Jueves 25 de septiembre de 2025

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María del Rosario de San Nicolás

Homilía de monseñor Hugo Santiago, obispo de San Nicolás, durante la misa central en la fiesta de Virgen (Santuario de San Nicolás, 25 de septiembre de 2025)

El grito y el llanto como signos de esperanza
1. El Papa León XIV reflexiona sobre el grito de Cristo en la cruz antes de morir, y dice que “Jesús no muere en el silencio, no se apaga como una luz que se consume, sino que deja la vida con un grito: “Jesús, dando un fuerte grito, expiró’, como la última señal de una vida que se entrega, ese grito encierra todo; dolor, abandono, fe, ofrenda, y es también un grito de esperanza; porque quien grita y quien llora, lo hace como una queja ante quién lo puede ayudar. Esta actitud nos muestra hasta qué punto Cristo asumió nuestros dolores, abandonos y esperanzas.

2. De esta manera, cuando parecía que no había más nada que hacer, Cristo moribundo grita ante su Padre y Dios escuchará su grito y con la respuesta de la resurrección nos sorprenderá a todos con lo impredecible, con lo inimaginable; lo cual nos deja un mensaje claro: hay que esperar contra toda esperanza, porque Dios siempre puede intervenir.

3. Por otra parte, el mismo Papa León, en un mensaje a los habitantes de Lampedusa, en el sur de Italia, donde muchos migrantes africanos intentan llegar, y no todos lo logran, porque en barcas provistas por traficantes de personas, abarrotadas más allá de sus capacidades, se hunden y transforman al mediterráneo en un cementerio. Por eso, a quienes reciben a los migrantes que llegan, además de agradecerles, les dice que griten al mundo para que la “globalización de la indiferencia” de la que habló el Papa Francisco, no se transforme en la globalización de la impotencia: de sucumbir en el “no hay nada por hacer”.

4. En efecto, cualquiera de nosotros que no tiene poder, ante los centenares de familias de la sociedad que están sufriendo los despidos masivos de fuentes de trabajo, desde nuestra impotencia estamos tentados de quedarnos mudos y decir: “no hay nada por hacer”.

5. Ante un joven familiar que de pronto descubre que tiene una enfermedad grave con características terminales, diríamos impotentes y silenciosos: “no hay nada por hacer”

6. Ante un vínculo que se rompió después de años de un entrañable cariño, amistad y amor, estamos tentados de quedar mudos porque desde nuestra impotencia pensamos que el vínculo roto ya no se puede recomponer.

7. En todos estos casos sucumbimos a la impotencia, tendemos a callarnos y perdemos la esperanza, nos quedamos tristes, amargados, heridos y muchas veces enojados por la injusticia sufrida.

8. Por eso tenemos que poner en práctica la actitud de Cristo en la Cruz: Tenemos que gritar llorando: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, no como un grito de impotencia, sino como un llanto de esperanza, como una queja ante quien confiamos que más allá de todos nuestros cálculos, nos puede ayudar.

9. Entonces, quienes se quedaron sin trabajo se tienen que unir y pedir ayuda a aquellos que sinceramente y sin componendas ni dobles discursos, los pueden ayudar a que la fuente de trabajo no se pierda. Tienen que conformar un grito pacífico que busca el diálogo y quiere hacer tomar conciencia a sus interlocutores, que sin trabajo una familia no puede vivir.

10. Quien tiene una enfermedad grave, tiene que hacer como Jesús, gritar al Padre y como Dios sigue curando a través de los médicos y más allá de ellos, como el Padre respondió a Jesús muerto con la resurrección, puede sorprenderlo con el milagro de la salud.

11. A quien se le rompió un vínculo entrañable, tiene que llorar y gritar a Dios, como el niño que llora quejándose ante su madre porque confía en que será asistido, así llorar ante la Virgen María, pidiendo la sabiduría que siempre busca y encuentra caminos de humildad, diálogo y reconciliación; la Virgen como en Caná, intercederá ante Jesús y Dios te puede sorprender con una fiesta de reencuentro.

Un grito pacífico, desarmado y desarmante
12. El Papa León, al comenzar su pontificado en medio de las guerras de Ucrania, de la Franja de Gaza, con la crueldad de hacer morir de hambre a los enemigos, pidió urgentemente por la paz. Con ese mensaje también se refirió a las relaciones humanas diciendo que tenemos que desarmar nuestras palabras de toda violencia y agresión, con la conciencia de que nuestras palabras pueden alegrar o entristecer; motivar o hundir, construir o destruir a los demás. Por lo tanto, nuestro grito esperanzador tiene que ser un grito desarmado y desarmante.

13. Tenemos que ser trabajadores por la paz, pacificando las redes sociales; decirle “no” a la cobardía de destruir a los demás escondidos detrás de una pantalla; tenemos que decirle “si” a promover tantos mensajes buenos que se difunden a través de las distintas modalidades digitales.

14. Tenemos que dejar de confrontar en el deporte, la política, el trabajo, como si el otro, en vez de un competidor fuera un enemigo que hay que eliminar; tenemos trabajar por la amistad social y gritar, como una queja de esperanza pacífica que superando la confrontación busca el encuentro y el entendimiento.

Saber escuchar
15. Por otra parte, ante los gritos de la humanidad, como Jesús, el Buen Samaritano, tenemos que saber escuchar, venciendo la apatía y la indiferencia, son gritos que nos tienen que poner en el lugar del otro y hacernos exclamar: “yo también puedo quedarme sin trabajo”, “yo también puedo enfermarme gravemente”; “a mí también se me pueden romper vínculos entrañables”. “En ese caso, yo también gritaré y lloraré como una queja y una esperanza de recuperar el trabajo perdido, la buena salud y los vínculos que tanto quiero.

16. Tenemos que saber escuchar a quienes gritan y lloran para que la cultura de la indiferencia no se transforme en la cultura de la impotencia; tenemos escuchar los gritos silenciosos de tantos niños que fueron ultimados en el seno de sus madres por una ley insensata de quien no tuvo conciencia de que si la ley que dictó hubiese estado vigente cuando el estaba en el seno de su madre, hoy probablemente no existiría.

17. Tenemos que escuchar los gritos como quien se queja ante quien lo puede ayudar, porque en esta cultura de muerte, pragmática e insensible, donde se descarta a los que no producen, se intenta legalizar la eutanasia, con la excusa de evitar el sufrimiento. Es claro en Jesús, el sufrimiento forma parte de la vida y tiene un sentido de rescate y de amor. Por otra parte, la vida es un regalo de Dios y nosotros que somos simples creaturas, no tenemos la autoridad de ponerle fin por nuestros propios medios.

18. Tenemos que recurrir a la Virgen Dolorosa, esa imagen tan bella de la Madre de Jesús llorando ante la cruz. La Virgen, como Jesús, también lloró como un gesto de esperanza, como una queja ante el Padre, confiando y creyendo en lo inaudito, en lo impredecible. Y lo impredecible se produjo porque hoy estamos aquí porque Jesús vive entre nosotros como compañero de camino, como peregrino de la esperanza. Hoy con el nombre de María del Rosario de San Nicolás, la Virgen nos invita a gritar ante los desafíos dolorosos de nuestro peregrinar, como un grito pacífico y de esperanza que confía en el Padre Dios, capaz de lo inaudito, de lo nunca oído. ¡Viva María, nuestra esperanza! ¡Viva María del Rosario de San Nicolás!

Mons. Hugo Santiago, obispo de San Nicolás