Sábado 20 de abril de 2024

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Misa Crismal

Homilía de monseñor Hugo Nicolás Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña, durante la Misa Crismal (13 de abril de 2022)

Queridos sacerdotes, queridos fieles:

Damos gracias a Dios por poder estar hoy reunidos en torno al Altar. La Misa Crismal expresa la unidad del clero con el Obispo. No nos une a los sacerdotes una cuestión táctica, de eficacia pastoral; nos une la Eucaristía para la que recibimos el Sacramento del Orden, nos une el sacerdocio de Cristo. Nos une un objetivo divino que no puede compararse a ningún otro proyecto en el mundo: que todos los seres humanos lleguen al conocimiento de la verdad y alcancen la eterna salvación.

¿Qué verdad es la que hay que conocer? la verdad sobre Dios que es nuestro Padre, que nos quiere muchísimo; la verdad sobre cada uno de nosotros: cuál es nuestro fin, que nos hará realmente humanos y muy felices; la verdad sobre el mundo: tenemos todos la responsabilidad de ponerle el orden y la justicia que Dios soñó, falta bastante para lograrlo.

¿Qué salvación tenemos que procurar que la gente alcance? La eterna en Dios. El camino comienza en la tierra y los sacerdotes jugamos un papel crucial orientando sus vidas, y muy concretamente con los medios de la Gracia que dejó el Señor: los Sacramentos.

Jesús entró un sábado en la sinagoga de Nazareth. Abrió el libro y leyó justo lo que se aplicaba a su persona: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Queridos sacerdotes: de un modo muy particular el espíritu del Señor nos asumió, nos hizo suyos, y nos consagró. Se consagra un cáliz, un altar, y son para la Eucaristía. También nos consagró a nosotros para la Eucaristía y para todo lo que se refiere a la vida de Dios en las almas.

Sabemos bien que para ser eficaces en nuestro ministerio sacerdotal necesitamos una especial sintonía con Jesucristo. Si se apagara esta sintonía, en vez de llevar la Buena Nueva a la gente podríamos estar llevando nuestras ideas, nuestras impresiones, nuestros proyectos, y no lo que Cristo quiere que les demos.

Tenemos demasiadas actividades; recemos todos para que Dios nos regale más vocaciones al sacerdocio porque no llegamos. Si el mucho trabajo obstaculizara nuestro trato con el Señor y aflojáramos en el amor, acabaríamos haciendo muchas cosas, pero con el peligro de que no sean exactamente las que Dios quiere por la falta de diálogo, de sintonía cercana con Él.

Jesús nos envía evangelizar a los pobres. Pensemos en tantos pobres de espíritu, es decir en los que tienen una fe poco firme, que incide poco en sus vidas, o en los que no tienen fe y su conducta no los dirige hacia el Cielo. Como instrumentos de Cristo estamos llamados a anunciar la liberación a los cautivos; el mundo está lleno de cautivos por la confusión de ideas, por el pecado, por un sinfín de debilidades que degradan y hacen infeliz a cualquiera. Está lleno de ciegos para las cosas de Dios, para las necesidades de los demás, de oprimidos por las miserias humanas y no saben que la Gracia de Dios existe, sana nuestras debilidades, libera de la esclavitud del error y del pecado.

Por una llamada especial somos instrumentos para que sea Jesucristo quien anuncie a los corazones de los fieles la Buena Noticia, para que Éll con su Gracia los libere, les devuelva la vista para poder contemplar lo que vale la pena de verdad, Dios en primer lugar.

Es buena ocasión esta Misa Crismal para que pensemos una vez más en la necesidad de estar muy pegados al Señor; muchas veces nos recuerda el Papa Francisco la importancia de ser personas de mucha oración, la de petición por supuesto, pero también de esa más personal que nos une a Dios, que modela nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestra vida a imagen de la de Cristo. Parece apagarse la fe en mucha gente; la solución es que todos -sacerdotes, consagrados y consagradas, y Uds. queridos fieles- seamos más santos, más de Dios; que nuestro nivel de vida espiritual sea más alto, y vivamos con una coherencia de vida cristiana cada vez más profunda.

Dice el Profeta Isaías (65, 23) por boca de Dios: mis elegidos no trabajarán en vano. Dios está detrás de todo lo que hacemos, por eso tenemos que estar siempre llenos de optimismo, de esperanza, aunque los resultados de nuestros esfuerzos no sean inmediatos; qué lindo que los fieles vean siempre -lo ven- esa visión de fe en nosotros sacerdotes, que nos vean alegres.

Vamos a renovar ahora mismo nuestros compromisos sacerdotales porque queremos ser fieles a Dios. Le pedimos que nos haga sacerdotes santos y muy apostólicos; contamos con la oración de todos Uds., queridos fieles; se nota que rezan por el Obispo, por los sacerdotes, por las vocaciones, nos sostienen.

Me querido grabado un cuadro de un famoso artista italiano, Tiziano, Pintó una secuencia sobre la Pasión del Señor. Una de esas pinturas muestra a Cristo como de rodillas con la Cruz a cuestas y detrás a un hombre lo mira mientras sostiene también él la Cruz. Cristo mira de frente, sus ojos se dirigen a quien observa el cuadro; en su mirada se advierte el dolor, pero al mismo tiempo el interés por el que lo mira, por la gente; se está entregando, le interesa el otro. Pegados al Señor su mirada será cada vez más la nuestra, la del que está siempre pendientes de servir, de darse, de dar la luz de Dios a todos y en cada momento, y fundamentalmente volcados en alimentarlos, purificarlos y fortalecerlos con los sacramentos y en particular con la Eucaristía, el gran tesoro que Jesús puso en nuestras manos sacerdotales.

Hemos sido ungidos para ungir. En la vida de un sacerdote no falta la alegría de ungir a los bautizados que así comienzan su camino de santidad, y también la de ungir a quienes están cerca de dar el salto hacia la eternidad en Dios. Nos toca acompañar el camino de la vida cristiana que empieza y acaba en Dios, es impresionante.

En la vida no faltan dificultades, podemos cansarnos; que nada ponga sombra a la alegría que brilla en nuestro corazón de haber sido elegidos por Dios hizo y nos haya involucrado en el proyecto tan impresionante del sacerdocio de Cristo. Que así sea.

Mons. Hugo Nicolás Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña