Queridos hermanos:
Queremos hoy elevar un himno de alabanza, adoración y acción de gracias por la más sorprendente invención divina. Es una obra en la que se manifiesta la genialidad y el poder de una sabiduría que es simultáneamente “locura de amor”, como lo decía Santa teresita del Niño Jesús.
“La fiesta del Corpus Christi, que estamos celebrando, nos ofrece la ocasión para profesar nuestra fe, manifestar nuestra adoración y amor por la Eucaristía. Es la fiesta del grandísimo don que nos hace Jesús antes de su pasión.
Este es el día que recordamos y celebramos el milagro de la presencia Divina bajo las especies del pan y del vino. Es el mismo misterio que conmemoramos el Jueves Santo, pero ahora sin el telón de fondo de la Pasión. La Iglesia, hoy cubre con el velo de su piedad la traición de Judas, para que resalte con todo su resplandor la entrega de Cristo para la vida de todos los hombres. “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Esa es nuestra esperanza: no estamos solos, Dios ha querido quedarse con nosotros en la fragilidad del pan, para ser nuestro alimento en el camino y nuestra fuerza en la debilidad.
En este año Jubilar ¿qué mejor lugar para renovar nuestra esperanza, que al pie del sagrario? No es una esperanza vacía o ilusoria, sino la esperanza cierta, fundada en la promesa del Señor, que no defrauda.
.En la Eucaristía está Cristo entero: su Pasión, su Resurrección, su Amor hasta el extremo. Quien se nutre de Él, vive ya anticipadamente la vida del cielo. Que el Pan de Vida despierte en nosotros la sed de lo eterno, la sed de misericordia,, la sed de comunión y de misión. Que la Eucaristía nos convierta en profetas de esperanza.
En el Evangelio que acabamos de escuchar podemos apreciar una vez más el amor misericordioso de Jesús. Él no se desentiende de la muchedumbre que lo sigue para escucharlo. Los discípulos le proponen una solución realista y de sentido común, como probablemente lo hubiéramos hecho nosotros, sin embargo Jesús les propone una solución completamente distinta: “Denle ustedes de comer”.
Este milagro tan conocido de la multiplicación de los panes pone en evidencia el poder de Jesús, y al mismo tiempo su misericordia. Eleva los ojos al cielo y pronuncia la bendición, porque todo don baja del cielo. Jesús está siempre unido al Padre con un amor agradecido y filial.
Pero este episodio, en realidad, es profético que anuncia otra multiplicación: la del pan eucarístico, que manifiesta mucho más el amor del corazón de Jesús. Al decir a sus apóstoles: Hagan esto en memoria mía” abrió el camino para la multiplicación del pan eucarístico para todos los tiempos y lugares, en donde un sacerdote pronuncie estas palabras sublimes.
El "pan eucarístico" se trata de una comida que nos hace entrar en comunión con el misterio de Dios, más aún, con el misterio pascual de Jesús. Recibimos, al participar en este banquete sagrado, al mismo Jesús y a los frutos de su obra redentora. "En la Eucaristía, Jesús no nos da “algo”, sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre”
Esto es lo principal del misterio Eucarístico: la comunión vital con Jesús. Es su entrega personal, su amor hasta el extremo de dar la vida por nosotros. Nos salva su amor. Recibirlo a Él que se nos entrega con infinito Amor. Y al recibirlo, al comerlo, nos transforma en Él, nos cristifica; como decía San León Magno: "Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en aquello que comemos". Y San Agustín puso en boca de Cristo “No eres tú el que me convertirás en ti, sino que soy yo el que te convertiré en mí”. El Señor se hace carne de nuestra carne, la vida de nuestra vida, hace correr su sangre por nuestras venas para hacernos concorpóreos y consanguíneos suyos.
Hay muchos hambrientos en el mundo, y como nos decía el Papa Francisco en la Misa del Corpus Christi del año pasado en Roma: “hay tantos alimento que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad; otros con el poder y el orgullo... ¡Pero el alimento que nos nutre realmente y que sacia es solamente el que nos da el Señor! El alimento que nos ofrece el Señor es diferente de los otros, y quizás no parece así tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo”.
¿Cómo no ser sorprendidos por las palabras “Esto es mi cuerpo” “Esta es Mi Sangre derramada?” (Mc,14), ¿Cómo no admirar el camino elegido por una sabiduría soberana para ofrecer una presencia de carne y de sangre como alimento y bebida para hacernos libres y participes de la vida divina?
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía memorial de la Pascua del Señor , como lo estamos haciendo hay acá, “ se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención” .En cada Eucaristía, en la de hoy, se perpetúa por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, es el memorial de su Pascua, sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de amor, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura, como nos enseña el Concilio.
“Ser Eucaristía! Que éste sea, precisamente, nuestro constante anhelo y compromiso, para que al ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor, se acompañe el sacrificio de nuestra existencia para la gloria de Dios y el servicio a nuestros hermanos..
“Hagan esto en memoria mía”. Estas palabras de Jesús resuenan en este día con una fuerza especial, son ellas las que nos convocan a celebrar este día .En este día quisiera invitarles a rezar especialmente por aquellos que han recibido especialmente este mandato del Señor: los sacerdotes.
Para revalorizar y destacar el sacerdocio no tenemos que realizar falsas alabanzas, rendir reverencias, ni nada que tenga que ver con glorias humanas. Sólo por la fe tenemos que descubrir, que gracias a su ministerio Jesucristo está en la Eucaristía desde donde sigue ofreciéndose por el mundo entero. ¿Cuánta hambre habría en el mundo sin el Pan Eucarístico, acaso habría vida? “Yo soy el Pan para la Vida del mundo”
Pidamos hoy y cada día por nuestros sacerdotes, por su santidad, por la fidelidad de los seminarista, por el aumento de las vocaciones, para que en todos los rincones de la Arquidiócesis y en el mundo entero pueda celebrarse este gran Misterio.
Que María, mujer Eucarística, nos ayude a descubrir este gran tesoro, Y a María, Mujer eucarística, que guardaba todo en su corazón, pidámosle que nos enseñe a vivir de Cristo, con Cristo y para Cristo, hasta que llegue el día sin ocaso y la esperanza se vuelva plenitud.
Señor Jesús,
Pan vivo bajado del cielo,
te adoramos,
agradecidos por tu amor que no se cansa,
por tu cercanía silenciosa que consuela,
por tu presencia fiel que nos sostiene.Tú eres nuestra esperanza,
en medio de nuestras luchas y cansancios,.
Haznos peregrinos de la esperanza,
que caminamos contigo,
que nos dejamos partir como el pan
para ser alimento en medio del mundo,
testigos de tu Reino que ya está entre nosotros.Que tu Eucaristía transforme nuestra mirada,
nuestras palabras y nuestras obras.
Haznos custodios del amor, sembradores de unidad,
compañeros de los pobres,
artesanos de una esperanza concreta y activa.¡Señor Jesús:
¡Haznos comprender que sólo mediante la participación en tu Pasión y Resurrección, el "sí" a la cruz, a la renuncia, y a la donación de nuestra vida, al servicio de nuestros hermanos nuestra vida se convierte en Ti en una verdadera Eucaristía.
¡Une a tu Iglesia, une a todos los argentinos! ¡Danos tu paz!
Mons. Juan Alberto Puiggari, arzobispo emérito y administrador apostólico de Paraná