En esta primera parte... comparto un fragmento de la Homilía del Papa Francisco:
La experiencia de la fragilidad
Las palabras de Francisco se entrelazan con la fragilidad y la esperanza: palabras clave que acompañan el camino de la Cuaresma hacia la Pascua. En efecto, las cenizas nos recuerdan lo que somos, pero son también la esperanza de lo que seremos. El gesto de inclinar la cabeza para recibir las cenizas es una invitación a mirar dentro de nosotros mismos. «Las cenizas, en efecto, - recuerda el Papa nos ayudan a hacer memoria de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida. Somos polvo, del polvo hemos sido creados y al polvo volveremos. Y son tantos los momentos en los que, mirando nuestra vida personal o la realidad que nos rodea, nos damos cuenta de que la existencia del hombre "es tan sólo un soplo" ».
Nos lo enseña sobre todo la experiencia de la fragilidad, que experimentamos en nuestros cansancios, en las debilidades que debemos afrontar, en los miedos que nos habitan, en los fracasos que nos queman por dentro, en la caducidad de nuestros sueños, en el constatar qué efímeras son las cosas que poseemos.
Polvos en suspensión y tóxicos
La enfermedad también nos hace experimentar fragilidades como la pobreza y el dolor «que a veces irrumpe de manera repentina sobre nosotros y sobre nuestras familias». Francisco advierte también de los «polvos en suspensión» que contaminan el mundo: «la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos».
Todo ello es como "polvo tóxico" que enturbia el aire de nuestro planeta, impidiendo la coexistencia pacífica, mientras crecen en nosotros cada día la incertidumbre y el miedo al futuro.
La muerte exorcizada
La fragilidad nos recuerda la muerte a menudo exorcizada, en la sociedad de las apariencias e incluso en el lenguaje, «pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas».
Así, a pesar de las máscaras que nos ponemos y de los artificios a menudo ingeniosamente creados para distraernos, las cenizas nos recuerdan quiénes somos. Esto nos ayuda. Nos remodela, atenúa la dureza de nuestros narcisismos, nos devuelve a la realidad, nos hace más humildes y disponibles los unos para los otros: ninguno de nosotros es Dios, todos estamos en camino.
Cenizas preciosas a los ojos de Dios
Mirarnos a nosotros mismos, inclinar la cabeza, pero también levantarla para mirar a «Aquel que resucita de las profundidades de la muerte, arrastrándonos también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna». Esta es la esperanza que se vive en Cuaresma. «Sin esta esperanza - subraya el Papa- estamos condenados a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana», a vivir en la tristeza y la desolación. Sin embargo, es importante recordar que somos «polvo precioso a los ojos de Dios» y estamos destinados a la inmortalidad.
(fin de la cita, extraída de Vatican News)
En el texto del Evangelio de hoy se nos invita a “retirarnos a nuestra habitación, cerrando la puerta... y orando al Padre... que está en lo secreto; y el Padre, que ve en lo secreto, nos recompensará...”
También las lecturas nos recuerdan que “éste es el tiempo favorable, el día de la salvación”. Que volvamos a Dios rasgando nuestros corazones y no, nuestras vestiduras.
Miércoles de Ceniza... tiempo de Cuaresma.
Con tan simples palabras ya tenemos todo un plan de acción., un camino por recorrer.
Oración, ayuno, limosna. Otra hoja de ruta hacia un mismo camino. Dios. Dios con nosotros., Dios con su Pueblo.
Destacaba en primer lugar esta necesidad de retirarnos hacia adentro de donde habitamos. En lo profundo de nuestro corazón puede habitar la Gracia y también el pecado. Allí debemos trabajar y enfrentamos a nuestra más profunda verdad. La santidad no se resuelve ni en la superficie ni en las formas.
Hemos sido creados para la vida..., pero muchas veces nuestras actitudes nos hunden en abismos, haciéndonos caer en el desánimo y en la no valoración. Enfrentarnos en la verdad bajo la luz de la Gracia, será el único camino de salvación.
La sociedad de hoy. el mundo consumista del que somos parte. se regocija muchas veces con acusar al pecador y a quienes merecen ser condenados. Multitudes de jueces anónimos escondidos en las redes sociales que, desde sus ocultas trincheras señalan, acusan y condenan, muchas veces, hechos que no son distintos con gente que se llama católica. Como si el pecado no habitara en TODOS los corazones.
Este tiempo de Cuaresma es un tiempo para mirarnos honestamente hacia dentro de nuestros corazones y no preocuparnos en agitar el dedo acusador que se regodea de la sangre del pecado de "los otros”.
Caminamos por invitación del Papa Francisco en el Año de la Esperanza. En el Jubileo de la Esperanza. La Iglesia nos impulsa a que en comunión con Dios y con nuestros hermanos construyamos comunión levantándonos justamente de nuestras caídas. Porque Dios ha puesto su mirada en nosotros y creyendo en nosotros nos llama a ser redimidos. ¡Cómo no tener Esperanza si Dios nos sigue amando y nos renueva cada día la posibilidad del perdón! Nos sana cada día de las heridas causadas por nuestros propios pecados.
Sea la Cuaresma un nuevo tiempo de libertad interior. Por eso se nos llama a vez más a desprendernos y compartir por medio de la limosna. Limosna que no queda atada a lo monetario sino, al desprendimiento de lo que me ata egoístamente.
Ayuno de tantas cosas que de igual modo me sigue atando hacia lo que yo quiero hacer y yo dispongo, sin tener en cuenta la voluntad de Dios. ¡Ayunemos del insano uso de las redes sociales y de los esclavizadores celulares!
Un tiempo de oración que me lleve a hacer silencio. Callar de tantos ruidos que me distraen y dejar que Dios me hable al corazón y me anime a responder como hombre nuevo, como hombre renovado por la Gracia.
Las palabras de Francisco hoy nos ayudan a levantar la mirada, una vez más, para que nuestro horizonte no termine en nuestros cortos plazos.
Debemos salvarnos todos, porque así lo ha querido Dios. Y debemos convertirnos no aisladamente sino también como una sociedad que debe echar sobre sus cabezas las cenizas de la conversión. Convertir los rumbos egoístas., convertir los rumbos de las familias que caminan hacia la destrucción. Convertir el rumbo de falsas promesas de felicidad que solo llevan a la frustración y consumismo.
Construyamos juntos este tiempo de Cuaresma, desde el corazón de cada uno y desde una sociedad que anhela algo distinto y mejor. Una vida y un mundo que camine con Dios, que camine hacia Dios.
(Volviendo a las palabras de Francisco en su homilía de hoy.)
Ser signo de esperanza en el mundo
La invitación de Francisco es volver a poner a Jesús en el centro de nuestra vida «para que el recuerdo de lo que somos-frágiles y mortales como cenizas esparcidas por el viento- sea iluminado finalmente por la esperanza del Resucitado». En efecto, orientar la vida hacia Cristo hace del hombre «un signo de esperanza para el mundo». La limosna, indica el Papa, nos invita a «salir de nosotros mismos para compartir las necesidades de los demás». De la oración aprendemos a «descubrirnos necesitados de Dios o, como decía Jacques Maritain, “mendigos del cielo"»; del ayuno aprendemos «que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor».
Vivamos este tiempo perfumados y con rostros gozosos y esperanzados a fin de llegar a la Pascua libres de toda atadura, fieles testigos de la Alegría de Dios que nos toma de la mano y nos levanta de nuestras caídas... y sana nuestras heridas.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis