Miércoles 1 de mayo de 2024

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IX Encuentro Nacional de Sacerdotes

Homilía de monseñor Martín Fassi, obispo de San Martín, en la misa de apertura del IX Encuentro Nacional de Sacerdotes (Villa Cura Brochero, 4 de septiembre. Misa propia de los Beatos Mártires Riojanos)

Comenzamos este encuentro de hermanos. Hemos venido para tomarnos unos días de descanso. El encuentro fraterno y los reencuentros son una manera de descansar, de volver a nuestro centro.

En el vínculo con los otros nos reconocemos. Reconozco quien soy cuando me reconozco en el otro. En el ministerio de mi hermano sacerdote puedo encontrar un camino para reconocerme como tal.

Estamos convocados bajo el lema “Llevamos este tesoro en vasijas de barro” (2 Cor.4, 7). Quisiera invitarlos a recibir estas palabras como una invitación a reconocernos desde esta doble realidad nuestra: el tesoro y el barro.

El simbolismo de San Pablo se refiere mas bien no a un pote o cuenco sino a un plato (¿patena?) “llevamos este tesoro en recipientes de barro... para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios”. Es una frase que nos invita a dar testimonio de ambas cosas. Sin avergonzarnos de nuestras heridas, sin tenerles miedo, porque ellas están para que se vea, se note más, que el tesoro es el Evangelio, del cual somos portadores y testigos y que nuestro ministerio es poder de Dios.

Así en este caso podemos decir que no es el recipiente (¿patena?, nuestra humanidad) quien sostiene el tesoro sino el tesoro que sostiene y contiene nuestra realidad de barro (humanidad) y se vale de ella para que nos presentemos no desde nuestra autoridad moral o de un ministerio ejemplar, sino desde el poder salvador de Jesús, el Verdadero Pastor. Porque nosotros somos seres salvados y desde esta realidad de hombres salvados es que nos presentamos ante los demás como ministros del Señor. Como dice San Pablo también a los Corintios: “no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (1Cor. 2, 2-5)

El testimonio de los mártires riojanos de quienes estamos haciendo memoria hoy nos pueden ayudar en este sentido. Más allá del tiempo y circunstancias históricas que a ellos les tocó vivir y cuya coyuntura puede llevarnos a opiniones divergentes, los invito a que nos dejemos iluminar por la sinceridad de su entrega, por su amor al Evangelio, para luego volver a la coyuntura histórica tan difícil que nos toca vivir hoy a nosotros. No para leerla como más o menos difícil sino como una realidad diferente, la que nos toca, y procurar así amarla como es. Amar nuestro hoy con el Evangelio de siempre.

Se me ocurre que nos pueden ayudar algunas frases de estos beatos, ricas de significado.

El beato mártir Carlos de Dios, sacerdote, franciscano: Podrán callar la voz de este sacerdote. Podrán callar la voz del obispo, pero nunca podrán callar la voz del Evangelio. Carlos en su pasión de sacerdote joven tenía conciencia de su humanidad de barro que podía ser acallada, como en efecto brutalmente lo fue, sin embargo, el testimonio de su vida y de su muerte sigue hoy gritando con fuerza el Evangelio. Tal vez hoy la voz del Evangelio no sea acallada abiertamente y de manera brutal, pero sin duda sentimos que su fuerza profética y transformadora de la cultura se pierde como una voz más entre tantas voces saturantes de híper información, en tiempos de pos verdad y de exceso de palabras que son interpretadas por operadores mediáticos. Nos es necesario ayudarnos a recuperar la fuerza de la Palabra en nuestro ministerio, que ofrezca claridad, frescura y lucidez para poder discernir ambigüedades. Carlos nos invita a convertirnos a la Palabra. “Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que difaman” como nos habla la Palabra hoy.

El beato mártir Wenceslao, laico: "perdonen, yo los perdoné, no odien"; fueron sus palabras frente a sus hijas cuando acababa de ser acribillado a balazos. Este mártir nos dejó como herencia palabras de reconciliación y de amor a los enemigos. Tal vez nos vengan bien sus palabras en estos tiempos de tantos discursos de odio, de un lado y del otro, abiertamente agresivos en algunos casos y solapadamente en otros. Wenceslao, a quien no se le caía la biblia de las manos una vez que la conoció, como laico nos alienta también a nosotros sacerdotes a ser misioneros de reconciliación con palabras que abran a un diálogo integrador en una sociedad argentina marcada por la descalificación mutua y en una iglesia que busca ser cada día más sinodal. Wenceslao nos anima con la fuerza de la Palabra de hoy, a no desentendernos de los problemas y a no acusarnos mutuamente de ellos, "porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios, día y noche”

El beato mártir Gabriel, sacerdote. Dicen las hermanas que estaban con él y Carlos aquella noche que cuando se los llevaron detenidos, Gabriel, al ver que se lo llevaban a Carlos, le dijo “voy con vos”. Breves palabras que expresan una amistad que se juega, que no abandona en el momento de peligro, de crisis o de confusión. “Voy con vos”, es lo que le dijimos a Jesús el día en que respondimos al llamado. Tal vez estas palabras de Gabriel puedan ayudar a renovarnos en el seguimiento cuando todo se nos hace cuesta arriba, cuando tenemos la tentación de tirar la toalla o de aguar las exigencias del Evangelio y de la amistad con Jesús. Cuando nuestra humanidad de barro nos asusta, es Jesús el que nos dice: “Voy con vos”.-

Y finalmente Angelelli, con su “hay que seguir andando no más...” Son palabras que no denotan resignación ni tampoco simple resistencia a momentos difíciles, sino aceptación de la realidad en su significado más comprometedor. Podemos seguir andando cuando amamos la realidad que nos toca vivir. Porque amándola encontramos la presencia actuante de Dios en los pliegues desconcertantes de nuestras historias. Podemos seguir andando cuando descubrimos que en nuestra humanidad vulnerable se anuncia la salvación de Dios con la fuerza de la profecía. Y así nos habita la esperanza que no defrauda. Tal vez estas palabras de Angelelli no sirvan hoy para motorizar la esperanza, esa que nos ayuda a entender que “el tiempo es superior al espacio”, en palabras de la Evangelii gaudium: que nos ayuda a entender que se trata de ser “simples servidores” del Reino con la humildad de hacer cada uno lo que mejor sabe y puede, con lo que tiene, ahí mismo donde está. Pero al mismo tiempo con la pasión y la convicción que estos mártires nos testimoniaron porque se sabían habitados por la promesa de las bienaventuranzas. Y así seguir andando, caminando juntos, reconociéndonos los unos en los otros.

Los invito a poner los frutos de este encuentro a los pies de la Purísima que tanto amó Brochero y que escuchándonos en estos días los unos a los otros, juntos, escuchemos al Espíritu que nos va a hablar.

Que así sea.

Mons. Martín Fassi, obispo de San Martín