Queridos hermanos y autoridades civiles, ¡feliz día de la patria!
En este aniversario de nuestra patria renovemos nuestro agradecimiento a Dios que nos acompañó en todo momento de nuestra historia. También agradezcamos a nuestros antepasados, quienes con mucho sacrificio nos heredaron esta hermosa patria. Además, renovemos nuestro propósito de construir una patria cada vez mejor.
Para este propósito es fundamental tener paz, fruto de la convivencia armónica entre los ciudadanos en su diversidad de pensamientos, criterios y visiones. Para que haya esta armonía presento dos elementos necesarios:
1. El primer elemento es a nivel personal.
A. Ante todo, cada uno de nosotros necesitamos sentirnos amados, valorados como somos, aún con defectos y limitaciones. Este amor incondicional, como solemos recibir de nuestros padres, es lo que nos impulsa a valorarnos y valorar la vida de los demás. Es decir, si no hemos recibido amor y valoración no podemos dar amor y valorar la vida de nuestros hermanos. Por esta razón, tener la experiencia del Amor de Dios es el fundamento de nuestra vida.
B. Otro aspecto fundamental del primer elemento es tener clara conciencia de la misión original de cada uno para la que hemos nacido, una misión al servicio de los demás hermanos. Porque sólo podemos ser felices cuando estamos junto a otros, nadie puede ser feliz en forma solitaria sino en comunidad. Esta misión es la brújula para no perder la dirección en la vida, que nos permitirá superar las vicisitudes en el camino.
Sólo teniendo estos dos aspectos fundamentales podemos gozar de la paz interior en nuestro corazón, sin dejar de lado otros aspectos importantes como la salud, el trabajo, la verdad, la justicia, la educación, el bienestar material, etc.
Ahora, ¿quién garantiza y confirma estos dos aspectos en el corazón de cada uno? Jesucristo vivo y resucitado, quien se entregó por amor a cada uno de nosotros y habita en nuestros corazones. Él nos dice: "Les dejo la paz, les doy mi paz... ¡No se inquieten ni teman!". Entonces nuestra paz está garantizada por su presencia, porque Él es el Autor de la paz. Como consecuencia, nuestras relaciones con los demás serán tratos pacíficos, fraternos y respetuosos. En una palabra, la paz en nuestra sociedad depende de la paz interior de cada uno de los ciudadanos.
2. El segundo elemento indispensable para que haya paz en nuestra sociedad es que tengamos un punto común de unión, un eje en torno al cual todas las diversidades de los ciudadanos deben girar. A nivel civil, este punto debe ser la constitución nacional y provincial. De lo contrario, nos convertiríamos en anarquistas perdiendo la paz y la armonía social. En consecuencia, surgiría el abuso de poder, la violencia, la injusticia, etc.
Ahora bien, para que haya una adhesión armónica a esta constitución nacional y provincial cada ciudadano debe gozar de la armonía y de la libertad interior, ya que su adhesión exterior es la expresión de su armonía interior. Y los valores irrenunciables para formular la constitución que todos, o al menos la mayoría de los ciudadanos, aceptarían son: la vida, el amor, la libertad, la verdad, la justicia, el respeto, etc.
Ahora, ¿de dónde surgen esos valores? De Dios, quien nos regaló nuestra patria, y de su Palabra hecha hombre: Jesucristo, vivo y presente, quien es el Valor fundante de todos los demás valores. Por eso, los exhorto a tener una experiencia del encuentro personal con Cristo vivo, persona Divina, la Fuente misma de todos los valores.
Queridos hermanos, la historia de todos los hombres tiene su origen y meta en Dios, es decir, venimos de Dios y peregrinamos hacia Dios, seamos conscientes o no de esto. Y cada uno de nosotros tenemos la libre adhesión y colaboración para que nuestra patria sea cada vez mejor, especialmente los que tienen más autoridad y responsabilidad encomendada por el pueblo. Todos somos servidores para hacer realidad los valores ya mencionados en nuestra patria: la vida, el amor, la libertad, la verdad, la justicia, el respeto, etc.
Por último, los exhorto a seguir construyendo juntos nuestra patria arraigados en la Fuente, Jesucristo, Señor de la historia. Dios nos acompaña siempre y la Virgen María de Luján, Patrono de nuestro país, nos cuida con su amor maternal. Amén.
Mons. Han Lim Moon, obispo de Venado Tuerto