Durante la persecución de Diocleciano, hacia el año 300, San Sabino fue detenido junto con varios miembros del clero. El gobernador hizo traer una imagen de Júpiter para que Sabino la adorase, pero el santo la arrojó al suelo de un manotazo y la hizo pedazos, por lo cual el gobernador le hizo cortar las manos. Dos de sus diáconos fueron colgados por las muñecas y azotados hasta que murieron. Finalmente Sabino fue apaleado hasta morir. Su cuerpo fue enterrado a un kilómetro de Espoleto donde los cristianos erigieron una capilla en su honor.