Queridos hermanos:
Al terminar nuestra Asamblea plenaria, acudimos como "peregrinos de esperanza" al Santuario de la Madre nuestra de Luján para dejar en su corazón todas las iniciativas, preocupaciones y alegrías que llevamos en nuestros corazones de pastores de cada una de nuestras Iglesias particulares. Lo hacemos también como Colegio Episcopal de nuestra amada Iglesia que peregrina en Argentina.
Hoy y aquí nos metemos profundamente en medio del Pueblo de Dios que muestra de tantos modos su cariño a la Madre de Dios y Madre nuestra, especialmente en este Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján, donde ella desde 1630 ha querido "quedarse" con nosotros "como signo de su maternal protección sobre este pueblo suyo que peregrina en Argentina" para que "llevados de su mano podamos encontrarnos junto al Cordero inocente que quita el pecado del mundo, Jesucristo Hijo de Dios y nuestro único Salvador"...
Hoy la Liturgia la celebra como Madre y Medianera de la Gracia.
La Iglesia nos enseña que todas las gracias sobrenaturales capaces de llevar a la salvación y a la santidad a todos los hombres del mundo fluyen del Cristo Resucitado, nacido de la santísima Virgen María. Y si esas gracias las mereció el Señor en su libre aceptación de la voluntad del Padre llevada al extremo de la cruz, ellas jamás hubieran podido llegar a nosotros de no mediar la aceptación previa, plenamente libre, de la maternidad divina por parte de María. Absolutamente todas y cada una de las gracias que Cristo dona a los cristianos han pasado por el "Sí" de María, el maravilloso "hágase en mi según tu Palabra", que pronuncia llena de amor a Dios y a nosotros en el denso instante de la Anunciación, prolongado en la aceptación de su maternidad espiritual al pie de la Cruz.
Ni una sola gracia deja de pasar por el "sí" de María. Como no hay ningún fruto que no haya sido antes flor. Ni sol radiante del verano que no haya sido preanunciado por la primavera.
María es nuestra primavera, ella es la flor más perfecta del jardín de Dios, el alba que anuncia el día. Aún en los momentos más duros de la vida, la presencia de María, de nuestra dulce Madre, es capaz de abrirnos el atisbo de esperanza, de confianza, de consuelo, capaz de elevar finalmente nuestros corazones a Dios.
Como Obispos "peregrinos de esperanza" queremos vivir hoy aquí una jornada jubilar en este Año Santo. En el Jubileo de los Obispos del 25 de junio pasado el Papa León nos recordaba que "antes de ser pastores, ¡somos ovejas del rebaño del Señor! Y por eso también nosotros, es más, nosotros primero, estamos invitados a atravesar la Puerta Santa, símbolo de Cristo Salvador. Para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor, para conformarnos plenamente a su corazón y a su ministerio de amor".
Hemos pasado por la Puerta Santa que es Jesucristo recogiendo su invitación que en palabras de San Juan nos dice que: "hay que entrar por la puerta". El que no lo hace "es ladrón y bandido". En cambio "el que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre, y las saca... para caminar delante de ellas" (Jn. 10, 1-5). Hay, que ser llamados, admitidos y autenticados por el portero y, como Él, llegar a amar apasionadamente a las ovejas.
Humanamente hablando el pastor puede tener más o menos cualidades, estos u otros dones: pero el llamado que a todos se nos hace es el de entrar por la puerta que es Jesús. Esto significa pasar a través de Jesús, vivir con sus sentimientos, conocer al Padre, llamar a las ovejas por su nombre y llegar hasta el don de la propia vida por amor. "Por eso mi Padre me ama -dice Jesús- porque yo doy voluntariamente mi vida, para recobrarla después. Tengo poder para tomarla y poder para quitarla. Pero yo he decidido darla" (Jn 10, 18).
Lo definitivo del pastor es, entonces, la manera como da su vida. En esto se reconocerá si ha pasado por la Puerta: si es o no pastor como Jesús. Es el 'gota a gota' del 'día a día', es la dedicación exclusiva, es el martirio... El pastor da la vida en su ministerio, la da como oblación (Flp. 2, 5-11; 1 Pe. 5, 1-4). La da con alegría, la da con entusiasmo, la da con calidad. La da y nunca la mezquina. Jesús lo tiene muy claro: "el que se aferra a la vida, la pierde; el que desprecia la vida en este mundo, la conserva para la vida eterna" (Jn 12, 25).
Pidamos con toda la fuerza de nuestra confiada oración renovarnos hoy en la entrega de cada uno de nosotros a Cristo y a su Iglesia hasta llega a "dar la vida por las ovejas".
También en el Jubileo de los Obispos en Roma, nos recordaba el Santo Padre que "el obispo es hombre de esperanza, porque «la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven» (Hb11,1). Especialmente cuando el camino del pueblo se hace más difícil, el pastor, por virtud teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía. Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad".
¡Qué concretas y reales se hacen estas palabras para nosotros hoy que queremos ser una luz de esperanza entre tantos desafíos que vivimos como argentinos! ¡Cómo anunciar y sostener esa esperanza puesta a prueba en tantos hermanos nuestros! En los que sufren en su cuerpo y en su alma, en los que no tienen trabajo y no pueden ofrecer el pan de cada día a sus hijos, en los jóvenes desorientados y abandonados a su suerte, en los ancianos que experimentan no poder satisfacer sus mínimas necesidades para su vida diaria y el cuidado de su salud. Y podríamos seguir describiendo largamente una realidad que contemplamos con nuestros ojos cada día compartiendo la vida y los desafíos de nuestra gente.
Reafirmemos hoy también nuestro compromiso de amor con cada uno de nuestros hermanos que sufren y con esta realidad que nos toca vivir hoy y que tanto interpela a nuestro corazón de pastores. Como nos invita el Papa León en Dilexi te: "Escuchando el grito del pobre, estamos llamados a identificarnos con el corazón de Dios, que es premuroso con las necesidades de sus hijos y especialmente de los más necesitados" (D T 8).
Santa María de Luján, Madre Nuestra, Medianera de la Gracia: Como pastores de esta Iglesia Argentina te pedimos: Llévanos a Jesús, el buen Pastor... Porque para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor, para conformarnos plenamente a su corazón y a su misterio de amor.
Llévanos a Jesús con todos aquellos que están bajo nuestro cuidado y que están en nuestro corazón. Lleva al Corazón de Jesús esta Iglesia que peregrina en Argentina y ruega por nosotros,... "para que sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio... y que siempre atentos a las necesidades de todos los hombres y compartiendo con ellos sus penas y sus angustias, sus alegrías y esperanzas, les mostremos el camino del Evangelio y avancemos con ellos en el camino de la salvación". Que así sea
Santa María de Luján. Ruega por nosotros.
Mons. César Daniel Fernández, obispo de Jujuy y vicepresidente segundo de la CEA