Martes 16 de abril de 2024

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San Cayetano nos recuerda el Evangelio social

Homilía de monseñor Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata, en la misa por la Patria el día de San Cayetano (Santuario de San Cayetano, La Plata, 7 de agosto de 2022)

¿Quién es este santo que tiene un corazón sensible ante nuestras necesidades?

Ante todo era un enamorado de Jesucristo, que un día decidió seguirlo y nunca más volvió atrás. Así te llama a vos a encontrar a Cristo, a subirte a su barca con alegría, como dice un poema: “Puse mi pie en la barca del Evangelio, y la barca se puso a andar. Nunca más volveré atrás”. Porque con Cristo se acaba la soledad, el abandono, el miedo, la oscuridad del alma. Con el brilla esa luz que nos guía por la vida. San Cayetano se consagró a Jesús y no lo soltó nunca.

Pero por eso mismo San Cayetano fue alguien que se tomó en serio el Evangelio. Él veía lo que Jesús nos enseña en el Evangelio y se dejaba tocar, se dejaba inquietar.

Él leía cuando Jesús nos dice que lo que le hicimos a un hermano necesitado se lo hicimos a él, y se preguntaba cómo lo podía aplicar él en su vida. Leía que todos somos hermanos, y buscaba la forma de vivirlo. Pero lo que me llama la atención de San Cayetano es la creatividad que él tuvo para vivir el amor a los hermanos. Hay dos ejemplos que me impactan y que quiero recordar, porque lo muestran a Cayetano de cuerpo entero.

Por ejemplo, vio que los enfermos graves, terminales, quedaban abandonados, la sociedad no se interesaba en ellos en un momento tan terrible de sus vidas. Entonces fundó el primer hospital para enfermos terminales. Llama la atención que esto sucediera en aquella época, varios siglos atrás, cuando los enfermos terminales eran personas que prácticamente quedaban abandonadas a su suerte, como si fueran sobrantes que en algún momento tendrán que dejar de ser un peso. Cayetano tenía otra lógica: los miraba con los ojos de la fe y reconocía la inmensa dignidad de esos seres humanos. El papa Francisco insiste mucho en su encíclica Fratelli tutti que esa dignidad existe siempre, más allá de cualquier circunstancia: lindo o feo, fuerte o débil, rico o pobre, enfermo o sano, jamás pierde esa dignidad inmensa, porque esa persona es infinitamente amada por Dios.

Otro ejemplo, veía que cuando la gente estaba muy ahorcada por los problemas económicos, tenía que caer en manos de los usureros que les destruían la vida. Entonces creó un banco que prestaba con intereses bajos, que se llamaba “Monte de Piedad”. ¿A quién se le podía ocurrir un banco para los pobres? Últimamente existió esa iniciativa en la India, pero lo que no saben es que en realidad es una vieja idea de San Cayetano. Y así Cayetano acumulaba tesoros en el cielo, como dice el Evangelio.

Porque tenía ese corazón realmente preocupado por los problemas de la gente, después de su muerte mucha gente le pedía ayuda, ya que decía: este hombre que fue realmente tan generoso y tan sensible ante el dolor humano, ¿cómo no nos va a escuchar?

Hoy venimos a pedirle que a nuestras familias no les falte el trabajo, porque no queremos vivir de limosnas, queremos trabajar, poner nuestro esfuerzo para construir nuestro futuro y el bien de nuestros hijos. San Cayetano, cuidá nuestro trabajo.

Pero quiero recordar también que San Cayetano no estaba solo. Él quiso vivir en comunidad. La lectura del libro de la Sabiduría nos muestra esta decisión de los creyentes de compartirlo todo, y así hacerse más fuertes ante la persecución y las tentaciones. Leyendo la Palabra de Dios Cayetano veía que los primeros cristianos vivían en comunidad, unidos, se ayudaban unos a otros, oraban juntos, y lo cautivaba esa primera comunidad cristiana. Él quiso también vivir así, y formó una comunidad de sacerdotes que vivían con austeridad, compartían todo, y se ocupaban de los más pobres.

Tomemos este hermoso ejemplo de San Cayetano, y no pensemos sólo en nosotros mismos o en nuestras familias. Sepamos vivir en comunidad con otros hermanos y otras familias, capaces de ayudarnos unos a otros, de orar juntos, de estimularnos unos a otros para perseverar firmes y para crecer en la fe.

Todo eso es lo que tendríamos que tratar de reconocer con alegría cada vez que miremos la imagen de San Cayetano, y entonces nos va a estimular a vivir mejor.

En esta fiesta, San Cayetano nos estimula a tomarnos en serio del Evangelio y a vivir de otra manera. Que él interceda por nosotros para que aceptemos el desafío de ser santos, con una santidad comunitaria, en este mundo que nos toca vivir. Amén.

Mons. Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata