Jueves 28 de marzo de 2024

A 50 años de la rehabilitación del padre Kentenich, fundador de Schoenstatt

  • 27 de octubre, 2015
  • Río de Janeiro (Brasil)
El 22 de octubre se celebraron 50 años de la rehabilitación del padre José Kentenich por las autoridades de la Iglesia y el final de su exilio, según lo relata el padre Alexandre Awi de Melo en una nota que reprodujo Gaudium Press. Hace un año, dice el padre de Melo, en la audiencia celebrativa de los cien años del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, el papa Francisco se manifestó impresionado con la "incomprensión y el rechazo que tuvo que sufrir el padre Kentenich".
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El 22 de octubre se celebraron 50 años de la rehabilitación del padre José Kentenich por las autoridades de la Iglesia y el final de su exilio, según lo relata el padre Alexandre Awi de Melo en una nota que reprodujo Gaudium Press.

Hace exactamente un año, dice el padre de Melo, en la audiencia celebrativa de los cien años del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, el papa Francisco se manifestó impresionado con la "incomprensión y el rechazo que tuvo que sufrir el padre Kentenich". Y explicó: "Esa es la señal de que un cristiano va hacia adelante: cuando el Señor lo hace pasar por la prueba del rechazo. Porque es la señal de los profetas. Los falsos profetas nunca fueron rechazados, porque decían a los reyes o a las personas lo que ellos querían escuchar. Los falsos profetas concuerdan con todo, dicen: ?Ah, qué bien. Y nada más?. Para los que son rechazados -continuó el Papa-, se hace necesaria ?la capacidad de aguantar?, o sea, soportar en la vida ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, con la calumnia y la difamación."

El Papa describe así, con precisión y belleza, el profetismo del padre Kentenich y su reacción paciente delante del rechazo sufrido. De hecho, abundan en la historia de la Iglesia situaciones en que fundadores proféticos, imbuidos de una inspiración particular del Espíritu Santo, no son bien comprendidos por las personas de su tiempo y, muchas veces, por la propia Jerarquía de la Iglesia. Las pruebas, a las cuales son sometidos, no son más que el camino querido por Dios para comprobar la veracidad de la profecía y la vigencia de la misión que les fue confiada.

Con el fundador del Movimiento de Schoenstatt no fue diferente. El padre José Kentenich pasó por difíciles persecuciones en diferentes momentos de su vida. Por tres años y medio (1941-1945) fue prisionero del régimen nazi y sobrevivió al "infierno de Dachau", campo de concentración al sur de Alemania, a donde eran enviados los religiosos considerados enemigos del nacionalsocialismo. La prueba más difícil, todavía estaba por venir. A partir de 1949 su obra fue sometida a una visita apostólica, conducida por el Santo Oficio. Aspectos concretos de la práctica pedagógica del movimiento eran vistos con desconfianza y se consideró más adecuado alejar al fundador de su fundación.

El padre Kentenich cumplió su exilio en la ciudad de Milwaukee, en el norte de los Estados Unidos. Se mantuvo inquebrantable en sus convicciones y continuó defendiéndolas. Enfrentó ese tiempo con paz interior, inquebrantable confianza en la Providencia y sonrisa en el rostro, sin jamás difamar o hablar mal de la Iglesia. La mayoría de las personas que convivían con él no tenían ni idea de que estaba exiliado. Cargó esta pesada cruz durante largos catorce años (el paralelo con las catorce estaciones del viacrucis es inevitable), que solo fueron interrumpidos gracias al Concilio Vaticano II.

Con los "nuevos vientos" que invadieron la Iglesia, estaba preparado el terreno para que, finalmente, la Iglesia jerárquica pudiese entender el carisma de Schoenstatt y la profecía de su fundador. El 22 de octubre de 1965, vísperas del final del Concilio, el papa Pablo VI firmó el decreto en el que se suspendían las acusaciones y se rehabilitaba al padre José Kentenich. Unos días después, el Papa lo recibió en audiencia y el fundador le prometió "la colaboración de Schoenstatt para la realización de la misión posconciliar de la Iglesia".

Pese a la movilización de obispos y cardenales, las circunstancias demostraron que, más que obra humana, su rehabilitación fue un milagro y una gracia de la Madre Tres Veces Admirable, a quien consagró su vida y su obra. Ya con 80 años de edad, Kentenich pudo retornar a Schoenstatt, a las márgenes de Reno, en Alemania, donde pasó los últimos tres años de su vida trabajando intensamente por la obra que Dios le había inspirado.

Por su pedido explícito se grabó en su tumba una frase que resume su vida: Dilexit ecclesiam (Amó a la Iglesia). En vez de distanciarlo, las incomprensiones sufridas reforzaron todavía más su amor a la Iglesia y la certeza del carisma recibido. Si la obra no fuese de Dios, mejor que no existiese, fue siempre su convicción. Al celebrar los 50 años de estos acontecimientos, la Familia de Schoenstatt renovó su compromiso de amar y servir a la Iglesia con el corazón misionero y el compromiso profético de su fundador.

El padre Alexandre Awi de Melo fue elegido por el papa Francisco para ser su traductor durante la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. Es el asesor nacional de la Juventud Masculina y director de la Central de Asesores de Schoenstatt en el Brasil.

El papa Francisco conoció al padre de Melo durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se llevó a cabo en Aparecida en 2007. El Papa, en ese tiempo el cardenal Jorge Bergoglio, fue el principal redactor del documento que resultó de ese encuentro, hoy una de las principales referencias de la evangelización católica. El padre de Melo lo ayudó en sus tareas y convivieron diariamente durante tres semanas.+