Hoy la Iglesia celebra la entrada de Jesús en Jerusalén para realizar la obra de la Redención, dado que allí iba a padecer, morir y resucitar. Jesús entró en la ciudad, según relatan los Evangelios, montado en un burro y fue recibido triunfalmente por el pueblo judío que con ramos de olivo en las manos gritaba: "Hosanna al hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor".
La celebración consta de dos partes: la bendición de los ramos que se emplean en la procesión en honor de Cristo Rey, y la Misa. El lenguaje y los símbolos de la liturgia de hoy giran alrededor de una idea fuerza: en Jerusalén ingresó Jesús y hoy los fieles vuelven a aclamarlo como rey de la paz. La procesión de los ramos es presidida por la máxima autoridad eclesiástica de cada lugar y se efectúa por la calle hacia el templo como testimonio público de fe. La liturgia de hoy es una mezcla de alegría y tristeza. El ambiente festivo de la procesión es atemperado por el tono que la misa imprime a la celebración. En ella se leen tres textos bíblicos: el libro de Isaías (50,4-7) donde el profeta anticipa los sufrimientos de Jesús: "No aparté mi rostro cuando me insultaban, sabiendo que no quedaría defraudado"; una carta de San Pablo (Filipenses 2,6-11) en la que el apóstol dice que Jesús "se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó"; por último el relato de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según la versión del evangelista San Lucas.