Queridos hermanos
Quiero comunicarme con cada uno de ustedes, con toda la hermosa y querida diócesis de Avellaneda Lanús: los sacerdotes, los diáconos, las religiosas, religiosos, los seminaristas, el querido pueblo fiel y con cada comunidad. La intención de este mensaje es de agradecimiento a Dios por haber estado todos estos años compartiendo y caminando junto a ustedes, recorriendo esta querida diócesis de Avellaneda primero, Avellaneda Lanús luego.
En estos días he presentado al Santo Padre mi disponibilidad llegando a los 75 años -que estoy por cumplir- y además por otras razones, he presentado mi disponibilidad y él me ha comunicado que agradece mi entrega y acepto con toda fuerza y con toda verdad, la voluntad del querido Santo Padre. Siempre como persona, como sacerdote, como obispo, me he movido en esta línea: Dios, la conciencia, Pedro, la Iglesia, los fieles.
Es un momento doloroso de despedida, yo para ustedes y ustedes para conmigo, ¡pero no importa!, porque lo real es que Jesucristo es el Señor de la vida, el Señor de la historia, el Señor de las causas, el Señor de toda nuestra vida; a El seguimos y nosotros, como creyentes, de Él venimos, con Él caminamos y a Él regresamos.
Mi vida será desarrollada de otra manera, sin el gobierno pastoral que, les puedo asegurar, desgasta mucho, cansa bastante, pero que también forma y templa muchísimo.
Quiero agradecerles a todos ustedes; pedirles perdón y disculpas por mis omisiones, que no fueron pocas en este gobierno diocesano. Ustedes recen por mí y yo seguiré rezando por ustedes. Justo hoy --un siete de agosto, fui enviado como Vicario a San Cayetano para esa famosa fecha--, hoy siete de agosto de 2020 el Santo Padre me confirma la renuncia. Acompañémonos mutuamente, nos vamos a encontrar en cada Eucaristía y el Señor nos va a seguir avanzando.
Yo les pido, por favor, como Iglesia: identidad, pertenencia, participación. Preparen su corazón para recibir al nuevo obispo que el Santo Padre dispondrá en el momento conveniente. ¡Prepárense! La Iglesia está presente, la Iglesia está viva. Sigan anunciando en todas partes que Jesucristo es el Señor de la vida, es el Señor de la historia, es el Señor de cada uno de nosotros.
Nos acompañaremos. La misa de despedida será, si Dios lo permite, el 15 de agosto; por supuesto no con la presencia de ustedes pero si de modo virtual, donde daremos gracias a Dios y gracias a la Virgen porque Ella es la culminación máxima del Espíritu Santo, la Llena de Gracia. Recen conmigo un Ave María a Nuestra Señora de la Asunción y que el Señor nos bendiga a cada uno de nosotros, que siempre nos siga dando su alegría, su ternura y su paz.
Les dejo la bendición de padre y pastor; que el Señor los bendiga a todos, sus familias en especial a los que están solos, a los que están enfermos, pero que siempre tengan el consuelo de Dios.
Nuestra Señora de la Asunción, San Cayetano, Santa Teresa de Jesús, rueguen por nosotros.
Muchas gracias y hasta pronto
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo emérito de Avellaneda-Lanús