Viernes 29 de marzo de 2024

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Domingo XII del tiempo ordinario

Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza, en el domingo XII del tiempo ordinario (Parroquia Nuestra Señora del Carmen, San Martín, 20 de junio de 2021)

Queridos hermanos,

En la primera lectura, el Señor nos habla a través del Libro de Job (38, 1. 8-11). Todo está sujeto al poder de Dios. También los fenómenos naturales. Él los creó y de Él dependen en cuanto a la magnitud de su dinamismo en relación con el universo. Job es el hombre del asombro. Una sucesión de desgracias personales pone a prueba su fe y lo llevan a optar por Dios hasta el final, confiado en su infinito poder y en la conciencia de que Él le ha dado todo. Ojalá también nosotros nunca dejemos de sorprender ante la obra de Dios, reconociéndonos parte de ella. No somos dueños para destruir la tierra, somos administradores de un don, la vida misma, regalo del Señor para ser multiplicado.

En la Segunda Carta a los Corintios, Pablo nos invita a considerar la actuación redentora de Cristo. En su muerte hemos sido salvados; en su Pascua, somos herederos de la vida nueva. Por eso su amor nos urge. Porque no puede terminar en nosotros, sino que desde nosotros debe irradiarse hacia todos.

El Evangelio de Marcos nos presenta un texto que hemos escuchado muchas veces: el de la tempestad calmada. Los Apóstoles en la barca, junto a Jesús, se ven sorprendido por una tormenta que asusta a aquéllos mientras Jesús duerme. El temor se apodera del ánimo de los discípulos que ven peligrar su vida y, con Pedro a la cabeza, despiertan al Señor que los anima a tener fe y a no aterrorizarse porque Él está junto a ellos.

Quizá el comentario más concreto y claro de este Evangelio, haya sido aquel memorable momento de oración del papa Francisco, el 27 de marzo de 2020, cuando en completa soledad en la Plaza de San Pedro, pronunció aquella reflexión que todavía hoy sostiene nuestra esperanza. La pandemia no ha pasado y como una tremenda tormenta nos azota hasta la desesperación. Nos encontramos desde hace casi un año y medio, expuestos en nuestra extrema fragilidad, en la conciencia de estar todos en la misma barca, y en ella, como en el texto evangélico, está también Cristo que nos sostiene en esperanza.

¿Pero qué otras tempestades nos afligen además de la pandemia? Es inevitable referirnos a ella, pero deberíamos reconocer la magnitud de otros temporales que nos duelen como Humanidad y como país.

La Humanidad se debate principalmente hoy ante la tempestad de la brecha entre sociedades muy desarrolladas y aquéllas otras, que no logran siquiera ponerse en pie; el acceso a las vacunas ha puesto de manifiesto esa diferencia. Por eso, es un signo positivo que algunos países compartan sus vacunas con países más pobres y postergados.

Como país, los enfrentamientos permanentes, incrementados en tiempo preelectoral, agravan las condiciones de nuestra vida social, atravesada por la pandemia. Si siempre la unidad es un desafío para un pueblo llamado a crecer, en este tiempo tan difícil la unidad es imprescindible para atender la emergencia y salir juntos de ésta.

Para nosotros, los creyentes, aún estas circunstancias tan difíciles nos convocan a expresar nuestra esperanza que ponemos en Dios, al frente de la barca y con poder sobre el mar y todas las tempestades, mientras comprometemos nuestros esfuerzos de estrecharnos más como Iglesia, junto al Señor que triunfa sobre toda tormenta.

¡Muy feliz día del Padre! Con alegría los saludo y les hago llegar mis deseos de paz y felicidad en el Señor, en la vivencia honda y fecunda de la paternidad que Él les ha regalado como don para comunicar en su nombre la vida y cuidarla con generosidad y esmero. Los hijos expresan esa acogida del regalo de Dios, que Uds. procuran llevar a plenitud.

También es el día de recordar y dar gracias por nuestros padres fallecidos. Al evocarlos, lo hacemos con tristeza ante su ausencia, ante la necesidad que tantas veces tenemos de escucharlos o de verlos caminar a nuestro lado como cuando éramos chicos, pero también nos invade la gratitud a Dios y a ellos por lo que supieron ser para nosotros, aún con sus propias limitaciones y pobrezas.

Elevemos una oración especial por los papás fallecidos en estos tiempos de Covid, donde nos hemos visto sorprendidos y superados por el drama de una enfermedad que no conocíamos.

Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza