Miércoles 9 de octubre de 2024

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Apertura del Sínodo diocesano

Homilia de monseñor Luis Antonio Scozzina, obispo de Orán, en la apertura del Sínodo Diocesano (Predio de los Mártires del Zenta, Pichanal, 23 de octubre de 2021)

Queridos hermanos estamos reunidos hoy celebrando varios signos de la presencia de Dios en nosotros. En primer lugar, estamos como Iglesia diocesana celebrando los 60 años de vida eclesial diocesana, este es también uno de los dones que el señor le ha dado a estas comunidades, ser una iglesia donde Cristo se hace presente, visible, cercano.

Hoy también queremos unirnos a la acción de gracias por la aprobación de la beatificación de los Mártires del Zenta que nos convocan; nos convocan a partir de su testimonio de entrega de su servicio, de su deseo de anunciar el Evangelio de Jesús en medio de los pueblos y las comunidades originarias.

Hoy invitados por el papa Francisco, queremos iniciar como Iglesia diocesana este tiempo de escucha, de dialogo, esto que llamamos sínodo, es decir deseo de caminar juntos en la escucha, en el dialogo, en el discernimiento.

Por eso al escuchar el evangelio que acabamos de proclamar se nos invita a un modo de ser Iglesia, nosotros en el camino de la vida andamos con nuestras luchas, con nuestras alegrías, con nuestras penas, con nuestras ilusiones y también con nuestras desilusiones, lo que soñamos para nosotros para nuestras familias para nuestra comunidad, lo que soñamos para nuestra iglesia lo que esperamos; la experiencia de los discípulos de Emaús, es la experiencia de aquellos que soñaron y no se vio realizado el sueño que ellos esperaban porque no comprendieron que el camino que Jesús venía a proponerles tenía que pasar por la muerte y resurrección y en ese camino Jesús se dejó encontrar.

 Ojala queridos hermanos que este peregrinar a este santuario cada vez que lo realicemos nos dejemos encontrar por Jesús y él se deja encontrar cuando nosotros somos capaces de compartirle nuestros dolores, nuestras desilusiones, nuestra pérdida de sentido, la perdida de fe, porque estos discípulos habían perdido la fe, las mujeres le habían anunciado que había resucitado y no le creyeron, estaban tan desilusionados, como tantas veces nos pasa a cada uno nosotros, nos pasa a nosotros los sacerdotes muchas veces desilusionados de nuestro propio ministerio, perdida de alegría, falta de entusiasmo, no querer caminar juntos; y le pasa al pueblo fiel de Dios, cuantos nos agrupamos en pequeños grupos pero no queremos compartir una iglesia que se hace junto, caminar junto con los hermanos mas allá del modo de pensar de sentir de cómo vive cada uno su espiritualidad; este llamado de caminar en la vida y en la vida de la iglesia, dejarnos encontrar por Jesús para que él nos vaya haciendo comprender en que consiste el camino de Dios para nuestra vida.

Hermanos abramos los oídos del corazón y de la fe para dejar que el Señor nos vaya indicando el camino que cada uno tiene que hacer en su vida para el encuentro con Jesús.

Jesús se nos hace encontradizo, se encuentra con los discípulos que están desengañados y desilusionados, pero estos discípulos tienen este don de escuchar a este extraño que los acompaña en el camino. Cuantas veces en la vida hermanos alguien extraño a nosotros con una palabra, con un gesto nos abre el camino de la escucha y esta es tal vez la invitación más grande que el Señor hace a nuestra iglesia, a nuestra comunidad de creyentes abrir el corazón, el oído para escuchar la necesidad del hermano, para escuchar al otro para escuchar lo que los demás no pueden expresar.

Vamos a pedirle al Señor que nos conceda en este tiempo de gracia que abre el sínodo de los obispos donde se nos propone que cada comunidad se encuentre, se escuche y discierna, es decir se pregunte qué nuevas respuestas, qué nuevos caminos el Señor nos invita a realizar y esto es para cada uno de nosotros miembros de la iglesia que quiere caminar en la escucha de lo que el Señor nos pide.

El testimonio de estos Mártires, de esta comunidad misionera donde hoy tenemos confirmados que dos de ellos van a ser reconocidos como Mártires en esta comunidad misionera que entrego su vida reconocemos la entrega el servicio de toda la comunidad para la misión evangelizadora , no la hace el sacerdote solo, no la hace el obispo solo, la presencia es siempre una comunidad de creyentes que con su vida con su testimonio y entrega anunciamos en el lugar donde estemos que Jesús resucito, que Jesús vive en medio de nosotros, ojala queridos hermanos que la pronta beatificación de los Mártires, esperemos que se el próximo año, nos permita no solo festejar sino hacer durante este tiempo un tiempo de discernir, de preguntarse qué significa para la diócesis de Orán esta presencia misionera, esta presencia que comenzó allá en 1683 pero que después a lo largo de todos los siglos se fue multiplicando con la presencia de tantos misioneros que vinieron a traer la buena noticia del Reino a nuestras tierras con tantos misioneros, religiosos, laicos, sacerdotes que hoy entregan su vida al servicio de esta comunidad y esta iglesia, hoy estamos llamados a multiplicar los misioneros del Evangelio de Jesús, con ese amor preferencial por los últimos, ese amor que tubo don Pedro Ortiz de Zarate y Juan Antonio Solinas, ese amor preferencial por los pueblos originarios.

Don Pedro Ortiz de Zarate era párroco de Jujuy tenía su lugar, su reconocimiento y sin embargo fue capaz de dejar su lugar de comodidad y tal vez privilegio y venir a meterse en estas tierras que eran difíciles porque estaban en conflictos entre los españoles y las comunidades originarias, vinieron a hacer camino del anuncio con la paz, sin arma sin poder, este es el gran testimonio que hoy todavía tiene actualidad.

Necesitamos sacerdotes, de religiosos, de consagrados, de laicos que quieran vivir este compromiso de amor por los más postergados por aquellos que no cuentan, hoy vivimos una realidad donde la inequidad se va haciendo cada vez más patente, donde queremos como iglesia estar y es también la celebración de los Mártires un modo de definirnos como iglesia, que iglesia queremos ser, no por la que yo pienso sino por la que el espíritu suscita en nosotros cuando escuchamos el clamor de nuestras comunidades, de nuestro pueblo sencillo, tantos hombres y mujeres que han perdido el sentido de la vida que están absorbidos en tantas adiciones, que han perdido el sentido de la vida porque se han quedado en el pleno consumir, donde lo fundamental es hacer fiesta y pasarla bien, ese es el sentido de la vida para muchos, necesitamos redescubrir el sentido profundo de nuestras vidas porque nuestras vidas valen porque somo bendecidos, somos una comunidad bendecida.

Hoy tenemos que dar gracias por esta presencia misteriosa de Dios, de un Dios que nos ha elegido nos ha llamado para habitar en medio de este pueblo y necesitamos que esa gracia reanime nuestra fe, nuestro compromiso, por eso hoy los invito de un modo especial al iniciar este tiempo del Sínodo que cada comunidad parroquial se reúna, realice las asambleas parroquiales, no con el pequeño grupo de siempre, sino abran las puertas de la comunidad parroquial para que nos escuchemos cuales son los anhelos, que buscamos, compartamos nuestros sueños, los que el Señor pone en nuestros corazones, necesitamos hacer ese tiempo, en nuestra iglesia diocesana lo vamos a realizar durante el tiempo de la próxima cuaresma de marzo a abril, será el tiempo en que nos escuchemos, será el tiempo que hagamos el discernimiento, será el tiempo que nos preguntemos como podemos ser mejores evangelizadores, como podemos servir mejor a las necesidades de los hermanos, que nos preguntemos que nos pide él Señor a cada uno de nosotros y ese tiempo nos ayude también a sentirnos parte de una iglesia que es viva, de una iglesia que camina de una iglesia que peregrina hacia el encuentro del Señor.

Agradezco a los hermanos que vinieron de lejos, no es lo mismo estar que no estar, es signo de comunión, de presencia; agradecemos a los peregrinos de Jujuy; a monseñor Daniel Fernández, obispo de Jujuy, que nos está acompañando; a monseñor Félix Paredes CRL, obispo de Humahuaca, a monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta; y a monseñor Marcelo Daniel Colombo; a sacerdotes y al obispo de Cerdeña, Italia.

Motivo de gratitud, los invito que hagamos este gesto de renovar nuestra fe.

Mons. Luis Antonio Scozzina, obispo de Orán