Mis queridos hermanos,
“Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que
Él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos”.
(Hchs. 10,42)
¡Feliz Pascua de Resurrección! El Señor ha cumplido su promesa de vencer a la muerte y de darnos nueva Vida. La Semana Santa nos ayudó a entrar en este tiempo de encuentro con Cristo resucitado. Si todo el año hemos vivido la preocupación por la extendida circulación del Covid, el Señor nos llama a una esperanza nueva porque camina junto a nosotros.
Estamos invitados a pasar del encuentro con el Resucitado al testimonio vivo de esa misma esperanza, para que nuestros hermanos conozcan al Señor y amándolo, lo sigan. El anuncio de Cristo muerto y resucitado, ocupa el primer lugar de la misión de la Iglesia y no se agota en la sola predicación de los misterios de la fe, sino que reclama aquellos gestos de vida que la corroboren y que el Señor nos encomendó.
En una Iglesia donde todos somos corresponsables, cada uno según su propia vocación y misión, la búsqueda común de la voluntad del Señor constituye una exigencia imprescindible para edificar con el impulso del Espíritu Santo, una Iglesia servidora y en salida.
La organización y articulación de la catequesis, en sus distintas modalidades, nos compromete a pastores y fieles en el discernimiento comunitario, imprescindible para su afianzamiento, con la “recuperación” en cuanto sea posible, de los grupos que el año pasado se cerraron, aquellos niños y jóvenes que interrumpieron su formación, y de aquellos catequistas que no volvieron por razones personales y familiares, que puedan ser convocados.
Si bien puedan llegar a dictarse con el tiempo distintas medidas que impongan distintos tipos de restricciones, con la experiencia alcanzada, y en el máximo respeto a las precauciones sanitarias que puedan determinarse, debemos poder afrontar los desafíos de conjugar presencialidad y virtualidad, con las intermitencias que puedan llegar a darse.
En esa línea, la Junta de Catequesis ha puesto a disposición de las comunidades, distintos instrumentos pedagógicos y doctrinales para encaminar este proceso. El año pasado ignorábamos muchas cosas en esta materia. Hoy ya tenemos nuevas herramientas para asumir las exigencias de la vida pastoral en pandemia, juntos, pastores y fieles.
También el año pasado habíamos previsto conformar el Consejo arquidiocesano de Pastoral, pero no pudimos hacerlo por la larga cuarentena y la consecuente imposibilidad de celebrar los encuentros anuales de pastoral arquidiocesana destinadas a ese fin. Queremos retomar ese camino, incorporando las nuevas modalidades de encuentro. En ello está trabajando el Equipo arquidiocesano de Animación Pastoral. Los consejos parroquiales ya indicados, así como los equipos de animación pastoral de los decanatos, constituyen espacios imprescindibles en la configuración del Consejo arquidiocesano de Pastoral.
Esta reflexión pastoral está orientada por un “Documento para el Camino hacia la Asamblea Eclesial Latinoamericana” y se ha indicado una secuencia de etapas con distintos modos de participación. Acompaño esta Carta Pastoral de Pascua con los materiales enviados por el CELAM, para que los párrocos y animadores pastorales los conozcan y pongan a disposición de sus comunidades.
De parte de la Arquidiócesis, queremos unirnos a este Camino latinoamericano en el marco de las actividades de los distintos sectores y áreas pastorales. Cada comisión arquidiocesana, las parroquias, los colegios, los movimientos e instituciones, todos estamos invitados a sumarnos a esta reflexión para profundizar nuestro andar sinodal en el contexto más amplio de la Asamblea Eclesial Latinoamericana.
Queridos hermanos, una vez más les deseo una Feliz Pascua de Resurrección. Somos testigos de un Dios vivo que nos comparte la alegría de su triunfo y nos asocia a su misión de transformar el mundo por amor. Deseo agradecerles todo lo que hemos ido viviendo juntos en este tiempo y la comprensión ante las distintas medidas pastorales dictadas en respeto a las disposiciones sanitarias y la exigencia de cuidarnos y cuidar a los hermanos. El acompañamiento de parte de los fieles, constituye para nosotros los pastores, un signo pascual de la Iglesia comunión que conformamos. Las rencillas innecesarias provocadas por quienes no participan de este espíritu pascual, pueden distraer y desgastar el testimonio de Cristo resucitado. Sepamos perdonar y concentrar nuestro espíritu en lo que realmente cuenta, la llamada del Señor que nos urge a anunciarlo a los hermanos.
Los abrazo y bendigo en Jesús, buen Pastor resucitado, ante la mirada maternal de la Virgen del Rosario.
Mendoza, 3 de abril de 2021
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza