Querido Fernando:
Has sido mirado con amor por parte de Dios y has sido elegido para para ser su discípulo.
Has sido mirado con amor por parte de Dios para ser testigo.
Te ha configurado como hijo en el Hijo.
Por su Gracia serás (o deberás ser) sacerdote, profeta y rey.
Serás o deberás ser profeta en tu tiempo. Anunciando y denunciando aquello que no sea de Dios. La Luz ilumina las tinieblas. Y nosotros debemos ser testigo de esa Luz que ilumina la oscuridad de nuestros tiempos. Me consta tu preocupación con el tema de los jóvenes., de las drogas y de sus suicidios que te han tocado de cerca en la jurisdicción parroquial. Y es sano prepararnos para acompañar y cuidar la vida, preservándola como testigos y también como profetas. Has sido ungido con el Crisma para cumplir la función de rey, velar por llevar adelante los valores del Reino y las tareas propias de gobierno que busquen el bien común.
¡Qué importante tarea y servicio se te ha sido encomendada!
Y todo como en un proceso y camino de fidelidad. Dejar que Dios vaya impregnando tu vida. Que vayas configurándote con Él para que quien te mire a vos pueda llegar, por ese reflejo, a ver el rostro misericordioso de Dios.
Todo esto cuanto acabo de decir, se desprende de un sacramento fundamental: El Bautismo.
Quizá muchos de los que acaban de escuchar cuanto dije, pensaron que me refería al sacramento del Orden. Pero no, no era así. Me referí siempre al sacramento del bautismo.
Y desde allí he comenzado esta homilía, justamente para resaltar la importancia de este sacramento que nos hace Hijos. Y a ese gran don recibido hoy, incorporarás uno más. Nuevo y distinto. El otro, era camino a la salvación. Este que vas a recibir hoy es en orden al servicio.
Primero debes ser cristiano.
Primero, debes ser hijo para luego, poder ser servidor. O como nos llama comúnmente la gente: para poder ser “padre”. El ministerio sacerdotal solo se lo va a poder entender desde la óptica del servicio. Cuando esto no es así, necesariamente se corrompe. Y estás llamado a ser un sacerdote fiel. Que interceda entre Dios y los hombres. Que actualice el Misterio Eucarístico. Que lleve el consuelo y el perdón. Que anuncie el Evangelio y lo lleve a sus hermanos con la vida y con las obras. Con las palabras y con los hechos. Que sane heridas.
Tenés la Gracia de recibir el Orden Sagrado Sacerdotal en el día de San José. Las lecturas de este día nos llevan a profundizar el concepto de “padre”. Natán, en el nombre de Dios, profetiza a David diciéndole: “Yo seré para él padre, y él será para mí hijo”. Abraham, por la fe se convierte en padre para todos nosotros. Justificado por la fe y apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza para llegar a ser finalmente, padre de muchas naciones. A eso sos llamado: a ser testigo de la fe y de la esperanza puesta en Dios que nos amó hasta dar la vida y que nos sigue llamando a ser sus hijos y a seguir los pasos de Jesús.
En tu caso, aún más de cerca por el Orden Sagrado, a Jesús Maestro y Servidor. En tu fidelidad silenciosa y diaria te irás configurando con Jesús como servidor y Él mismo te irá haciendo maestro por su Gracia, no por tu esfuerzo o capacidades. Cuanto más te abajes serás más alto, cuanto más seas servidor, tu luz brillará más fuerte. Pero no por el “deber ser”, sino por la Gracia que habite en ti. Y tendrás también desde la raíz ministerial, el ejemplo y la intercesión de San José que te enseña a estar si lucirse, ni llamar la atención. A ser fiel, desde el lugar que te toque, sin necesidad de falsos protagonismos. Eso necesita el Pueblo de Dios: sacerdotes, fieles..., servidores... y presentes en sus vidas y en las comunidades que les sean encomendadas.
Te ha llevado muchos años llegar hasta aquí y con las luces y las sombras vividas, no dudo que habrás purificado tu respuesta a este llamado.
Dios se ha revelado en la historia y ha hecho de la historia el camino de la Salvación. Porque desde nuestra realidad nos ha redimido.
Vos sos hijo de esta historia y en este caso, de esta Diócesis y estas llamado a ser servidor aquí y ahora.
No dejes de buscar la luz de Dios. No dejes de ser dócil a su Espíritu y duro con el mal espíritu, que no dudo acechará como león rugiente embelesándote con sus dulces y engañosos encantos. Para ello, te ha dado muchos dones y ellos mismos deberás cultivar para no guardarlos como tus tesoros, sino para convertirlos en instrumentos del Reino y particularmente de esta Iglesia de San Luis.
Ayuda con tu aporte ministerial a que la Iglesia de San Luis sea cada más servidora de todos, ligera de equipaje. Ligera de ropajes innecesarios que lentifiquen su anuncio. Ayuda a refrescar su rostro misericordioso que sane heridas, que suavice asperezas y que levante a quien está caído. Cada nuevo sacerdote ayudará también a sus hermanos en el ministerio, a recordarles que también ellos alguna vez fueron noveles sacerdotes, llenos de vida y entusiasmo. Que este llamado tuyo y esta luz que comienza a iluminar también por cercanía y fraternidad, anime a tus hermanos a volver a su amor primero, volviendo a brillar con frescura. Muchas veces nos dejamos invadir por deseos mundanos y la envidia, o la competencia irrumpen en las relaciones entre sacerdotes. O la falta de virilidad de no decir las cosas de frente es una rápida y cercana tentación, del mal espíritu que rompe nuestra unidad.
También eso te encomiendo., ayudanos con tu testimonio a ser hermanos. A creer en la fraternidad que se vive y no se declama. El óleo fresco que unge tus manos sea ese óleo que nos renueva a todos y nos vuelva a llevar a decir sí.
Si creciéramos en el amor, también nuestro anuncio será distinto y sin dudas, creíble.
El sacerdocio si se vive en forma aislada y como un proyecto “personal”, deja de ser fiel al llamado recibido para ser solamente fiel a proyectos individualistas. Y muchas veces no evangélicos.
Nuestra Diócesis necesita de sacerdotes llenos de vida., sanos., alegres., auténticos, que vivan en la verdad, que sean servidores. Sé profeta de todo esto.
Finalmente, permitime decirte algunas palabras acerca de lo que vas a hacer en tan solo unos minutos: Prometerás respeto y obediencia al obispo. No solo a mí, que me toca presidir esta Iglesia hoy, también a la persona de quienes serán mis sucesores.
Este es un tema muy importante. Mi servicio frente a vos y a los demás fieles, en este Misterio de la Iglesia, será llevarlos siempre a la comunión con Dios y con todos los demás hermanos. Y para ello me esforzaré siempre en rezar y en escuchar la voz de Dios, a fin de que solo ese interés sea el que oriente mis manos y mis decisiones de gobierno. Sabiendo que solo Dios es la verdad en su máxima dimensión. Por ello, al momento de vivir tu ministerio, esa obediencia y respeto que hoy prometerás se irá actualizando y manifestando en hechos concretos. En la medida en que vivas este proceso a la luz de la fe, entonces será una gracia y no una dificultad.
Hace muy poco, el papa Francisco, al respecto nos ha regalado esta reflexión:
...Como Iglesia con demasiada frecuencia, e incluso hoy, le hemos dado a la obediencia una interpretación que dista mucho de la escucha del Evangelio. La obediencia no es un atributo disciplinario sino la característica más fuerte de los lazos que nos unen en comunión. En este caso, obedecer al obispo significa aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser poseedor de la voluntad de Dios, y que ésta debe ser comprendida sólo a través del discernimiento. Obediencia, por tanto, es escucha de la voluntad de Dios que se discierne precisamente en un vínculo. Esta actitud de escucha nos permite desarrollar la idea de que nadie es principio y fundamento de la vida, sino que todos deben confrontarse necesariamente con los demás...
...La obediencia es la opción fundamental de acoger a quien se pone ante nosotros como signo concreto de ese sacramento universal de salvación que es la Iglesia. Obediencia que también puede ser confrontación, escucha y, en algunos casos, tensión, pero no se rompe. Esto exige necesariamente que los sacerdotes oren por los obispos y sepan expresar su opinión con respeto, valentía y sinceridad. Requiere también humildad por parte de los obispos, capacidad de escucha, de autocrítica y de dejarse ayudar. Si defendemos este vínculo, seguiremos nuestro camino con seguridad...
Esta obediencia, en otra escala y dimensión, seguramente te tocará vivir junto a tus fieles, a quienes, como dócil pastor, deberás conducir, guiar y amar.
En el mismo discurso, el Santo Padre, dijo también:
"La proximidad del Señor no es una tarea adicional: es un don que Él hace para mantener viva y fecunda la vocación. La cercanía con Dios, la cercanía con el obispo, la cercanía entre nosotros los sacerdotes y la cercanía con el Pueblo Santo fiel de Dios.
Cercanía al estilo de Dios, que es cercano con compasión y ternura".
(Discurso Santo Padre, participantes Simposio para una Teología Fundamental del Sacerdocio,
17 de febrero de 2022)
Muy oportunas e iluminadoras sus palabras.
No me quiero extender más. Solamente desearte que ese amor que has sentido para decirle sí y que te ha traído hasta aquí, se renueve y fortalezca cada día. Sin olvidar jamás que el ministerio sacerdotal no es un camino para transitar en soledad, sino que se construye día a día desde una verdadera y no teórica comunión. Comunión con el Obispo, con tus hermanos sacerdotes y con todo el Pueblo de Dios a quienes estas llamado a servir.
A María y a San José, encomendamos este ministerio que hoy comienza una vez más, por obra y Gracia de Dios, quien te ha llamado y te sostendrá.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis