Hijo del senador Eufemiano, nació en Roma en el siglo V. A fin de seguir al pie de la letra el consejo evangélico, Alejo dejó todas sus riquezas, su casa, su familia, y se fue al Oriente, a la ciudad de Edesa de Siria, donde vivió como un pordiosero. El pueblo lo llamaba "el hombre de Dios" por su piedad, su humildad, sus penitencias y su paciencia. Nadie conocía su origen y el hecho de ser el hijo único de un poderoso y rico senador romano. Un día se lo encontró muerto debajo de una escalera donde se guarecía, y con un pergamino en la mano en el que revelaba su verdadera identidad y relataba su vida.