Viernes 6 de junio de 2025

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En tiempos de tormenta, recuperemos la sensatez

Homilía de monseñor Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé, durante la celebración del tedeum por el 25 de Mayo (Parroquia catedral Inmaculada Concepción, 25 de mayo de 2025)

Textos bíblicos: Filp 2,1-4 | Mt 7,24-27

1. Queridos hermanos: quisiera destacar el valor de este encuentro, y su profundo significado para la sociedad santotomeña. Lo hacemos en nuestra Iglesia Catedral, lugar emblemático y testigo de tantas historias de quienes habitamos en este lugar. Se trata de nuestra casa. ¡Ojalá la sintamos como tal! Bajo su techo, reencontramos lo que en ocasiones podemos olvidar: nuestra dignidad de personas. Ser hijos de Dios, llamados a vivir como hermanos, convocados a construir un proyecto común. Se trata de una vocación grande. La de ser nación. Llamados a ser lo que fuimos en nuestros inicios primeros, un hogar, una ciudad fraterna y solidaria.

2. La ciudad toda y quienes hoy la representamos, el rico entramado de sus instituciones, sus integrantes y quienes las dirigen, y el pueblo en general se reúne en este templo para elevar su mirada a Dios: dar gracias por su presencia en nuestra larga historia y, a la vez, invocarlo en este desafiante y atrapante presente en el que todos -con responsabilidades diversas- estamos llamados a dar lo mejor de sí, para el bien de todos. A ser protagonistas. No espectadores ni actores secundarios. Todo ello, está contenido en esta ceremonia histórica, llamada Te Deum. Celebrada por primera vez, en mayo de 1810, en la Catedral de Buenos Aires[1]. En este encuentro orante, deseamos conectar con los inicios de nuestra historia y seguir las huellas de nuestros próceres y padres de la patria.

3. En este día en que conmemoramos un paso fundamental en la construcción de nuestra patria, la revolución de mayo y la constitución de la Primera Junta de Gobierno, la Palabra de Dios que acabamos de escuchar resuena de modo particular, con el fin de iluminar -hasta confrontar- nuestra vida. En el evangelio, el Señor Jesús con una comparación doméstica, hace una clara referencia a la sensatez. El sensato es aquel que sabe edificar. Lo hace sobre piedra y no sobre arena. Manifestando que edificar sobre piedra significa construir la casa, -la propia vida y la nación-, sobre Dios y su Palabra: “el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica se puede comparar a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24-27).

4. Jesús nos enseña que la roca firme sobre la que debemos construir la vida y la Patria, es la escucha atenta de Dios y su Palabra. Eso nos hace sensatos. Esta referencia, se vincula con aquella otra afirmación secular presente en el preámbulo de nuestra Constitución Nacional, donde se “invoca a Dios, fuente de toda razón y justicia”. Cuando se crucificó a Jesús, los evangelios narran que sol se escondió, que cielo se nubló y que lo más sagrado -el velo del templo de Jerusalén-, se quebrantó. Del mismo modo, si corremos a Dios de nuestra vida -personal y social- no sólo se oscurece la razón, sino que además, en nombre de la verdad y de la justicia se puede llegar a violar lo más sagrado que existe en la tierra: la vida humana en cualquiera de sus manifestaciones. Se pierde la sensatez.

5. La Palabra de Dios -la tradición y magisterio de la Iglesia que la interpreta-, sostiene una arquitectura de valores y principios que, en su momento, dieron dar a luz una nación libre, soberana y que nosotros, no podemos resignar. El humanismo que nace de nuestro ADN occidental judeo-cristiano, pone en el centro de todos los desvelos y preocupaciones, a la persona humana -lo más sagrado-. Esa persona, encuentra su dignidad más noble y su sentido más verdadero, en una armónica relación con Dios, con sus semejantes y con la creación. Las reducciones jesuíticas, en cuyas tierras pisan nuestros pies y nuestros ojos contemplan su heredad, son una muestra maravillosa de esta verdad de la que tenemos que aprender.

6. Hoy, como hace más de dos siglos, recordamos el espíritu de aquellos hombres y mujeres que anhelaron y lucharon por una nación libre, soberana y justa. Ellos se propusieron edificar un futuro, una "casa" para que habitemos en esta tierra. Mirando con ojos agradecidos nuestra historia, podemos interrogarnos ¿qué estamos haciendo con lo que hemos recibido?, ¿Sobre qué roca estamos construyendo nuestra vida y nuestro país? ¿Cuáles son los cimientos que sostienen nuestra convivencia, nuestras decisiones y nuestro destino como pueblo?

7. Hoy asistimos a tormentas importantes. Algunas más globales y culturales y otras, un poco más cercanas y domésticas. Se trata de vendavales que logran confundirnos y hasta pueden carcomer los cimientos con que se nos ha edificado. Estamos en un momento particular en la historia de la humanidad. No se trata de un cambio cualquiera, sino de un cambio de época. Con realidades que sorprenden e impresionan. Vivimos un presente incierto y con manifestaciones de violencia que nos dejan perplejos. Tanto el paradigma tecnocrático que aliena a la persona y lo disocia de la realidad, como el consumista que reduce al individuo en simple objeto de mercado, conducen a nuevas dictaduras y nuevos vasallajes. Las esclavitudes del siglo XXI. Los dañados y descartados por este sistema no son pocos. Están a la vista de todos. Es de necios hacer como si no existiesen.

8. En lo local y más allá de las particularidades que todos conocemos, con franqueza debemos decir que los periodos eleccionarios pueden llevar a ser tiempos agitados y convulsionados. Ello reclama por parte de todos, que no perdamos sensatez de la que sabiamente nos propone la Palabra de Dios. El ejemplo de liderazgo que nos ha dejado el Papa Francisco (su sencillez, su cercanía a las personas, su coherencia de vida, su capacidad de ponerse del lado del que más sufre, sus gestos, su jugar limpio, etc.) es un importante capital educativo para todos los que tenemos -o aspiramos tener- algún tipo de responsabilidad para con otros.

9. Para quienes caminamos en este presente, San Pablo a modo de Padre atento frente a una comunidad convulsionada, insiste: “les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos... no hagan nada por rivalidad o vanagloria, sean humildes... que cada uno busque no solamente el propio interés, sino también el de los demás” (Fil 2,1-4). Consejos domésticos, muy a la mano de todos, que hacen presente los principales valores de la Palabra de Dios, y nos ayudan a recuperar la sensatez necesaria, para vivir con altura este tiempo de tormenta.

10. A modo de homenaje, quisiera terminar esta reflexión con una oración hecha por el Papa Francisco: “Ante el Corazón de Cristo, pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida, que él quiso habitar como uno de nosotros. Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón”[2].

11. Que este 25 de mayo sea un importante momento de reflexión, de oración y de sensato compromiso, para construir una nación cada día más justa, fraterna y solidaria, fundada sobre la roca firme del amor de Dios manifestado en Jesús. ¡Feliz 25 de mayo!

Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé


Notas:
[1] https://es.wikipedia.org. La Primera Junta de Gobierno, surgida en la Revolución de Mayo, ordenó, entre sus primeras medidas, realizar un Te Deum en homenaje a su nacimiento, lo cual fue cumplido por el sacerdote Diego Estanislao Zavaleta el 30 de mayo de 1810 en la catedral de Buenos Aires.
[2] Francisco, Dilexit nos, 24 de octubre de 2024 Roma