Queridos hermanos,
¡Muy feliz Pascua de Resurrección! La Iglesia junto a toda la Humanidad celebra el triunfo de Jesucristo sobre la muerte y el pecado. Nuestro Dios crucificado, no está muerto. Vive y está entre nosotros animando nuestra esperanza. Luego del dolor y el sufrimiento, el horizonte se ha llenado de luz porque el Señor Jesús, resucitado, nos indica el camino de la Vida nueva.
En la primera lectura, el apóstol Pedro en una catequesis sencilla y llena de fervor, recapitula la vida de Jesús y de la primera comunidad cristiana en torno al Señor. Las celebraciones junto a sus discípulos nos hablan de la Resurrección. La misión de la Iglesia es dar a conocer esta buena noticia de la Vida vencedora y plena.
En la Carta a los Colosenses se pone de manifiesto la experiencia de la Pascua verificada en el bautismo. Muertos con Cristo, resucitamos junto a Él. La experiencia de la Resurrección se anticipa así en nuestra misma vida creyente, invitándonos a vivir como hombres y mujeres de la Pascua de Cristo.
Junto a María Magdalena nos acercamos al Sepulcro del Señor y con ella descubrimos que el Cuerpo de Jesús no está allí. María Magdalena no puede explicarnos qué sucede; la desazón la invade, pero no la inmoviliza, vuelve con los Apóstoles para comunicarles lo acontecido, instándolos así a dar pasos que esclarezcan qué pasó con el cuerpo del Maestro.
Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro, aunque es el primero quien entra y confirma la difícil noticia de la Magdalena. Sin embargo, los lienzos tendidos y el sudario prolijamente enrollado no hablan de robo y atentado, sino de una feliz noticia que el Señor ya había anunciado: al tercer día resucitaría de entre los muertos.
Este discípulo amado nos representa; como él, junto a Pedro, nos sentimos llamados a testimoniar la Resurrección, a ver con ojos de fe que cuanto Jesús nos ha prometido, se cumple y no tiene retroceso. La vida se impuso sobre la muerte y el poder del mal ya no nos domina si permanecemos en amistad fraterna y permanente con el Señor.
En este momento doloroso de la Humanidad, la confianza en Dios es la que nos rescata de la desazón y la angustia, de la desesperanza e incluso del individualismo de los que huyen por temor. En la Pascua de Cristo somos fortalecidos y rescatados para vivir en comunión como miembros de una Iglesia en salida, llamada a testimoniar que el Señor vive para siempre.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza