Viernes 22 de noviembre de 2024

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Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Homilía de monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta, en la solemnidad de la Inmaculada Concepicón (Catedral basílica de Salta, 8 de diciembre de 2020)

Queridos hermanos:

La Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen es una fiesta de las cuatro grandes fiestas en honor a Nuestra Señora que adquiere en esta ocasión un especial significado porque hoy termina el Año Mariano Nacional. Lo hemos vivido como quiso Dios, procurando recibir los dones en el corazón y sin hacer expresiones públicas porquela pandemia exigió que así lo fuera. La Iglesia intentó descubrir la voluntad de Dios y responderle cuidando a los hermanos. Esta Solemnidad nos pone ante la dimensión más humana de cada uno de nosotros, ante lo que está en lo profundo de cada ser humano.

La pregunta que Dios hace al primer hombre: ¿Dónde estás? es una pregunta que nos hace a nosotros cada día. En el silencio del paraíso (Adán se había escondido) resuena la pregunta con mayor fuerza. Y Adán responde: “Oí tus pasos por el jardín, tuve miedo porque estaba desnudo y por eso me escondí”; pero, cuando el Señor le pregunta: “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo”? El hombre no asume la responsabilidad. La historia está atravesada por esas cobardías nuestras, porque cuando el hombre no está en Dios pierde el sentido, lo domina el miedo y la violencia se enseñorea en su corazón. Frente a esa pregunta, quien da una respuesta libre es la Virgen: “Aquí está la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”, responde en el momento de la Encarnación.

La historia del hombre es la de dos libertades, la de Dios y la nuestra, que sólo se encuentran en la medida que Dios ocupa su lugar, el Dios verdadero, el Dios que sostiene nuestra dignidad y nuestra libertad, que nos ha creado, que nos quiere, que nos sigue buscando… (porque Dios no deja de buscarnos a cada uno de nosotros) y en la medida que estamos en Él podemos darle una respuesta al estilo de María.

Ella inaugura una nueva historia, no la historia de la cobardía que se hace violencia, sino una historia de la aceptación con Jesús, su Hijo, aceptación que se hace paz, fraternidad y comunión. Y ahí estamos nosotros, en ese dilema, porque en nosotros habita el hombre viejo, que es ese Adán que huye y también Jesús desde el Bautismo, que es el hombre nuevo que responde:

¡Si! a Dios y a los hermanos.

Es penoso que tengamos que celebrar este día de la dignidad y de la libertad con el tratamiento de la ley del aborto de parte de quienes le tendrían que brindar seguridad al Estado y desde el Estado a la Nación. Se me ocurre pensar que el más desnudo de nuestros hermanos, en el sentido de desprotección, es el niño en el vientre de su madre. Y se me ocurre pensar que la patria está en una situación de decirle a ese niño ¿te cuido o hago lo de los dioses paganos que devoran a sus hijos? ¿te reconozco la dignidad o te la niego? ¿te llamo fenómeno?

Pensar al Señor Jesús en el vientre de la Madre, como un “fenómeno” es un absurdo. Él no es un fenómeno; nosotros adoramos al Hijo de Dios desde el momento mismo de la concepción. Y, a Ella, Nuestra Señora, hoy la veneramos en su Inmaculada Concepción desde el momento que Ella comienza existir en el vientre de Santa Ana. Y no veneramos nueve meses a un fenómeno; veneramos a la Santísima Virgen. Me resulta imposible pensar que mis dos sobrinos nietos que tienen uno cuatro meses y el otro más de un año, hayan sido un fenómeno. Sus padres y sus madres y no solamente ellos, no esperamos al “fenómeno”, nosotros esperamos a dos niños.

¿Puede el Estado declarar legal la muerte del inocente? El drama es que nos acostumbramos porque son muchos los estados que lo aprueban, pero no dejara de ser un “crimen horrendo”, como lo dice el Concilio Vaticano II. En esta hora, que es una hora de amenaza de muerte, nos aferramos a la Virgen, que es la Señora de la vida para pedirle que inspire, que le pida al Padre que inspire a los que van a decidir.Un Estado que le niega dignidad, nada menos que al más frágil, construye su propia destrucción.

Queremos poner en el corazón de la Virgen, la Madre de la Vida el futuro de nuestra patria.Es una pena, que en torno a la Inmaculada, en estos días se debata negando la ciencia, negando la evidencia, negando la vida. Y nosotros, responsables de la generación que viene, debemos pensar delante de Dios que sigue preguntándonos ¿Dónde estás? ¿Dónde está tu hermano?

Dios puede hacer el Milagro, a Él se lo pedimos.

Mons. Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta