Queridos catequistas:
Les escribo con gran expectativa y deseo que estén viviendo bien este tiempo tan particular signado por la pandemia del covid-19. Sé que la imposibilidad de reunir a los niños, jóvenes y adultos en los clásicos encuentros catequísticos (cosa que deseamos vivamente se reanuden cuanto antes sea posible) no les ha impedido la transmisión de la fe, especialmente a través de las tecnologías actuales. Sé que han puesto todo el empeño posible para seguir ayudando a los catequizandos en el crecimiento y maduración de la vida cristiana de cada uno de ellos. Por eso, quiero expresarles mi más profundo agradecimiento.
Como Iglesia arquidiocesana estamos empeñados en un camino de sinodalidad, de misión y misericordia. La catequesis quiere hacer punta en buscar caminos que hagan de la misma una fluida comunicación de la fe. Estos caminos los buscamos juntos, es decir en sinodalidad. Uds. saben que la sinodalidad no es un aspecto accidental de la vida de la Iglesia sino que hace a su naturaleza misma, a su esencia. Es por eso que queremos caminar juntos en la perspectiva de encontrar los criterios y las orientaciones que haga de la labor catequística el instrumento más adecuado, en los tiempos que vivimos, a fin de que, especialmente, las nuevas generaciones conozcan y amen a Jesús, que es el objetivo fundamental de la catequesis.
Para ellos los convoco a este camino sinodal que debe desembocar en las decisiones pastorales que el Obispo ha de tomar para toda la Iglesia arquidiocesana. Uds. saben que el camino sinodal reclama la participación de todos, el trabajo de reflexión y elaboración de criterios por parte de algunos, recogiendo lo aportado por todos; y finalmente la decisión de uno, que es el pastor, el que indica, luego de haberse vivido todo ese proceso sinodal de discernimiento, algunos criterios y normas pastorales que lleven a la catequesis a cumplir más acabada y fielmente su misión.
El camino sinodal no es un mero trámite burocrático, no es tampoco el querer imponer las propias ideas sobre la catequesis, no se trata de juntar mayorías y decidir por votación simplemente. Se trata sobre todo de un proceso de “discernimiento”, que comienza por la escucha. En primer lugar ponernos a la escucha del Señor, y preguntarnos qué dice el Espíritu a la Iglesia de Rosario en este tiempo en orden a la catequesis. El Señor nos habla en su Palabra, en la enseñanza del Papa, en el Magisterio de la Iglesia, y en la voz del santo pueblo fiel de Dios; nos habla también a través de la realidad con sus circunstancias; y nos habla de un modo particular en la oración.
De ahí entonces que lo primero es ponernos en oración para escuchar la voz de Dios, para disponer nuestros corazones a un profundo discernimiento acerca de lo que el Señor quiere para nuestra catequesis en la arquidiócesis, para discernir, “no acomodándonos al mundo presente, sino transformándonos por la renovación de la mente, y así distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (cf. Rom 12,2).
A los queridos Sacerdotes, que son los primeros catequistas en sus respectivas comunidades, los exhorto, a que asuman vivamente este camino que hoy comenzamos, animando a sus catequistas a emprenderlo con esperanza, con ilusión, con constancia y mucho compromiso.
Queridos catequistas, a través de esta carta quedan todos invitados a iniciar este camino sinodal, comenzando por la oración, tomando como primera etapa, y hasta terminar este año, el orar juntos para que la labor sinodal que nos espera sea fecunda y según el querer de Dios, para nuestro tiempo, en nuestra querida Iglesia que peregrina en Rosario. Que la intercesión de María del Rosario, y San Pío X, patrono de los catequistas, nos aseguren un luminoso y fecundo tiempo para nuestra catequesis.
Con pastoral y cordial afecto en Cristo Jesús.
Mons. Eduardo E. Martín, arzobispo de Rosario
Rosario, 21 de agosto de 2020, día de San Pío X, patrono de los Catequistas