Viernes 22 de noviembre de 2024

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Fiesta de la Virgen de Huachana

Homilía de monseñor José Luis Corral SDV, obispo de Añatuya, durante la misa en honor a la Virgen de Huachana (31 de julio de 2023)

Lc. 8,19-21


En el Evangelio que hemos proclamado hoy se nos narra cuando María en compañía de unos parientes va en busca de Jesús y quiere verlo allí donde está predicando. María siempre respetó las decisiones de su Hijo y supo acompañarlo, ya sea desde la distancia o la cercanía, secundando sus pasos en una intensa comunión y guardándolo todo en su corazón.

Nosotros también hemos llegado hasta el Santuario de la Madre porque buscamos al Señor, queremos acercarnos más a Jesús y poderlo ver, porque nos gusta estar juntos y sabernos vinculados como una familia grande de los cristianos.

María nos acompaña, es la puerta y quien nos conduce hacia Él, no queremos quedar afuera de este ámbito donde somos invitados a entrar y a participar en familiaridad e intimidad. No queremos solamente acercarnos por curiosidad, ni por interés, ni por costumbre, esperamos un encuentro vivo y cordial que nos convierta, renueve y transforme verdaderamente. Tenemos que dar el paso que nos acerque físicamente y el paso de la apertura a la novedad de su Mensaje para que nos reconfigure.

Dice el texto que no podían llegar hasta Jesús a causa del gentío; a veces podemos ser obstáculo o impedimento que estorba para que otros puedan tener la oportunidad de la proximidad a Jesús. Dios nos libre de ello y no seamos nunca traba ya sea por el antitestimonio o por nuestros escándalos.

Querer ver a Jesús, es acercarse para mirarle a los ojos, no es un mero ver, es un encuentro donde la mirada nos abraza, nos consuela, nos vuelve a encender el corazón; y cuando el corazón tiene fuego baja a los pies y nos pone en camino al encuentro de los demás en el anuncio del Evangelio y en el servicio fraterno.

Le pedimos a la Virgen María que nos muestre a Jesús, que nos lleve hacia Él, que nos enseñe a escucharlo y a poner en práctica su Palabra con su disponibilidad de Servidora y con su ternura de Madre.

Hoy somos muchos, somos una multitud de rostros, cada uno con una historia a cuestas, con un montón de experiencias y expectativas que el Señor bien conoce; pero no somos una masa caótica o una marea confusa; tenemos mucho en común: compartimos la misma fe, el mismo hambre y la misma sed de vida y de felicidad, los mismos deseos de plenitud.

Alguien nos ha convocado y hemos respondido; nos sentimos un solo cuerpo animados por un mismo Espíritu; formamos un solo corazón en el que late y vibra el amor de Dios; somos un pueblo con raíces y con futuro, portadores de una memoria y de una promesa.

En medio nuestro está la Madre de Jesús, sin la Madre no hay unidad, Ella estuvo en el cenáculo con los Apóstoles para recibir la efusión del Espíritu Santo y hoy está en medio nuestro ofreciéndonos al fruto bendito de su vientre, a su Hijo amado que se nos reparte como Pan de Vida y que nos entrega su Espíritu.

El Evangelio nos dice que Jesús posó su mirada sobre la muchedumbre y pudo percibir y descubrir en cada uno de ellos un hermano, un discípulo, un testigo suyo si se abre y acoge la Palabra de Dios y se decide a ponerla en práctica. Jesús amplía el círculo, abre su espacio para que todos puedan ser incluidos, rompe las barreras o fronteras que marcan diferencias y excluyen.

Hoy le decimos a María que contamos con su amor para reconstruir la patria que soñamos, una patria donde también podamos vernos y reconocernos hermanos, en medio de tantas privaciones y desigualdades podemos ser artífices de una sociedad nueva donde asumimos el camino del servicio y del cuidado mutuo en lugar de la búsqueda egoísta de sí mismo.

Jesús mira con el corazón y desde la misericordia, por eso puede prestar atención al pueblo que se presenta disperso, disgregado y abandonado; a esa multitud que están como ovejas sin pastor, sin referencias claras, sin orientación y dirección precisa.

Jesús nos reúne para hacernos sentir la fuerza de la comunión, alentar nuestros sueños y poner la mirada en un horizonte compartido. Pedimos para nuestra Patria que el Señor nos ayude a mirar la realidad desde su corazón y desde el corazón tierno de su Madre, así podremos descifrar los anhelos más profundos de nuestro pueblo y encontrar juntos las opciones que nos ayuden a salir adelante. Que nos regale en la noche su luz cuando nos sentimos enredados en nuestras internas o atrapados por modelos y recetas que no responden a las necesidades más vitales.

Renovamos nuestro propio compromiso en la construcción de un presente y un futuro mejor para todos desde un orden justo y sustentable; no ahoguemos el sueño de construir un país para todos, sin tantas palabras estériles y con más gestos de humanidad, trabajando por la paz, por la unidad, el cuidado de la creación y el bien común.

Los argentinos estamos cerca de comenzar una nueva etapa con las próximas elecciones, un nuevo punto de partida, no tenemos que esperar todo de quienes resulten electos, esto sería infantil, sino más bien hemos de ser parte activa en la rehabilitación de nuestras fracturas y en la recuperación de nuestras fragilidades institucionales y sociales. No podemos mirar para otro lado; cada uno, sin optimismos ingenuos ni pesimismos nocivos, debemos hacernos cargo de lo real y concreto que está a nuestro alcance y no pretender delegar toda la responsabilidad hacia arriba o hacia los lados.

Pero también aquellos a quienes se les confíe la misión de dirigir los destinos de la Patria lo deberán hacer con mucha humildad, con honestidad suma y con verdadero espíritu de servicio y sacrificio, con genuino interés por ayudar a los más desprotegidos y olvidados. Pidamos que Dios les conceda la sabiduría y la fortaleza para un buen ejercicio de su poder y autoridad, para que no se dejen pervertir por vicios y parásitos que enferman y debilitan la democracia.

La Patria que soñamos nos necesita como personas que están dispuestas a construir con el arte del diálogo antes que con la moda de la división; a ser artesanos de la paz antes que ser agentes de la violencia, a brindar el servicio desinteresado y generoso antes que buscar el provecho propio o aferrarse al poder a cualquier precio.

El Señor conoce nuestras heridas, nuestras confusiones, nuestros miedos, nuestras impotencias y nuestras caídas. Desde este lugar y junto a su Madre nos atrae hacia sí con su humildad y mansedumbre; no a los gritos o desde la prepotencia. Escuchemos su voz y como María conservémosla en el corazón para poder gozar y gustar de la verdadera Vida que brota de la comunión con Él.

María es la mujer plena, completa y totalmente realizada porque en Ella se desborda toda gracia; pero como Virgen Madre oferente la irradia y comunica a nosotros que somos sus hijos para que también alcancemos la Vida en abundancia que su Hijo Jesús vino a traer y que hoy la clamamos sobre nuestra tierra entera.

Virgen de Huachana, con tu amor contamos para reconstruir la Patria que soñamos, mantén encendida la esperanza y danos tu valor para no decaer en nuestra marcha y no bajar los brazos en nuestra entrega cotidiana. Amén.

Mons. José Luis Corral SDV, obispo de Añatuya