Caminemos juntos, con Santa Teresa vamos a Jesús
Desde la fundación de lo que es hoy nuestra ciudad y nuestro partido de Lanús, santa Teresa de Ávila ha sido protectora e inspiración. A la luz de su testimonio de santidad, nos reunimos hoy en su fiesta. La patrona de esta ciu- dad y segunda patrona de toda la diócesis de Avellaneda Lanús ilumina con su sabiduría el camino hacia Jesús. Por eso este año hemos querido celebrar la fiesta bajo el lema: “Caminemos juntos, con Santa Teresa vamos a Jesús”.
El “Caminemos Juntos” es una clara referencia a este especial tiempo de sinodalidad en la iglesia. El papa Francisco dio inicio, el fin de semana pasado, a un proceso sinodal de toda la Iglesia y nosotros lo haremos también, a nivel diocesano, el próximo domingo 17 a las 11 hs. en la parroquia San Juan María Vianey. Se trata de un camino que nos orienta hacia el Sínodo de Obispos de 2023. Queremos abrirnos a la acción del Espíritu, y esperamos que él nos guie y nos dé la gracia para crecer en comunión, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, en solidaridad con las fatigas y los deseos de la humanidad. El Sínodo es un momento eclesial, y el principal protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo, no habrá asamblea eclesial posible, no habrá camino común, ni comunión, ni participación, ni misión … Por eso el primer paso en nuestro caminar juntos es implorar la presencia del Espíritu: “Ven Espíritu Santo”.
“El mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad” (Ro 8, 26)
Hemos escuchado en la primera lectura, tomada de la carta de Pablo a la comunidad de Roma, que nuestra verdadera esperanza está puesta en la asis- tencia amorosa del Espíritu de Dios y que en esa esperanza estamos salvados.
¡Qué duros han sido estos largos meses de pandemia! ¡Cómo nos ha enfer- mado también el miedo, la incertidumbre y la desesperanza…! Por eso es tan lindo encontrarse en esta oportunidad, volver a reconocernos y procurar for- talecernos en nuestro servicio de cercanía y cuidado, de solidaridad y presencia.
Vamos tomando conciencia de que ni nosotros ni el mundo somos los mis- mos después de la tormenta. Y se nos plantea de nuevo la pregunta: ¿Cómo vamos a transitar los caminos del cuidado de la humanidad? Tenemos una misión indelegable. Llamados a tomar una posta; más aún, a abrir caminos, con la compasión de Jesús y animados por su mismo Espíritu. Ojalá el camino sinodal que estamos por iniciar, este “caminar juntos”, nos permita decir con una sola voz, como comunidad diocesana: “Ven Espíritu Santo. Tú que vienes en ayuda de nuestra debilidad, ábrenos a tu presencia y tu acción, enséñanos a ser también nosotros portadores de esperanza y de consuelo para las mujeres y los hombres de nuestros barrios y ciudades, de nuestro tiempo”.
“Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9)
Comunión, participación, misión: es el ritmo a tres tiempos que va desple- gando el pulso del caminar juntos. Se trata de caminar juntos, permaneciendo en el amor de Cristo. El aislamiento y el distanciamiento que hemos vivido y, en cierta medida, seguimos viviendo, han sido una ayuda para cuidarnos y cuidar a otros; una expresión concreta de ese amor que Jesús nos pidió vivir como señal de que somos sus discípulas y discípulos. Pero somos conscientes de que nuestra vocación es el encuentro, y aún respetando las medidas pre- ventivas del distanciamiento, hemos tenido que encontrar modos para estar presentes, para mantenernos cerca…
Esta experiencia es la que queremos profundizar y madurar ahora: la expe- riencia de comunión, participación y misión, que nos permita ser, de un modo nuevo, esa comunidad que estamos llamados a ser y, sobre todo, que nos per- mita no cortarnos, no desprendernos del árbol. Porque es allí, en la comunión de ser un solo cuerpo, donde circula la sabia vital y se vuelve posible la vida plena.
“Nada te turbe…”
Este tiempo nos va enseñando con más fuerza que el futuro del cristianismo depende de una espiritualidad que sea capaz de hacernos experimentar una vida plena en el amor. El cristianismo está llamado a profundizar en su iden- tidad mística, esa fuerza vital que da sabiduría y fuerza. Por eso nos ilumina hoy más que nunca el testimonio de la sabia doctora de Ávila, quien supo en- contrar en el profundo a amor a Dios el camino de la felicidad y la plenitud. Una vida espiritual honda y madura nos ayudará a reconstruirnos después de la pandemia. Por eso invito a todas las generaciones, a todos los sectores, a tomarnos en serio nuestra vocación de discípulas y discípulos de Jesús en una vida espiritual que se traduzca en frutos de servicio y fraternidad.
De santa Teresa hemos aprendido a decir:
Nada te turbe;
nada te espante; todo se pasa;
Dios no se muda, la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Solo Dios basta.
Escuchamos estos consejos de Teresa en estos tiempos de modo especial, y pedimos a Dios la paciencia amorosa y activa y la esperanza serena que nos permita experimentar este caminar juntos como una invitación a la participa- ción, al servicio, a la comunión.
Es mi primera fiesta de santa Teresa entre ustedes y ahora, en el querido territorio de Lanús, vuelvo a decirles lo que dije en el inicio de mi ministerio: Para hacer juntos este camino vengo a estar entre ustedes como el que sirve (Lc 22, 27). Cuento con ustedes. Cuenten conmigo.
Mons. Marcelo Julián Margni, obispo de Avellaneda-Lanús