Jueves 25 de abril de 2024

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"El sueño de la vocación"

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el cuarto domingo de Pascua (25 de abril de 2021)

En este cuarto domingo de Pascua, la Iglesia celebra la Jornada mundial de oración por las Vocaciones; en especial por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Por eso este domingo es llamado el domingo del Buen Pastor. El Evangelio que leemos (Jn 10,11-18), nos dice: «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa […] Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí».

En el mensaje del Papa para la jornada de este año, se nos invita a contemplar la figura de San José y el sueño de la vocación. «Se trata, en efecto, de una figura extraordinaria, y al mismo tiempo tan cercana a nuestra condición humana. San José no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni aparecía importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacía notar, los Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios. Dios ve el corazón (cf. 1 Sam 16,7) y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida». (Mensaje del Santo Padre Francisco para la 58º Jornada Mundial de oración por las vocaciones).

Contemplar la imagen de San José nos ayudará a redescubrir que la experiencia vocacional nos hace captar que nuestra vida está cargada de sentido. Quizá esta expresión nos sirva para entender que solo desde la fe podemos tener una comprensión profunda de temas como la vida, la familia y el matrimonio, la Iglesia y su misión, el sacerdocio y el celibato. Desde una visión materialista que sólo comprende al hombre desde lo fisiológico e instintivo, difícilmente se puedan entender estos valores como un don de Dios, como un regalo e instrumento de servicio a la humanidad y al bien común. Desde una antropología materialista, el matrimonio monogámico y el celibato serán considerados como algo antinatural.

Reducir el celibato a una mera imposición de la Iglesia es, de hecho, una falta de respeto a la inteligencia y al mismo Cristo que es el «sumo y eterno Sacerdote», célibe, que dio su vida por todos nosotros. En los textos bíblicos se descubre una profunda valoración por el celibato y la castidad por el Reino de los cielos, así como en los Padres de la Iglesia, doctores y pastores, desde el inicio apostólico y hasta el presente.

El unir el celibato y el sacerdocio ministerial es una opción por una mayor radicalidad evangélica hecha por la Iglesia desde su potestad y respaldada por la Palabra de Dios y el testimonio de los santos y tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia desde este don, y aún desde sus fragilidades, trataron y tratan de donarlo todo en exclusividad a Dios y a su pueblo. Los malos ejemplos y aún nuestras propias limitaciones no invalidan el aporte de tantos que antes y actualmente dan su vida por los demás.

Si a la sexualidad la humanizamos y consideramos la capacidad de espiritualidad en el hombre y mujer, así como la inteligencia, la voluntad, la libertad, y su capacidad de trascendencia, se podrá captar que la sexualidad y la genitalidad son maravillosas y mucho más plenas, porque están ligadas al amor humano, y no sólo a una sexualidad liberada a los instintos que siempre deja a la persona sumergida en una profunda insatisfacción. Desde una comprensión correcta de la persona humana, también se puede entender que la sexualidad es un vehículo que no sólo hace a la generosidad, sino que puede instrumentar la donación de la propia vida en el amor a los demás.

Este fin de semana rezamos en la Iglesia por las vocaciones sacerdotales y religiosas, con la confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana. El mismo Señor nos dijo que imploremos porque la mies o el trabajo es mucho y los operarios son pocos. Desde ya damos gracias a Dios porque Él sigue obrando el llamado y la respuesta de muchos jóvenes a consagrase a Dios y a sus hermanos. Responden al llamado porque creen en el Amor.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas