Viernes 19 de abril de 2024

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Solamente lo que tiene raíces permanece y crece

Homilía de monseñor Luis Armando Collazuol, obispo de Concordia, en la celebración patronal de Concordia en honor a San Antonio de Padua (13 de junio de 2022)

Dice la sabiduría popular: solamente lo que tiene raíces permanece.

La celebración de San Antonio de Padua nos remite a nuestras raíces cristianas. Son 265 los años de la presencia de su imagen y de la devoción de la gente de esta región. Su conmemoración ilumina y anima también hoy los caminos de nuestras vidas, de la santidad y de la evangelización.

Antonio fue franciscano; el testimonio de su pobreza enriquece el espíritu. Fue ardiente predicador misionero; la escucha de sus enseñanzas enciende la sabiduría del Evangelio y mueve los corazones a la conversión. Fue reconocido como santo por el pueblo; la admiración de su vida invita a imitar la alegría de la santidad. Tras su muerte, la Iglesia proclamó pronto a Antonio como santo en la gloria del Reino celestial; la invocación de su intercesión ante el Padre Dios en nuestras necesidades y angustias sostiene nuestra esperanza.

Celebramos 265 años de la presencia de San Antonio entre nosotros, no de una imagen sino del espíritu y la vida que ella representa.

Esta presencia primero fue en el fuerte militar español de la margen oriental del río Uruguay, al norte de la actual ciudad de Salto, que tuvo una capilla con el patronazgo de San Antonio de Padua.

Luego en la pequeña población ribereña de la actual Concordia, el puerto de San Antonio del Salto Chico, donde se levantó una linda capilla con piso y paredes de piedra, con el techo cubierto de paja. Tuvo sacerdote temporario y hasta uno permanente que dependía de Mandisoví. El único altar era presidido por San Antonio de Padua.

Más adelante, desde cuando se creó la Villa de la Concordia y se urbanizó el poblado, Antonio está presente como su santo Patrono y de él la población toma su nombre: San Antonio de Padua de la Concordia. Se construyó el primer templo - rancho donde hoy está la catedral, y San Antonio fue entronizado en esa iglesia, bendecida por el P. Mariano José del Castillo.

Y finalmente su presencia en el hermoso templo que nos legaron quienes con ilusión y esfuerzo trabajaron por el crecimiento de Concordia, y que hoy nos acoge como iglesia catedral.

La presencia de nuestra querida Madre, la Virgen María, también está en las raíces de nuestro ser regional. En las cercanías de la actual ciudad de Federación, en la estancia de Concepción del Mandisoví, fundada hace 245 años por Don Juan de San Martín, gobernador de Yapeyú, se levantó por entonces una humilde capilla donde se veneraba una imagen de la Pura y Limpia Concepción de la Virgen María. El gobernador la había hecho llevar hasta allí. Es la imagen querida y venerada de la Virgen que se encuentra hoy en el templo parroquial de la ciudad de Federación.

Alrededor del casco de aquella estancia y de su capilla se fue instalando el poblado de Mandisoví, primer asentamiento de lo que hoy es Federación. Desde entonces, María Inmaculada acompaña la vida de fe del pueblo cristiano en estas tierras del noreste entrerriano.

En torno a estas dos presencias, la de San Antonio en el Salto Chico y la de la Pura y Limpia Concepción en Mandisoví, se gestaron, nacieron y crecieron los primeros núcleos poblacionales en la región, que, desarrollados y multiplicados, constituyen hoy nuestro terruño con su gente, su cultura, su religiosidad, sus tradiciones y sus esperanzas.

No podríamos comprender suficientemente nuestra historia local sin la referencia a estas dos presencias fundacionales. Podemos decir que en ellas hay algo del código genético de nuestra identidad como sociedad y como diócesis. Allí están nuestras raíces, cuya savia debe continuar vivificándonos y dando energías para hoy evangelizar y trabajar por el bien común de la sociedad. Allí encontramos los valores de fe, familia y trabajo que animaron a tantos de los que hicieron nuestra historia regional. Son valores que brotan de las raíces de nuestra fe cristiana, pero también de la fe de hermanos de otras confesiones religiosas y del sentir humanista de tanta gente de buena voluntad.

Como en un bosque, solamente lo que tiene raíces permanece… y crece.

Cada año la celebración de la fiesta patronal de la ciudad de Concordia en honor a San Antonio de Padua, y la celebración de la fiesta patronal de la diócesis en honor de nuestra Madre, María Inmaculada de la Concordia, en Federación, nos recuerdan nuestras raíces de fe cristiana.

Alimentados por esas raíces queremos seguir creciendo de un modo fraterno, justo y solidario como ciudad y como sociedad; queremos seguir creciendo en comunión, participación sinodal y misión como comunidad cristiana y como diócesis. Anhelamos crecer sin cortar con nuestras raíces, porque el árbol talado muere.

Antonio nos muestra rumbos. Fue un hombre gozoso de ser el pregonero de los dones del amor de Dios a través de su predicación.

De él dijo San Juan Pablo II:

“Toda su predicación fue un anuncio continuo e incansable del Evangelio sin glosa. Anuncio verdadero, intrépido, límpido. La predicación era su modo de encender la fe en las almas, de purificarlas, consolarlas e iluminarlas.

Construyó su vida en Cristo. Las virtudes evangélicas, y en especial la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la humildad, la castidad, la misericordia y la valentía de la paz, eran los temas constantes de su predicación” (13.06.1994).

Como Antonio fue testigo del Evangelio con su vida, su predicación y sus obras, cada uno de nosotros también, ante el desafío de la Nueva Evangelización, ha de ser testigo del Evangelio, es decir, testigo de la luz y del amor de Cristo. Esta es la perenne presencia de la misión de Antonio de Padua.

¡San Antonio de Padua, ruegas por nosotros!

Mons. Luis Armando Collazuol, obispo de Concordia