, dolor y muerte para los argentinos. El miedo cundió en la sociedad como pocas veces en los doscientos años de la vida de la Patria. Del seno de la Iglesia nacieron voces proféticas, como también de otros sectores de la sociedad. Fueron luces en medio de las tinieblas. Nuestra Diócesis de Quilmes fue creada en ese mismo año, y tuvo como primer pastor al Padre Obispo Jorge Novak, quien recibiera la ordenación episcopal en nuestra Catedral el 19 de septiembre de 1976. Ya en los primeros días de su ministerio empezaron a golpear a su puerta aquellas personas que nadie quería recibir ni escuchar: los familiares de las personas detenidas y muchas desaparecidas hasta el día de hoy. Hay cientos de testimonios escritos del accionar de nuestro obispo junto a esas familias, buscando saber algo de sus hijos e hijas. Esa actitud no era la de la mayoría de los dirigentes, más bien, muy pocos fueron los que se comprometieron a riesgo de sus propias vidas. 

He traído para tener en este altar hoy, una carta del Padre Obispo Jorge dirigida a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, respondiendo a cartas que los presos le habían hecho llegar. Es un saludo que les hace con motivo del comienzo de la Semana Santa, fechada el 12 de abril de 1981. Leeré algunos párrafos.

“Queridos hermanos:

En la imposibilidad de escribirles a cada uno de ustedes, extendiéndome como quisiera en consideraciones que fueran respuesta a las inquietudes expresadas en sus cartas, les hago este saludo, que ojalá les llegue para la Pascua.

Ustedes me agradecen la preocupación que les he exteriorizado en mi acción pastoral como obispo de esta diócesis de Quilmes. Al respecto, hay que tener presente que todo Obispo es ordenado, en primer lugar, para demostrar inequívocamente una actitud de paternal afecto hacia los necesitados…

Que estas líneas que les escribo a una semana de la Pascua, interpreten mis deseos de que ustedes gocen de salud, de la visita de sus seres queridos y de un trato acorde a su condición de hijos de Dios y hermanos nuestros por la fe en el Señor Jesucristo…

El criterio que me guía es el del Apóstol Pablo que escribió: “¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a punto de caer, sin que yo me sienta sobre ascuas? (1 Cor. 11, 29) ….

Siempre que me otorguen el permiso las autoridades responsables, los visitaré personalmente. Porque no se me borran del corazón las graves sentencias de Jesús: ´Estaba preso, y me vinieron a ver´ (Mt. 25, 36), en base a lo cual como a las otras correlativas, seremos juzgados todos, sin excepción alguna.

Nada mejor para concluir esta carta pascual que una fórmula que nos llega de la primera comunidad cristiana (2 Cor. 13, 11-13)

´Finalmente, hermanos, estén alegres, trabajen para ser perfectos, anímense, tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.

Afmo.
+ J.N.
Quilmes, 12 de abril de 1981, comienzo de la Semana Santa”

Hermanas y hermanos, es un verdadero regalo que tengamos tan cerca de nuestro corazón el testimonio de este Siervo de Dios, que muchos han conocido y que tantas veces celebró la Eucaristía en este templo principal de Florencio Varela. Él vivió su seguimiento de Jesús en un momento preciso de la historia de nuestro pueblo argentino. Hoy nosotros, a más de cuarenta años, en otro siglo, somos protagonistas de otro momento histórico.

Comencemos esta Semana Santa con los ojos fijos en Jesús. Nos preguntamos: ¿cuáles serán mis actitudes en estos días? Como sugerencia, diría:

- Imitar el silencio y la humildad de Jesús, como hoy lo presenta la Palabra que escuchamos. ¿Cómo puedo hacer este silencio? ¿En qué situaciones podré vivir esa humildad? ¿En qué momentos puedo estar a solas y comunitariamente con Jesús?

- Contemplando el mayor servicio de Jesús, al entregar su propia vida por amor a mí ¿Cuáles serán mis decisiones para servir mejor a los demás? En este momento de nuestra vida ¿cómo puedo ser reflejo del amor de Jesús? ¿Qué veo a mi alrededor? ¿Agradezco las muestras de amor hacia mi persona? ¿Cómo retribuyo a Dios y a los demás lo que recibo cada día? Ante la crisis alimentaria que vivimos ¿sé compartir con los más necesitados lo que tengo y puedo dar? 

- Mirando a Jesús que también me mira, me animo a dejar que Él me pregunte ¿qué puedo hacer por ti? ¿Qué le pediría en estos días a Jesús que me muestra su corazón traspasado?

Que María nos conceda tener también sus sentimientos de Madre para estar con Jesús, para estar de pie junto a los crucificados de hoy. Que San Juan Bautista nos conceda ser profetas de este Reino de justicia, de amor y de paz que Jesús inauguró para siempre en su misterio pascual.

Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes
Florencio Varela, 24 de marzo de 2024