Jueves 25 de abril de 2024

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Tedeum del 25 de Mayo

Homilía de monseñor Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario en el tedeum del 25 de Mayo

Queridos hermanos todos:

Dice la canción popular: “El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide”. A veces solemos pensar que los bienes que poseemos están asegurados, “per se”, y no nos damos cuenta que conservar y acrecentar los bienes es una tarea cotidiana.

Hoy, aquí, me refiero a nuestro amor a la Patria, de nuestro amor al pueblo, de nuestro amor al sistema de gobierno que nos hemos dado, cual es el sistema Democrático.

Amor al pueblo. ¿Estamos cuidando a nuestro pueblo? No necesitamos un gran análisis para descubrir el estado de postración y decadencia de la argentina; con más del 40% de pobres, con la inflación creciendo cada día y devorando el poder adquisitivo de los más débiles, con la inseguridad que va in crescendo, con la violencia del narcotráfico que tantas muertes ocasiona, de personas, y en particular de niños, como hemos padecido en nuestra ciudad, sin que Rosario los llore.

Pareciera que estamos más enfrascados en las luchas por el poder en vez de abocarnos a salir de este estancamiento y deterioro, mediante los acuerdos políticos y sociales sobre puntos básicos de un camino común. Entre la gente predomina el cansancio y el desencanto sobre la política y el modo de llevarla adelante.

¡El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide!

El descuido del contenido de justicia, equidad y horizonte de esperanza, especialmente para los más pobres; lo mismo que el maltrato a las instituciones de la República va generando en la sociedad ese desencanto y hartazgo. Esto puede llevar a generar ilusiones de soluciones mágicas o mesiánicas.

Por eso: ¡El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide!

En el Evangelio que acabamos de proclamar Jesús nos presenta la parábola de los talentos. Todos reciben algún don, unos más, otros menos. Todos, excepto uno, los hacen fructificar. El que no los hace fructificar es por miedo y pereza.

La vida personal, familiar y social, la vida como Nación es un don de Dios. A los argentinos se nos han dado muchos dones, muchos talentos, materiales (gran territorio, inmensas riquezas naturales), grandes capacidades intelectuales y espirituales. ¿Qué estamos haciendo con ellos? Teniendo en cuenta lo recibido, si hoy tuviéramos que presentarnos al juicio de Dios, ¿cómo saldríamos? ¿estamos multiplicando los talentos recibidos o estamos malgastando los dones sin hacerlos freuctificar?

Todos, en una media u otra somos responsables; pero evidentemente que la mayor responsabilidad está en la dirigencia política y social.

La palabra “responsabilidad” viene de “responder”. Dios nos ha dado mucho ¿qué estamos haciendo con ello?

Pero Dios siempre nos da una nueva oportunidad, cada día es un nuevo inicio al cual es convocada nuestra libertad para aplicarla, junto con la inteligencia para salir adelante.

Es el tiempo para poner lo mejor de cada uno, como dice nuestro cantante: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Es el tiempo de “ofrecer”, más que el tiempo de “reclamar” el tiempo de dar, más que el tiempo de pedir, tiempo de sacrificio en pos de un futuro mejor.

La Patria es don y tarea. El don lo hemos recibido, lo hemos heredado de nuestros mayores, ahora es tiempo de la tarea.

Cada argentino debe ser convocado a esta labor, no debe sobrar nadie, ni ser descartado ninguno. Hoy, como dice el Papa Francisco vivimos la cultura del descarte. Pero no debe ser así: cada argentino vale, su inteligencia, sus brazos, su corazón; es hora de que todos sin excluir a nadie sean convocados a la tarea de levantar la nación. Unos podrán dar 100, otros 60, otros 30, otros 10, pues todo tenemos algo para aportar.

Cuando vemos tantos planes sociales que deberían haber sido transitorios, me viene a la mente lo que alguna vez escuché: “trabajo sin pan es explotación, pan sin trabajo es humillación”.

El pan sin trabajo es como decirle a una persona: vos no servís para nada, tus mansos no sirven, tu inteligencia tampoco, no la necesitamos, pero para que no te mueras te damos para que comas”. Todos sabemos que sólo el trabajo dignifica a la persona, pues lo integra, no es descartada, se siente convocada a una construcción común; sabe que tiene algo para dar a los demás.

Esta es la gran tarea de todos, pero, en particular, de la política para generar las condiciones objetivas que den la posibilidad del trabajo digno, y así cada argentino pueda ganarse el pan con el sudor de su frente, y de ese multiplicar los talentos recibidos como Nación.

Dice el poeta Goethe en el Fausto: “lo que heredaste de tus padres, vuelve a ganártelo para poseerlo”.( Fausto, vv. 682-683). La patria se gana cada día con el trabajo de todos.

Es necesario encontrar un fundamento sólido para una construcción duradera, que venza el paso del tiempo; somos una Nación joven, pensamos que durará para siempre; pero si miramos la historia vemos naciones que ya no existen, que ya no son.

Debemos construir sobre bases sólidas. El Preámbulo de nuestra Constitución nacional nos orienta en este sentido: “Invocando a Dios fuente de toda razón y justicia”. He aquí la base sólida para una construcción duradera.

Tenemos que remontarnos más alto. No podemos conformarnos con ideales bajos, los del consumismo, el hedonismo, el de la comodidad burguesa, el del individualismo: todos ellos generadores de sujetos frágiles, sin fuerza, incapaces de amar y sacrificarse por los demás.

¿Podremos con nuestras solas fuerzas?

Ernesto Sábato nos decía en su libro la Resistencia que la cumbre del comportamiento humano se encuentra en la solidaridad, “pero cuando la vida se siente como un caos, cuando ya no hay un Padre a través del cual sentirnos hermanos, el sacrificio pierde el fuego del que se nutre,

Si todo es relativo, ¿encuentra el hombre valor para el sacrificio? ¿Y sin sacrificio se puede acaso vivir? Los hijos son un sacrificio para los padres, el cuidado de los mayores o de los enfermos también lo es: Como la renuncia a lo individual por el bien común, como el amor. Se sacrifican quienes envejecen trabajando por los demás, quienes mueren para salvar al prójimo, ¿y puede haber sacrificio cuando la vida ha perdido el sentido para el hombre, o sólo lo halla en la comodidad individual, en la realización del éxito personal?”

Podemos volver a poner el fundamento último de una gran Nación, en Aquel que es Padre, y nos hace hermanos entre nosotros, fuente de toda razón y justicia, fuente de verdadera Esperanza, Esperanza contra toda esperanza; esperanza que no defrauda. Ponemos en las manos de nuestra Madre del Rosario la vida de nuestra querida patria con la certeza que podemos salir adelante hacia un futuro mejor. Amén

Mons. Eduardo Eliseo Martín, arzobispo de Rosario