Viernes 22 de noviembre de 2024

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El camino de un pueblo: del miedo a la confianza, de los gritos al canto compartido

Segunda Carta Pascual 2021 de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco (24 de marzo de 2021)

A los fieles de la diócesis de San Francisco.
Queridos hermanos:

1. En esta 2ª Carta pascual les propongo la lectura orante de Ex 14, 15-15, 21: el paso del Mar Rojo y el canto que entona el pueblo a continuación. Ambos textos están en el centro de la liturgia de la Palabra en la Vigilia Pascual. No pueden faltar. La salvación que Dios regala está en ese “paso” en medio de la noche. El cruce del Mar Rojo es profecía de la Pascua de Cristo y de todas las pascuas eclesiales y personales. Los invito pues a rumiar esta preciosa narración. Que el Espíritu guíe nuestra lectura orante.

I. El cruce del Mar Rojo (Ex 14, 15-31)

2. El relato tiene tres partes. La primera, frente al mar, con los gritos del pueblo que ve llegar al ejército egipcio (vv 1-14). La segunda con las aguas que se abren para dar paso al pueblo (vv 15-25). La tercera con la derrota de los egipcios y la salvación de Israel (vv 26-31). Esta narración -dicen los estudiosos- es fruto de varias tradiciones cuyos hilos entretejen un atrapante relato.

1. Ante el mar (Ex 14, 1-14)
3. Dios habla a Moisés y le revela su plan de salvación. Se acerca una crisis de proporciones (y no será la última), pero Yahvé tiene todos los hilos en sus manos. Es el Señor y el Juez de la historia. Es, sobre todo, el Dios que ama y salva a su pueblo. El Faraón, por su parte, tiene una reacción brutal: acaba de morir su primogénito, pero él piensa en la pérdida de la mano de obra esclava. El corazón está endurecido por la ambición de poder. Sin embargo, no es menor la ceguera del pueblo israelita, a pesar de haber sido testigo de las proezas de Dios a través de Moisés. A la vista del ejército exterminador que se acerca y ante la barrera insalvable del Mar vuelve a la queja amarga, la murmuración y la rebeldía.

4. Es una gran crisis de fe y de confianza en Moisés y, en última instancia en Dios. Grita de miedo y de desesperación. Es todavía un pueblo de esclavos. Sigue interiormente sometido. Pero ha resonado la Palabra divina que salva. Hay que escuchar y obedecer: solo entonces comienza a ser vencido el miedo y a desarmarse los lazos de la esclavitud. Comienza realmente la aventura de la vida y la libertad.

2. El viento sopla y las aguas se abren (Ex 14, 15-25)
5. “Después el Señor dijo a Moisés: «¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.” (Ex 14, 15). ¿Por qué Dios interpela así a Moisés? Nada dice el relato de un grito del pobre Moisés. Dios lee el corazón. Comprende que su amigo ha comenzado a sentir el peso de la situación y de su misión. Moisés está en medio de una dramática encrucijada: ve también el ejército que se acerca, escucha el clamor del pueblo y ve su desasosiego. Pero, sobre todo, ha escuchado la voz de Dios que le asegura que, por ese amenazante Mar, pasa la salvación. Podemos vernos reflejados en Moisés y en su corazón vacilante. ¿Cuántas encrucijadas de la vida nos encuentran en la misma situación? No sabemos qué hacer, cómo reaccionar, con una guerra interior de sentimientos.

6. Contemplemos también de qué manera Moisés, creyente y amigo de Dios, sale adelante: la voz de Dios ha resonado… y él obedece: “Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.” (Ex 14, 21-22). Esta escena es un eco del Génesis. También aquí, las aguas, que representan el poder abrumador del mal, son separadas por el viento (el “aliento-espíritu”) que Dios sopla. Así comienza a experimentarse la salvación: una nueva creación, surgida como la primera, del amor sabio de Dios. El amor vence el temor. Y el pueblo se pone en camino…

7. Al amanecer, cuando la luz comienza a vencer las tinieblas de la noche, el Señor, por medio de su servidor Moisés, hace que las aguas vuelvan a su cauce normal. Y, así, los egipcios son sepultados. Antes, sin embargo, los que se habían opuesto al plan de Dios realizan una dramática y certera confesión de fe en el señorío de Dios: “Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto».” (Ex 14, 25).

3. El triunfo de la Vida (Ex 14, 26-31)
8. Las aguas del Mar Rojo son “imagen de la fuente bautismal”. Y los que atraviesan las aguas prefiguran “al pueblo cristiano”. Así rezamos en la Vigilia Pascual. Con los ojos iluminados por la fe, contemplemos ahora esta escena: “Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.” (Ex 14, 30-31).

9. La noche ha pasado, comienza a brillar la luz del día. Dios ha intervenido, salvando a su pueblo. Los esclavos son ahora libres. Han sido liberados por la poderosa mano del Señor. El texto acentúa la dimensión contemplativa de la fe: el pueblo ha visto la salvación y, así, se convierte en testigo de todo lo que ha hecho el Señor. Esta profecía encontrará su realización más perfecta en María, figura de la Iglesia orante, que “conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.” (Lc 2, 19). Y, también como en María, la fe contemplativa se vuelve ahora canto de alabanza, acción de gracias y adoración. ¿Estás viendo la obra de Dios en los fragmentos de tu vida, en tu camino personal y comunitario? Se trata de abrir los ojos para contemplar la vida…

II. Cantar la libertad que Dios regala (Ex 15, 1-21)

10. La respuesta a la acción de Dios es un canto nuevo que brota jubiloso del corazón del pueblo. El miedo deja su paso a la alegría. Así reza el pueblo de Israel. Así aprendieron a rezar María, José y el mismo Jesús. Así oramos también sus discípulos. Estamos en la escuela de oración del pueblo de Dios. Miriam, profetisa y hermana de Aarón, con las mujeres del pueblo repiten la antífona: “Canten al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros” (Ex 15, 22). Las mujeres, una vez más, aciertan con la fe.

11. En la Vigilia pascual entonamos los versículos principales (vv 1-18). Les sugiero leer el cántico completo: Ex 15, 1-21. Podemos dividirlo en dos partes: los vv 1-12, centrados en lo que Dios realiza en el cruce del Mar Rojo: salvación del pueblo y destrucción de sus enemigos; los vv 13-22, nos llevan más allá: describen la entrada en la tierra prometida, la morada santa del Señor en medio de su pueblo. Este canto nos permite así contemplar toda la historia de la salvación: no solo el éxodo sino también el don de la tierra.

12. En el centro del cántico, y como protagonista excluyente está el Dios fuerte que salva a Israel. Es guerrero poderoso, pastor y guía. Es también, como en la mañana de la creación, artesano y agricultor. Todo lo que hace tiene un beneficiario: el pueblo que ama, cuyo clamor ha escuchado conmovido y al que conduce ahora hacia la libertad. Notemos que ni siquiera Moisés aparece en el canto. Solo Dios. La libertad despunta allí donde el corazón se libera del narcisismo y se abre al éxtasis del amor, la alabanza y la adoración.

13. No solo las aguas son dominadas por el poder del “aliento-espíritu” del Señor (cf. Ex 15, 10), sino que el resto de los pueblos queda presa del temor ante el poder salvador de Dios. El Creador es el Señor de la historia que salva a su pueblo. Y, como una profecía del mensaje de Jesús, el cántico culmina cantando el reinado de Dios: “¡El Señor reina eternamente!” (Ex 15, 18). Es canto compartido por todo el pueblo. La fe no puede quedar en una experiencia solitaria e intimista. Se vuelve canto, se comparte. No podemos callar lo que Dios obra en nosotros y para nuestra salvación. Evangelizar es cantar en coro.

III. También nosotros crucemos el Mar Rojo y cantemos en coro

14. ¿Qué palabra nos ha tocado el corazón? ¿Qué luz nos ofrece la rumia de esta página de la Escritura? Comparto con ustedes algunas resonancias que esta poderosa Palabra del Señor deja en mí.

a. La Palabra sigue resonando fuerte, hoy como entonces. Especialmente en tiempos inciertos y desafiantes. Precisamente en esos momentos la voz del Señor se hace oír. Nos invita a la obediencia y, sobre todo, a ponernos en camino.

b. El corazón se arruga. El miedo se vuelve grito desesperado. También el hombre de Dios vacila. Las Escrituras no ocultan la fragilidad: ni la del pueblo, ni la de Moisés. Nos invitan a ir hasta el fondo de ella. Allí nos espera el Dios que nos salva. Es el realismo de la fe que nos vuelve audaces y humildes.

c. Solo entonces emerge la posibilidad real de caminar la confianza, fruto maduro de la fe y que se nutre de la esperanza. Dios salva. Toda la historia de la salvación nos lo dice, de una u otra forma, hasta llegar a su cumbre: Jesús es el Salvador que ya ha cruzado el Mar Rojo. A nosotros nos toca dejarnos llevar por el Soplo de su Espíritu.

d. Hoy tenemos una amenaza muy fuerte: la soledad y el individualismo que nos encierran, volviéndonos tristes y desesperanzados. ¡Abramos los ojos y miremos a Cristo que nos da otra perspectiva! Dios nos lleva de la mano a través de las aguas impetuosas. Y nos lleva como pueblo. De las aguas bautismales nace la comunidad cristiana. Somos familia. Somos hermanos. ¡Tenemos esperanza!

e. También nosotros somos invitados a cantar las maravillas del Señor. Lo hacemos, por cierto, en la liturgia que compartimos, sobre todo, el domingo. Lo hacemos cada día, viviendo la libertad que Dios nos regala como compromiso de amor con nuestros hermanos, especialmente en el servicio a los más pobres, a los que se sienten solos, a los que lloran sus heridas, agudizadas en este tiempo de pandemia.

15. El relato del paso del Mar Rojo ilumina nuestra vida como Iglesia diocesana. Al evocar estos sesenta años de camino compartido, no puedo dejar de preguntarme -y de preguntarles- qué “Mar Rojo” tenemos que cruzar, dejando nuestros miedos, solo obedientes a la Palabra del Señor.

María, Francisco de Asís y Brochero siguen inspirando nuestro peregrinar. Nos confiamos también a san José. En esta Pascua 2021 que estamos a punto de celebrar, crucemos juntos el Mar Rojo. Bendiciones.

Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco