Queridos hermanos:
Estamos celebrando a nuestra Madre, la Virgen de la Consolata, cuya advocación nos habla de Consuelo. Esa Gracia particular que nos viene de Dios y que nos reconforta en nuestras tribulaciones para que, a su vez, “nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios”, tal como escribía San Pablo a los Corintios.
Esta vez celebramos a la Virgen en condiciones distintas, extrañas, dado que estamos viviendo tiempos difíciles, raros… y no sólo nosotros sino toda la humanidad.
La pandemia ha descolocado al mundo… A un mundo que se creía omnipotente, que pensaba que a través de la técnica podía prever y dominar todo, una fuerza invisible le ha echado por tierra todas esas pretensiones, invadiendo a las personas de temor, inseguridad y, lo que es más angustiante, no vislumbrando una salida inmediata.
Además, como siempre sucede, sufriéndola dramáticamente los más pobres y desamparados…
Como nos decía el Papa Francisco desde la desolada, oscura y lluviosa Plaza San Pedro el 27 de marzo comentando el texto evangélico de la tempestad calmada según San Marcos:
“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos… Esta tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades….”
Por ello nosotros ahora buscamos refugio en la Consolata… Ella nos ofrece al Jesús que lleva en sus brazos quien nos dice ¡No teman!, el Padre que cuida de los pájaros del cielo cuida de ustedes que valen más que muchos pájaros…
Tenemos la certeza de que es el Dios Providente el que gobierna la historia. Por ello debemos mirar y aceptar estos tiempos difíciles como un paso misterioso del Señor ese Dios en estos tiempos; paso que, en definitiva, será para el bien de la humanidad.
Tanto en la vida María como en la de los santos hubo momentos oscuros que luego se percibieron como un paso providencial de Dios, pidamos a la Virgen de la Consolata que nos regale esa mirada de fe a fin de que podamos discernir la Voluntad de Dios en esta situación.
Nos ilumina en nuestro discernimiento la palabra profética del Papa Francisco que le grita al mundo diciéndole:
* Aprendamos a ser “pobres de espíritu” y a hacernos cargos de los más pobres, de los que sufren: los enfermos, los ancianos, los que están solos…
* Todos somos iguales a los ojos de Dios, las escandalosas desigualdades no son su voluntad, construyamos por tanto una sociedad más equitativa…
* Cuidemos la Casa común, nuestro planeta, devastado por la desenfrenada ambición y codicia del hombre…
La pandemia y la cuarentena a la que nos hemos visto obligado cumplir también ha sido la oportunidad para muchos sacaran lo mejor de sí…
Lo vimos en el personal sanitario (médicos, enfermeras, personal auxiliar…), algunos hasta han ofrendado su vida en este abnegado servicio.
Lo percibimos en los que tuvieron que seguir trabajando para el funcionamiento de la sociedad; en los sacerdotes disponibles para acercarse a llevar el consuelo y los sacramentos a los enfermos o a movilizarse para socorrer a los que estaban soportando la falta de alimentos…; en tantas personas, particularmente jóvenes, que se ofrecieron solidariamente para servir a los pobre y a los ancianos solos… Y la lista podría ser interminable…
Virgen de la Consolata en este día en que celebramos tu fiesta te pedimos la enorme Gracia de poder salir de esta pruebe siendo mejores personas y mejores cristianos.
Que cuando se supere la misma, la toda humanidad haya aprendido a ser más solidaria, desterrando la globalización de la indiferencia…
Madre hoy venimos a tus pies, cargados con nuestro pesar y el de nuestros hermanos, a fin de que nos regales el Consuelo que nos viene de tu Hijo Jesús.
Mons. Adolfo A. Uriona DFP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto