Lunes 25 de noviembre de 2024

Documentos


¡Cristo vive! - El primero que resucitó entre los muertos (Col. 1, 18)

Editorial de monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa, para el suplemento diocesano "Peregrinamos", órgano de difusión de la diócesis (Abril de 2021)

Jesús de Nazaret, nuestro Señor, fue crucificadopero Dios lo resucitó de entre los muertos. Este es el anuncio firme y constante, y el fundamento definitivo de la fe y de la predicación Apostólica; ésta es, la gozosa y la Buena Noticia que, a lo largo de los siglos, la Iglesia va proclamando sin cesar a todos los hombres para que, libre y voluntariamente, con alegría, crean en Él y se adhieran de todo corazón a su Persona y a sus enseñanzas, y lo sigan, en unidad fraterna, con todos aquellos que quieren ser sus discípulos y testigos.

A pesar de las pruebas y adversidades de la vida, -como esta pandemia prolongada que padecemos-, y aún en medio de todas las dificultades, propias, por otra parte, de la contingencia humana, es un don y una gracia celebrar y vivir los Misterios de la Pascua del Señor, misterios que acabamos de celebrar, y que se prolongarán a lo largo de cincuenta días, culminando con la Venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés.

Ahora bien, celebrar y vivir auténtica y eficazmente la Pascua del Señor que, este año desde el inicio de la Cuaresma y a sugerencia del Papa Francisco, anhela tener el acento y matiz de la FRATERNIDAD, exigen de nosotros fortalecer la fe en Jesucristo, procurando convertir y transformar nuestras actitudes más profundas de vida y, a la vez, orar, sin desfallecer, a Dios Padre, bajo la moción del Espíritu Santo, ya que sólo de esta manera podremos cumplir verdaderamente la voluntad divina. Así nos lo enseñó Jesús, nuestro Maestro: Todos ustedes son hermanos… y no tienen sino un solo Padre celestial (Mt 23, 8-9), y a Él debemos dirigirnos con confianza filial de esta manera: Padre nuestro… (Mt 6, 9). El hecho de pedir a Dios que venga a nosotros su Reino y que nos perdonemoslas ofensas unos a otros, pone de manifiesto nuestra debilidad y, como consecuencia, la fragilidad y precariedad de todas las actividades humanas; construir, por tanto, la fraternidad es “don y tarea”.

La Iglesia, Madre y Maestra, bajo la guía del Espíritu Santo, nos recuerda que hay que purificar y perfeccionar, por la cruz y resurrección de Cristo, todas las actividades humanas, que a causa de la soberbia y el egoísmo corren diario peligro (Cf. GS 37); y nos enseña también, que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor, instándonos a abrir a todos los hombres los caminos del amor y a esforzarnos por instaurar la fraternidad universal (Ibíd. 38). Hoy, el Papa Francisco renueva y actualiza este pedido del Concilio Vaticano II en su encíclica Fratelli tutti, donde afirma que: para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo (FT 277).

San José, en este año especialmente dedicado a él, es ejemplo de generar vida en lo cotidiano; y, por su humildad y fidelidad, por su silencio y laboriosidad, por su entrega y servicio a los demás, en la misión que se le encomienda, es modelo de toda vocación cristiana, también para el sacerdocio y la vida consagrada.

Vivamos este Tiempo Pascual, en medio de las debilidades y fragilidades humanas, con un renovado compromiso por erradicar de nosotros todo orgullo y egoísmo; esforcémonos, con la fuerza del Espíritu Santo, por construir e instaurar lafraternidad universal en Cristo Resucitado, Señor de todos, para gloria de Dios Padre.

¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN

Mons. José Vicente Conejero Gallego. obispo de Formosa