Queridos hermanos:
¡Feliz día de la Patria! ¡Feliz Aniversario de la Independencia Argentina!
Hoy celebramos con alegría y esperanza este 9 de julio en Tucumán. Desde aquí nos unimos a todos los argentinos y damos gracias a Dios por ser una Nación Libre e Independiente con esta celebración del Te Deum.
Hace 209 años, los 29 congresales, representantes de las provincias unidas de Sud América, declararon la Independencia de forma unánime e indudable; "comprometiéndose al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama "
¡Gracias Señor por nuestra Patria Argentina!
Queridos hermanos estamos celebrando el Jubileo de la esperanza. Como hijo de esta tierra tucumana, heredero de los decididos tucumanos; como padre y pastor de la Iglesia en Tucumán, y desde aquí para todos los argentinos quiero invitarlos a reavivar la esperanza.
Hemos escuchado en la carta de San Pablo a los Romanos: "justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo... afianzados en la gracia, nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Fe. Paz. Gracia. Gloria. Esperanza. Dios. Jesucristo.
Dios nos ha revelado su amor, nos ha hecho partícipes de su vida divina y que esperamos vivir definitivamente en la gloria. Para los creyentes, nuestro destino definitivo no es la muerte sino la vida en Dios. Ese es el término de nuestra esperanza. Por eso los invito: reavivemos la esperanza.
Todos los hombres esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. También "encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Y en ese desierto se necesitan personas de fe que mantengan viva la esperanza». ¡No nos dejemos robar la esperanza! (cf. EG.86)
Reavivemos la esperanza que movió a los grandes próceres, San Martín, Belgrano y otros tantos Padres de la Patria que animaron incondicionalmente a los congresales y cifraron su esperanza en aquel Congreso soberano que declaró la Independencia, invocando al Eterno que preside el universo. Ellos soñaron una Nación en paz y libertad a pesar de las grandes y graves dificultades que atravesaba en ese momento la Patria, como ahora también. La esperanza en algo más grande y maravilloso los impulsaba a poner todo de si mismos para lograrlo. Los congresales hicieron de una «casa de familia» un espacio fecundo de encuentro, de diálogo y de búsqueda del bien común. Esta casa es para nosotros un símbolo de lo que queremos ser como Nación. El ideal de vivir la Argentina como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos los que peregrinamos en su historia, está muy lejos de haberse alcanzado... (Bicentenario, tiempo de encuentro...)Todavía nos falta mucho camino por recorrer... derribando muros, tendiendo puentes, achicando distancias, comprometiéndonos todos. "poniéndonos la Patria al hombro" como decía el cardenal Bergoglio, siendo arzobispo de Buenos Aires y después elegido Papa.
El Papa Francisco, a quien recordamos con mucho amor y seguirá vivo en nuestros corazones, en la convocatoria al Jubileo de la esperanza nos decía: "La esperanza no cede ante las dificultades porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos caminando en la vida" Reavivemos la esperanza.
Por experiencia sabemos que la vida está hecha de alegrías y dolores, que cuando aumentan las dificultades, la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento, pero en tales situaciones, en medio de la oscuridad se percibe una luz; se descubre cómo lo que nos sostiene es esa firme convicción que "la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado", terminaba la Palabra de Dios en la primera lectura que escuchamos.
Que la luz de la esperanza pueda llegar a tantos hermanos que viven en la oscuridad del dolor, la angustia y el sin sentido; en el abismo de las adicciones y de la impotencia. Jesús ha dicho en el Evangelio: "Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré...aprendan de mí que soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán alivio" ¡Cuán confortadoras son estas palabras de Jesús! Él que nació en la extrema pobreza, que fue perseguido, que sufrió la incomprensión y la injusticia, la burla y la agresión violenta y descarnada, que experimentó la soledad y la angustia, la traición, la cárcel, el abandono y ver sufrir a su madre, hasta la muerte humillante de la cruz. Él nos dice: aprendan de mí., mi yugo es suave y mi carga ligera. Jesús es nuestra esperanza, la esperanza que no defrauda, el ancla de nuestra esperanza. Reavivemos nuestra esperanza.
Que descubramos la esperanza en los signos de los tiempos, poniendo atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no vernos aplastados por el mal, la violencia y la oscuridad de la muerte porque. "El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día", nos decía el Papa Francisco en la Pascua de este año, horas antes de morir. La esperanza no defrauda. Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza.
Reavivemos la esperanza cada uno desde su lugar y responsabilidad siendo signos de esperanza para los hermanos que más necesitan, los que están en situación de calle, los adictos, los ancianos, los que no tienen trabajo, los enfermos, los presos, los que están en situaciones muy dolorosas. Los jóvenes sin esperanza, los pobres que carecen de lo necesario para vivir y sufren la exclusión y la indiferencia de muchos. Cuidar de ellos es un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza que requiere acciones concertadas por toda la sociedad.
Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás. Reavivemos la esperanza y descubramos los signos de esperanza que alientan el seguir caminando como hermanos.
Cuántos signos de esperanza hay en nuestro querido Tucumán, para poner rostro concreto digo de algunos.
Son signos de esperanza la Mesa de Diálogo Interreligiosa, la Mesa de Diálogo Tucumán, la solidaridad en la colecta de Caritas.
Son signos de esperanza las tantas instituciones, empresas, fundaciones, las iniciativas personales, grupales, vecinales, religiosas y las decisiones de las autoridades del Estado para buscar el bien de los tucumanos y de tantos hermanos sufrientes… Aunque sean insuficientes, son signos de esperanza.
Queridos tucumanos, cuántos signos de esperanza en nuestro Tucumán. ¡No nos dejemos robar la alegría ni la esperanza!
Hoy le pidamos a Jesucristo, Señor de la historia: "danos la alegría de la esperanza que no defrauda".
El término de nuestra esperanza es la felicidad, una meta que atañe a todos y esperamos y deseamos todos. Necesitamos una felicidad que se realice definitivamente en aquello que nos plenifica, es decir, en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarnos jamás.
Le pedimos a la Virgen María, Madre de esperanza que nos acompañe, nos cuide y nos aliente en la esperanza. La que la sostuvo al pie de la cruz, al ver morir a su Jesús, traspasada por el dolor, ella repetía su "sí", sin perder la esperanza en el Señor. y en el tormento de ese dolor ofrecido por amor se convertía en nuestra Madre.
Madre de la esperanza protege a tus hijos que vivimos en esta Patria Argentina. Amen
Mons. Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán