Viernes 22 de noviembre de 2024

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Diez años de la Evangelii gaudium

Palabras de monseñor Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, en el Encuentro por los diez años de la exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco (Seminario catequístico María Auxiliadora, 25 de noviembre de 2023)

Muchas gracias por tomar su tiempo, por venir a compartir. Voy a compartir, simplemente, algunas ideas. Cumplimos ayer diez años de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Parece que fue ayer, dice la frase popular, pero en realidad han pasado diez años desde que el Papa Francisco ofrece al mundo este primer documento programático de su magisterio, esta exhortación Evangelii gaudium, la alegría del Evangelio.

Yo quisiera compartir con ustedes tan solo algunas ideas. Son cinco ideas, pero van por dos. Van por dos porque son ideas densas, ideas fuertes, ideas que dan para trabajar muchísimo. Y entonces, imaginemos que cada una de estas ideas que yo les propongo, son dos velitas de la torta de la Evangelii gaudium, para que completemos las diez, para que podamos celebrar verdaderamente este día.

Todos ustedes tienen el documento, y supongo que debe ser ya la tercera o cuarta versión que tenés, porque vos en tu casa tenés la Evangelii gaudium muy trabajada, subrayada. La revisaron con los catequistas, en el Consejo Pastoral de tu parroquia la tienen de memoria, sé que a los seminaristas les tirás «Evangelii gaudium 27» y te empiezan a decir lo que dice; las religiosas la trabajaron en su capítulo general… Por eso, sé que nada nuevo voy a decir. Y por eso les pido disculpas.

Pero si llega a haber alguien por ahí que no la leyó nunca, quizá haya alguien por ahí que la leyó una vez y la dejó en el cajón para siempre, quizá haya alguien que creyó que eran solamente palabras y letras y que podía prevenirlo de la realidad concreta, bueno, para esa persona estoy yo hoy exponiendo estas ideas.

La primera, en Evangelii gaudium 1, vamos con las dos primeras velitas. «La alegría del Evangelio», dice Francisco, «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. No hay otro modo de ser cristiano a partir del encuentro con Jesús, que no sea expresándolo con alegría.

Muchas veces, desgraciadamente, parece que nos gana el desencanto, la tristeza, la mala onda y nos transformamos en cristianos quejosos y apesadumbrados. Pero parecería que el fruto principal del encuentro con la persona de Jesús es la alegría. Porque, como digo siempre, el encuentro con la persona de Jesús nos enamora. La doctrina no nos enamora. Y quizá ahí está una pista para pensar por qué muchos chicos, familias que vienen a nuestra catequesis no vuelven más. ¿Será que se encontraron con la doctrina que no enamora y no se encontraron con Jesús que enamora y contagia alegría?

Segunda velita, dice el Papa, también en Evangelii gaudium 1, «Quiero invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría». Quiero invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría. Parecería que la alegría no es para guardar. Si me encontré con Jesús y eso me provocó alegría, tiene que ser parte de la tarea evangelizadora de la Iglesia esa alegría. En un mundo triste, en un mundo angustiado, en un mundo desesperanzado, hoy es revolucionario ser alegre. Hoy es más de lo mismo ser quejoso, mala onda y tener pronósticos pesimistas hacia el futuro. Nosotros tenemos que, a pesar de todo, seguir contagiando esperanza y alegría y eso es revolucionario.

Tercera velita: Evangelii gaudium 23, «Fiel al modelo del Maestro, es vital hoy que la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo». El anuncio del Evangelio es sin demoras, sin asco y sin miedo. No hay más tiempo, pasaron diez años, dejemos de dar vueltas.

Sin asco, es para todos, nadie puede quedar afuera, no hay un hermano que nos pueda dar asco. El otro día en una reunión con dirigentes sindicales y políticos me decían «la cultura del encuentro del Papa Francisco tiene un límite». No, lo siento señores, para los cristianos no tiene límite. En el momento en que Jesús, desde la cruz, cuando los estaban matando, no dijo » que los parta un rayo», dijo «Padre, perdónalos, no saben lo que hacen». Por lo tanto, para nosotros no hay límite. Nadie nos puede dar asco a la hora del anuncio del Evangelio.

Y sin miedo. El Papa nos insistirá cuántas veces con la audacia misionera, con la audacia apostólica, animarnos, jugarnos la vida.

Cuarta velita: «La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie». Para todos. Por eso Francisco, en la Jornada Mundial de los Jóvenes, les dijo «en la Iglesia hay lugar para todos, para todos, para todos», y se lo hizo repetir a millones de jóvenes convocados allí. La alegría del Evangelio es para todos. Creo que tenemos que, en ese sentido tomar conciencia, Y todos es todos. No es «los que votaron igual que yo». Todos es todos, no es «los que son parecidos a mí», «los que son del mismo partido de fútbol. No, todos.

Quinta velita: Evangelii gaudium 47: «La iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para que cada uno pueda llegar con su vida a cuentas». La iglesia no es una aduana en la casa paterna donde hay lugar para todos, para que cada uno llegue con su vida a cuentas. Me encanta la imagen de la aduana: cuando yo estaba en Santa Cruz, cuando teníamos que ir a Tierra del Fuego, por tierra, hay que pasar por Chile. ¡Ah! Un poco más y me pedían la radiografía de torax. Bueno, a veces hay secretarías parroquiales que son como la aduana. Recuerdo siempre, hay un libro en el que Francisco, cuando era Bergoglio, contaba experiencia de una parroquia. ¿Ya lo viste? No sé, todavía no sé qué parroquia era. Pero dice Francisco, y él sabía que había una secretaría así, que era muy famosa, le decían la tarántula. Yo ese libro lo leí hace como cinco años, pero todavía no sé qué parroquia es, capaz es la tuya… Cuidado con que seamos una aduana.

Sexta velita: «Prefiero una iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro, y la comodidad de aferrarse a sus propias seguridades» Evangelii gaudium 49. A mí me gusta la gente que hace. Seguramente sea la gente que se equivoque, pero que por lo menos intentó, mientras que hay otros que están siempre en la tribuna. Creo que con mi Iglesia en Buenos Aires, estamos invitados a meternos en la cancha. Corremos el riesgo que nos metan muchos goles. Sí, es verdad. Pero también meteremos alguno. Y creo que a eso estamos convocados. Le digo yo siempre a los pibes de confirmación, que así como hay jugadores en la cancha que juegan hasta ahí, y a esos jugadores se les dice pecho frío, el problema cuando los cristianos somos pecho fríos. No seamos cristianos pecho fríos. Animémonos a jugar, a ser esta Iglesia quizás accidentada, criticada, pero por hacer, no por quedarse de brazo cruzados.

Vamos con la siete. La pensé en función de los tiempos que vivimos. Evangelii gaudium 226: «El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Hay que asumirlo. Pero si quedamos atrapados en los conflictos, perderemos perspectiva. Los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad». No nos podemos quedar en los conflictos, en los enfrentamientos, en la división. Tenemos que transcenderlos en algún momento. Nosotros no creemos que se avance desde el conflicto. Por lo menos no es cristiano eso. Creemos que se puede avanzar con tensiones, pero tensiones creativas. Tensiones que quieran resolver los conflictos. Porque como nos dice el Papa, si no perdemos el sentido de la unidad. Y el sentido de la unidad no es que sean todos los mismos, es que somos hermanos. Me parece que tenemos que trascender los conflictos y no quedarnos en el conflicto ni ser profetas de la división ni de los conflictos. Y mucho más en este tiempo.

Vamos con otra, Evangelii gaudium 227: «La manera más adecuada de situarse ante el conflicto es aceptar, sufrir los conflictos, resolverlos y transformarlos en el eslabón de un nuevo proceso». Por eso nos dice Francisco, «Felices los que trabajan por la paz». Creo que más actual que nunca, en nuestra Argentina, noviembre, diciembre de 2023, felices los que trabajan por la paz. Esa velita me parece que es súper buena para nosotros en este tiempo de nuestro país.

Esa fue la ocho, ¿no? Vamos con la nueve. Lo que pasa es que algunas las escribí y otras no. Evangelii gaudium 270: «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida se nos complica maravillosamente y vivimos la extensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo». Y ojalá se nos complique la vida maravillosamente en estos tiempos tocando las llagas de los que sufren, construyendo entre todos la unidad y la paz, entendiendo que no nos puede ir bien a algunos y mal a otros, sino que entre todos siempre salimos adelante.

Y vamos con la velita 10: Evangelii gaudium 277. Puede hablar de nosotros quizás también, 10 años pero parece que algunas cosas no cambian. «No es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por el descontento crónico, por una acedia que le seca el alma. Puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reconocimientos, de aplausos, de premios o de puestos; entonces uno no baja los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección. Así, el Evangelio, que es el mensaje más hermoso que tiene este mundo, queda sepultado debajo de muchas excusas». Que no nos falta resurrección. Podemos estar cansados, podemos estar agotados, podemos estar un poco embroncados, pero que no nos falta resurrección. Vuelvo al comienzo, la alegría por sobre todo. Doy siempre la misma imagen: A mí me gusta mucho la carne al horno con papas, o el pollo al horno también. Me gusta cuando queda bien seco, queda esa parte quemada en la asadera, que uno raspa y come. Después queda un poco ahí. Y cuando hay que lavarla, cuesta. Los vagos que dicen, «déjala en remojo, mañana vemos». Pero hay que darle. Y hay que darle y cuesta que salga. Así tiene que ser la alegría en nuestro corazón por el encuentro con Jesús. No nos puede faltar resurrección. Que en el fondo del corazón, más allá de los problemas y las dificultades, haya una alegría profunda que ni con la virulana la puedas sacar. ¿Sí?

Conté diez velitas, son las que elegí yo, Evangelii gaudium está llena. Y entonces, en otro esfuerzo de superproducción, panadería ¿cómo se llama? La Gioconda ¿Eh? Yo les voy a decir la verdad. Yo les voy a decir la verdad, mientras tanto. Cuando pensé en la dinámica, pensé en comprar 10 velitas. Cada vela está a mangos. Muy linda la dinámica, pero no. Una sola.

¿Saben qué? Ahora le vamos a cantar el cumpleaños de Evangelio y Cautio, pero… Va a ser un cumpleaños distinto. Yo no quiero que apaguemos la velita. Y les cuento por qué.

Lo voy a hacer con una anécdota no del Papa Francisco, una anécdota del Papa Juan Pablo I. Y esto es real, lo que les voy a contar: Un día, el secretario del Papa Juan Pablo I. estaba en su oficina y de repente recibe un llamado telefónico, porque desde el cielo unas hojas estaban cayendo al piso. Todas las hojas estaban escritas en italiano. El secretario dio la orden, inmediatamente, de recoger todas las hojas. En el jardín que se encuentra en el último piso del palacio apostólico, el secretario vio, el Papa Juan Pablo I, estaba mirando para abajo. Una gran cantidad de hojas se encontraban en los tres jardines inferiores y también en los techos. El Papa se quejaba y decía: «¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¿Qué hice?» El Papa estaba realmente asustado. Y con una voz casi rota por el llanto dijo: «¡Miren qué hice! Se me volaron todos los papeles». Luego el Papa dijo que todo eso pasó porque él estornudó primero, y luego se le volaron de la mano las hojas porque había mucho viento y el viento se las llevó. El secretario particular tuvo que llamar a los bomberos que, arriesgando su propia vida, fueron con largas escaleras a recuperar todas las hojas.

A veces yo tengo miedo que con todo lo que escribió el Papa Francisco nos pase lo mismo, que sople el viento y sean hojas que se las lleve el viento. Y hay un solo modo para que eso no pase. Que concretemos el magisterio del Papa. Que dejemos de hablar de esa persona a quien creemos mucho y nos pongamos a hacer realidad su magisterio y, especialmente ahora, la Evangelii gaudium. No pueden pasar otros diez años sin que la Evangelii gaudium deje de ser un documento muy lindo en papel, para hacer realidad en la calle, realidad en la vida, realidad en nuestra querida Argentina.

Por eso no vamos a soplar la venta. Le vamos a cantar el cumpleaños pero no queremos que se soplen los papeles por ahí sino que se concreten.

Mons. Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires