Jueves 18 de abril de 2024

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Fiesta de San Cayetano

Homilía de monseñor Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario en las Fiestas Patronales en honor a San Cayetano (Parroquia y santuario de San Cayetano, 7 de agosto de 2022)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, nuevamente, después de dos años sin poder celebrar en esta plaza al glorioso San Cayetano, por la pandemia del Covid-19, el buen Dios nos regala esta posibilidad. Posibilidad de celebrar públicamente nuestra fe en Jesucristo, Redentor de los hombres, redención obrada plenamente en sus más fieles hijos que son los santos, como lo es San Cayetano.

Celebrar a San Cayetano, Sacerdote, fiel Ministro del Salvador es acercarnos a uno de los grandes amigos de Jesús, que por haberlo seguido fielmente en esta tierra, se ha parecido mucho a Él, y hoy está muy unido a ese Jesús que conoció, amó y siguió durante toda su vida. Y es por eso que veneramos a San Cayetano, porque en él se manifiesta toda la capacidad transformadora de Jesús resucitado, toda la capacidad de hacer nuevas a las personas y la realidad toda por esa gracia que brota de la Pascua.

San Cayetano ha caminado su vida tras los pasos de Jesús, y nos ha dejado su huella, huella que hoy queremos seguir. En El Evangelio de hoy Jesús nos dice: “Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.” Él fue un hombre que hizo esto, su tesoro lo puso en Jesús, y en Jesús puso su corazón. San Cayetano nos invita a poner en Jesucristo la esperanza de nuestra vida, el tesoro de nuestro corazón. Le escribía a una dirigida suya: “si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos los santos y creaturas te abandonasen, él siempre estará atento a tus necesidades”.

“debemos ganarnos la vida eterna, cosa que no podemos hacer por nosotros solos, ya que la perdimos por el pecado, pero Jesucristo nos la recuperó. Por esto debemos siempre darle gracias, amarlo obedecerlo y hacer todo cuanto nos sea posible por estar siempre unidos a él.”

San Cayetano puso su confianza sólo en el Señor y no quedó defraudado. Invocó al Señor y fue tenido en cuenta. Procuremos imitar a este gran varón de Dios, en la unión con Jesús, en las obras de caridad y en su confianza en la Divina Providencia.

Los santos también son los grandes intercesores ante Nuestro Señor Jesucristo por las distintas necesidades por las cuales pasamos en la vida.

En este sentido quiero compartir algunos párrafos del mensaje con motivo de este día de la Comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal:

“Pedir por el trabajo es pedir que todos los trabajadores y trabajadoras tengan derecho a vivir dignamente del fruto de sus esfuerzos cotidianos y a desplegar sus potencialidades y talentos para aportar al crecimiento de nuestra Patria. ¿Cómo no pedir a San Cayetano que todos los varones y las mujeres de buena voluntad puedan vivir dignamente del fruto de su trabajo?”

“Peregrinos de San Cayetano, también suplicamos el pan de cada día, como nos enseñó Jesús. El pan que alimenta nuestra vida y que diariamente se hace más inalcanzable a causa de la inflación asfixiante que padecemos y que genera miseria. ¿Cómo no pensar en la cantidad creciente de hermanos y hermanas que se acercan cotidianamente a los comedores, en los adultos mayores que no pueden comprar sus medicamentos, en las familias cuyos ingresos son cada vez más insignificantes? Como reza una canción: ‘no es posible morirse de hambre en esta tierra bendita del pan’. El pan que se pide para todos, el que se logra con el propio trabajo, es un clamor de justicia”.

“Pedimos también el pan de la fraternidad, porque el pan no se come en soledad, se comparte en la mesa de familia, en comunidad. ¡Cuánto necesitamos este pan en una sociedad agrietada y enfrentada donde no acabamos de entender que “nadie se salva solo” y parece imposible generar proyectos comunes, donde la verdadera brecha se agiganta cada vez más en relación a los últimos, a los que padecen la pobreza y peor aún la indigencia! ¡Cuánto bien nos haría dialogar y compartir el pan de las ideas y de las prácticas que construyan una fraternidad política, para pensar prioritariamente en quienes más sufren esta crisis y para buscar soluciones honestas y realistas que prescindan del uso clientelar de la necesidad de la gente! Se necesita más que nunca en los políticos un ejercicio de la responsabilidad que vaya más allá de los propios intereses. Así aparecerá en nuestro horizonte la paz y la amistad social, que también están incluidas en ese pedido sencillo y a la vez esencial de “paz, pan y trabajo”.

“En estos tiempos complejos, en que ningún sector parece dispuesto a ceder en sus intereses, nos hará bien a todos los que somos dirigentes en distintos ámbitos – políticos, sociales, sindicales, empresariales, religiosos, etc.- dejarnos interpelar por las palabras del Papa Francisco: “La profundidad de la crisis reclama proporcionalmente la altura de la clase política dirigente, capaz de levantar la mirada y dirigir y orientar las legítimas diferencias en la búsqueda de soluciones viables para nuestros pueblos.”

Y aquí en Rosario necesitamos con premura esa paz, que cese la pérdida de vidas humanas, muchas de ellas inocentes. Por eso hoy venimos a San Cayetano a pedir la paz por nuestra ciudad. Muchos padecen esta violencia irracional, que a su vez genera una espiral de violencia que nos desangra. Pedimos el don de la paz.

Nos dice San Pablo en la primera carta a si discípulo Timoteo: “Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias, por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna”. Por eso hoy rogamos por las autoridades para que se dejen iluminar por el Señor y vean los pasos que deben dar para ir resolviendo con lucidez esta grave situación por la que transitamos y sean llenos del amor de Dios para que busquen inclaudicablemente el bien común y no intereses particulares, pues, como nos dice el Apóstol, tenemos necesidad de disfrutar de paz y de tranquilidad como condiciones para una vida piadosa y digna.

Queridos hermanos, damos gracias a Dios por tener a San Cayetano como nuestro gran intercesor ante tantas necesidades, personales y comunitarias, especialmente la necesidad de “paz, pan y trabajo” y roguemos poder imitar a este gran santo en su unión con Jesús y su gran amor al prójimo. En medio del mar tormentoso, no nos dejemos robar la esperanza. Pongamos como San Cayetano, el ancla de nuestra vida en Dios Ntro. Señor. Para que nuestra vida se mantenga en pie, con esperanza y con fortaleza en medio de la tormenta. No estamos solos: Jesucristo, la Virgen y los santos nos acompañan en el camino. Amén

Mons. Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario