Jueves 21 de noviembre de 2024

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A la Vida Consagrada

Homilía de monseñor Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis con motivo del Jornada de la Vida Consagrada (8 de setiembre de 2022)

En este día celebramos con toda la Iglesia la alegría del nacimiento de la Virgen María. El nacimiento no solo de quien ha sido la elegida por Dios, sino de aquella que le ha dicho SÍ a Dios con toda fidelidad.

No le ha puesto límite. Por eso mismo, bien merece el título de la llena de gracia.

Celebramos su vida. Que nos trajo y nos lleva a la vida en plenitud que es Jesús.

En esta fiesta celebramos también la VIDA de Dios, manifestada en las distintas formas de Vida Consagrada. Ustedes han sido llamados/as para dar testimonio con su vida de la Buena Nueva…, de una nueva lógica para la humanidad a través de los Consejos evangélicos, que se hacen carne en la realidad, a través de los diversos carismas de los distintos institutos y formas de vida.

Algunas de ustedes particularmente testigos de Dios en medio del mundo, confundidas entre la gente brillando como luz en medio de las tinieblas.

He decidido tomar como fuente de inspiración para la homilía de hoy el discurso del Santo Padre en el Simposio por una teología fundamental del sacerdocio (17-Feb-2022).

Está claro que desde esta analogía podremos compartir esta luz hacia este llamado particular de la Vida Consagrada. Y cada uno/a de acuerdo a su propio Carisma, vivido en esta Iglesia Particular de San Luis.

Nos habla el Papa de 4 cercanías. Cercanía a Dios, al obispo, entre los sacerdotes y al pueblo.

(Recomiendo leer este artículo completo).

En primer lugar, les leeré una brevísima síntesis del mismo:

“El cambio siempre nos presenta diferentes modos de afrontarlo; el problema es que muchas acciones y actitudes pueden ser útiles y buenas, pero no todas tienen sabor a Evangelio. El centro de la cuestión está en esto, en discernir si el cambio y las acciones tienen o no sabor a Evangelio. Por ejemplo, buscar formas codificadas, ancladas en el pasado y que nos “garantizan” una forma de protección contra los riesgos, “refugiándonos” en un mundo o en una sociedad que no existe más (si es que alguna vez existió), como si ese determinado orden sería capaz de poner fin a los conflictos que la historia nos presenta. Es la crisis de ir hacia atrás, para refugiarnos”.

Está claro que también en nuestra Diócesis estamos viviendo un tiempo de cambio. Dado por el cambio del nuevo nombramiento de Obispo. Ya llevo 2 años en medio de ustedes, junto a ustedes, guiando y llevando la Diócesis hacia el ejercicio de la comunión con toda la Iglesia. Y este cambio que implica muchas cuestiones, también supone un natural y cotidiano cambio de época. Nos toca ser evangelizadores en una historia que va mutando permanentemente. De la que somos parte, por lo tanto, esos cambios nos afectan necesariamente. Y desde aquí debemos ser testigos. Por eso que nuestro testimonio nos lleva a una permanente actualización de los modos de evangelizar.

Nuestra salvación no es una salvación aséptica, salvación de laboratorio, no, o de espiritualismos desencarnados -la tentación del gnosticismo, sigue presente, es moderna, es actual-; discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos.

Nos alerta francisco de no caer en la tentación de espiritualismos desencarnados. Asépticos que en definitiva no tocan la vida… no llegan al corazón…, por lo tanto, nos dejen en la superficialidad de las formas externas, no llevándonos a una verdadera y permanente conversión. A un permanente discernimiento de la Voluntad de Dios para no engañarnos en pensar que nuestra voluntad y deseo, es la voluntad de Dios.

“Sólo cuando buscamos amar como Jesús amó, hacemos también visible a Dios y realizamos así nuestra vocación a la santidad. Con cuánta razón san Juan Pablo II nos recordaba que «el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado» (Exort. ap. post sinodal, Pastores dabo vobis). Y ve tú a decirle a algún obispo, algún sacerdote que necesitan ser evangelizados; no lo entienden. Y esto sucede, este es el drama de hoy”…

El Bautismo como llamado universal a la santidad.

Necesitamos ser evangelizados. Es llamativo este texto donde no somos vistos como evangelizadores, sino como necesitados de ser evangelizados.

El Papa Francisco ofrece en este discurso esos 4 pilares. Esas cuatro cercanías que yo quiero tomar para nuestra reflexión como vida consagrada para San Luis.

Necesitamos tener una genuina y auténtica cercanía con Dios por medio de una vida espiritual profunda, que supere la mera religiosidad. Que vaya más allá de la práctica religiosa. Que lleve a una profunda intimidad con Dios. Con el Amado. Manifestada en la cercanía de ser discípulos de Cristo. Y mucho más ustedes Consagrados, con esa relación esponsal, que se debe alimentar cada día.

Pero no solo queda anclada en esa cercanía con Dios, sino que, la Vida Consagrada solo puede darse en la Iglesia, por tal razón tendrán esa particular cercanía en sus propios Superiores y con el propio Obispo. Particularmente nos recuerda que:

la obediencia no es solo un atributo disciplinar sino la característica más fuerte de los vínculos que nos unen en comunión.

El obispo como un vínculo que ayuda a discernir la voluntad de Dios…, que vela por sus ovejas para que los lobos no disgreguen al rebaño, del mal, para destruir la fecundidad de la acción de la Iglesia que busca socavar los vínculos que nos constituyen.

Este en un punto en el que debemos tener particular atención de no caer en la tentación de rupturas y por el contrario, fortalecer los vínculos de comunión que nos lleven a ser auténticos testigos del Evangelio, de la Iglesia y no de nosotros mismos.

El papa en ese artículo como tercer punto principal, refiere a la cercanía entre los sacerdotes. Eso lo digo sobre la profundización de verdaderos vínculos de comunión entre las comunidades religiosas y entre las distintas formas de Vida Consagradas y todos en profunda comunión con la Iglesia bajo la particular obediencia al Papa, junto al obispo. Esta fraternidad… como la obediencia, no puede ser una imposición moral externa a nosotros, dice Francisco. Debe ser una mutua construcción entre cada una de las partes. Y si prima el amor como fuente y como objetivo final, todo lo demás será dado por añadidura.

En nuestra Diócesis estamos haciendo un particular esfuerzo de romper islas y de abrirnos a la universalidad de la Iglesia, particularmente en la región cuyo a través de las diversas pastorales como así también en la vida de la Iglesia a nivel nacional. En particular, a ustedes les encomiendo también, abrirse a la comunión y reflexión con la vida religiosa y Consagrada de Argentina.

Finalmente, volviendo al artículo citado, nos habla de “Cercanía al pueblo”. Este punto será clave para nuestra vida. Debemos ser servidores de la Iglesia a un pueblo en concreto. Y nos toca a nosotros ser servidores y evangelizadores del pueblo de San Luis. En este pueblo, en esta cultura y en este tiempo particular. Por eso el anunció y testimonio siempre deberá ser encarnado que mire a los ojos. Y en esa mirada se cruzarán nuestras vidas y nos marcará el camino a seguir. Jesús miró a los ojos, vio el corazón de su gente. Escuchaba y respondía. Anunciaba y era reconocido como quien tiene autoridad porque su vida era congruente. Dice bella y crudamente el Papa Francisco:

“…es importante vivir en estrecha relación con la vida real de la gente, junto a ella, sin ninguna vía de escape. A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás”.

“…El estilo del Señor, que es estilo de cercanía, de compasión y de ternura porque es capaz de caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano que reconoce las heridas de su pueblo, el sufrimiento vivido en silencio, la abnegación y sacrificios… Cercanía que permite ungir las heridas y proclamar un año de gracia en el Señor”.

Los invito a profundizar la humanización de las estructuras de nuestra Vida Religiosa. Lo mismo digo para las otras formas de Vida Consagrada. A fin de llegar a ser mejores testigos y radicalmente hermanos y hermanas en el verdadero amor. Resignificando nuestros espacios, lugares y formas en las que viven sus particulares carismas. El pueblo…, la comunidad de San Luis será sin duda nuestro espacio vital y el pueblo sencillo, nuestro mejor maestro. Tenemos que aprender de quienes ha sido los preferidos de Dios. Eso lo podemos ver con mucha frescura en la fe sencilla de nuestro pueblo. Y en la aceptación de sus dolores y cruz, será también nuestro horizonte que nos marca el rumbo que debemos seguir en nuestro seguimiento de Jesús.

Debemos aprender que este discipulado se dará desde una sana humanidad y no simplemente desde un mero ejercicio intelectual o de una opción moral.

Doy gracias a Dios por la vocación de cada uno de ustedes y ruego por su particular fidelidad al llamado y al carisma que han recibido.

Sean luz para todo San Luis.

Sean testimonio vivo de una Iglesia viva y sonriente, como lo ha sido el recién beatificado Juan Pablo I. Su sola sonrisa se hizo signo visible. Evangelicemos hasta con nuestra mirada, que hace que el silencio se transforme en grito evangelizador.

Les deseo de corazón que quienes a ustedes mire…, en ustedes vean el rostro materno de Dios que abraza, que levanta, anima y devuelve la vida y la vida en abundancia.

Volviendo a la Fiesta de la Natividad, permítanme terminar con una frase del P. Diego Canale:

Y hubo un día y una hora,
en que una niña recién nacida lloró…
Ellos la llamaron María y nosotros, Madre

Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis
Junto a la Vida Consagrada…
en el Seminario San José y San Miguel a 8 días de setiembre de 2022.