Viernes 21 de febrero de 2025

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Jubileo de la Educación

Homilía de monseñor Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata, durante la misa por el Jubileo de la Educación (Iglesia catedral, 17 de febrero de 2025)

Hoy el jubileo nos convoca, y elegimos la tensión fructuosa de hacer un camino juntos. Anhelamos ser peregrinos de la esperanza, en un ámbito tan bello como desafiante, como es el de la educación.

Los jubileos se celebran en la Iglesia de modo ordinario cada 25 años, y en ellos se trae a la memoria el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, que vino a compartir todo lo nuestro, también nuestras aulas y nuestros patios. Es decir, lo que el Evangelio nos enseña tiene que tener consecuencias prácticas sobre nuestro modo de pensar, de sentir y de obrar, en nuestras escuelas, en nuestra universidad.

Hoy en esta celebración jubilar por la educación rezamos esta jaculatoria de alabanza: "¡Jesús maestro, vos sos nuestra esperanza!"

Los jubileos tienen raíces bíblicas en el antiguo testamento, y uno de sus fines era que se restableciera un orden más justo. El jubileo era de algún modo poner las cosas en su lugar. Si Dios era el creador de todo lo que existe, había que buscar los caminos para que todos, sin excepción, pudieran disfrutar de los dones de la creación. Era volver a poner en armonía las relaciones sociales.

Francisco retoma el tema al convocar el jubileo bajo el lema Peregrinos de la esperanza, nos invita a volver a su fuente: "Como enseña la Sagrada Escritura, la tierra pertenece a Dios y todos nosotros habitamos en ella como «extranjeros y huéspedes» (Lv 25,23). Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos"[1]

Y en otro párrafo muestra con claridad como al Señor Jesús lo anima este espíritu del jubileo. Dice así el Santo Padre: "Es una exhortación antigua, que surge de la Palabra de Dios y permanece con todo su valor sapiencial cuando se convoca a tener actos de clemencia y de liberación que permitan volver a empezar: «Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país» (Lv 25,10). El profeta Isaías retoma lo establecido por la Ley mosaica: el Señor «me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor» (Is 61,1-2). Estas son las palabras que Jesús hizo suyas al comienzo de su ministerio, declarando que él mismo era el cumplimiento del "año de gracia del Señor" (cf. Lc 4,18-19)".[2]

El jubileo que estamos celebrando nos da la posibilidad de reparar, reconstruir, y recomenzar desde el Corazón de Jesús, es decir desde los sentimientos más íntimos de Cristo Jesús (cf. Fil. 2, 5-11), y el ámbito de la educación nos ofrece una oportunidad única.

Vayamos ahora sí a las lecturas de hoy que nos presentan algunos desafíos como educadores. Empezamos por el relato arquetípico de los hermanos Caín y Abel.

Un día Caín le dijo a su hermano Abel: "Vamos al campo". Y cuando estaban en el campo, Caín se lanzó contra su hermano y lo mató.

Una rabina meditando este pasaje de la Tora afirma: "No hubo palabra, ni reflexión, ni siquiera discusión, sino silencio. Lo único que sabemos es lo que pasó después de ese no decir nada. Y fue entonces, que se levantó Caín contra su hermano y lo mató. Después del silencio hubo muerte. Cuando no hay espacio para la comunicación, cuando no hay diálogo, el otro es una amenaza, un peligro para la propia existencia... La necesidad del diálogo, que todos nosotros sentimos, a nivel personal y a nivel social, en todos los órdenes, es fruto de un hiriente silencio: el de los dos primeros hermanos, que no supieron que la falta de palabras los iba a llevar a la muerte”.[3]

Este relato bíblico nos muestra la urgencia de educar para la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto del otro en cuanto otro. Enseñar a no refugiarnos en fanatismos y falsas seguridades que buscan anular al otro para seguir existiendo. La lógica de la cancelación, es una lógica de violencia contra el hermano que esconde formas sutiles de matarlo. El silencio del Génesis entre Caín y Abel nos interpela a no repetir la historia. Educar para el diálogo humaniza, el diálogo es luz, el diálogo es esperanza, el diálogo crea puentes.

Entonces el Señor le preguntó a Caín: "¿Dónde está Abel, tu hermano?" Caín le respondió: "No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?".

Estamos frente a una respuesta que parece justificar la indiferencia. "A mí no me toca", "No es mi responsabilidad". Y así empezamos a elegir quien es mi prójimo y quien no lo es. Y este lavarnos las manos frente al dolor de las hermanas y hermanos, nos vuelve discípulos de Poncio Pilatos. En realidad, estamos invitados a ser discípulos de Jesús, que nos invita a lavar los pies de los últimos, de los sobrantes de un sistema injusto. Una educación humanista y cristiana, es el camino para pasar de la cultura de la voracidad y del descarte, a la cultura del cuidado, la fraternidad, y la hospitalidad.

Francisco varias veces reflexiona sobre esta respuesta de Caín a Dios, lo hace por ejemplo cuando visita la Universidad Católica de Ecuador: "Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte..."[4]

El Santo Padre al interpelarnos con su palabra, nos invita a redescubrir el sentido, el propósito, de para qué educamos, para qué hacemos lo que hacemos, en nuestras escuelas, en nuestra universidad. Nos cuestiona así: "Yo me pregunto: ¿dónde está tu hermano? Y les pido que se hagan otra vez, cada uno, esa pregunta, y la hagan a la universidad. A vos Universidad católica, ¿dónde está tu hermano? Me pregunto con Ustedes educadores: ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy?... ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desentenderse de lo que pasa alrededor?... ¿Cómo entra en la curricula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, sus interrogantes, sus cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano?"[5]

Hay una honda preocupación en Francisco, nos estamos deshumanizando, y la tentación de la indiferencia, acecha también a nuestras comunidades educativas. Por eso continúa este zarandeo sanador, y profundiza: "Y hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los docentes: ¿cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor status, sinónimo de mayor dinero o prestigio social? No son sinónimos. Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre, frente al cuidado del ambiente".[6]

El evangelio según San Marcos que escuchamos, nos trae el relato en el que un grupo entre los fariseos, querían discutir con Jesús y ponerlo a prueba, y para ello le pedían una señal del cielo. Jesús se negó, el no hace trucos de magia, lo que hay que interpretar está claro en su modo de obrar, por eso en otra oportunidad va a decir a su discípulo Felipe: "Quien me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn. 14, 9).

Ahora bien, el evangelio de hoy en el contexto jubilar, lo podemos tomar como una invitación a leer los signos de los tiempos, a recibir la vida como se presenta, a reconocer que las ideas se debaten, pero la realidad se discierne. Es así que nuestros ámbitos educativos pueden ser un taller donde se aprenda el arte del discernimiento de los signos de los tiempos, y a la vez en ellos se asuma el desafío de buscar cómo transformarlos en signos de esperanza.

¿Qué es un signo de los tiempos? Algo que sobresale, que llama la atención. Un ejemplo: hay en los barrios populares de nuestra arquidiócesis de La Plata, miles de niños, niñas y adolescentes. Es algo evidente. A su vez a muchos de ellos les cuesta ir a la escuela, por distintas circunstancias. No criticamos, ni echamos rápidamente culpas para volver a nuestra zona de confort.

Nos comprométenos en un discernimiento comunitario, y nos preguntarnos qué más podemos hacer por ellos. En este camino, tomamos un tiempo para ver, un tiempo para elegir, y un tiempo para actuar.[7] Para terminar el ejemplo describo una intuición sencilla en su formulación: Armamos 500 mochilas para que 500 chicos que no tienen posibilidades, puedan empezar las clases con los útiles necesarios. O bien, creamos un club parroquial para ir a buscar a los que no están yendo a la escuela, hacemos vínculos, y bajo el paraguas del club, establecemos una red de apoyos escolares que sea puente para que retornen a la escuela. Transformamos así un signo de los tiempos, en un signo de esperanza. Y la alegría de ver sonreír a un chico, a una chica, conmoverá nuestro corazón, y nos confirmará en el camino.

En este camino educativo la esperanza esta puesta en lo que sembremos en nuestros niños, niñas y adolescentes. Y sobre todo en los jóvenes. En ellos hay naturalmente una sana rebeldía e inconformidad que pueden posibilitar, si son bien acompañados, los cambios profundos que necesitamos.

Francisco que es un profeta de la dignidad humana para nuestro tiempo, nos da una pista más a nosotros como educadores: "La educación verdadera ha de guardar un equilibrio entre los tres lenguajes humanos: el de la mente, el del corazón y el de las manos. Se trata de enseñar a pensar bien, a sentir bien y a trabajar bien. Y eso, de forma coordinada, de tal manera que se piense lo que sienta y lo que hace, que sienta lo que piensa y lo que hace y haga lo que sienta y lo que piensa. Todo bien coordinado. Eso es educar".[8]

Que este jubileo de la esperanza nos vuelva a ese amor primero por la educación, cuando descubrimos nuestra vocación de educadores, y le demos a la educación todo, ya que en ella descubrimos el sentido de nuestro paso por aquí en la tierra. Pidamos la gracia de volver a enamorarnos de nuestra vocación.

Por último, mi sincero agradecimiento por todo el bien que hacen en las escuelas, en los institutos, en la universidad. Que Dios les bendiga y la Virgen los proteja siempre con su manto de ternura.

Mons. Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata
17 de febrero de 2025


Notas:
[1] Francisco. Spes non confundit - Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. N°16.
[2] Francisco. Spes non confundit - Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. N° 10.
[3] Rabina Silvina Chemen. Tora y Encuentro. Ediciones Nefesh. 2009. Pág. 16.
[4] Francisco. Encuentro con el Mundo de la Enseñanza. Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Quito Martes 7 de julio de 2015.
[5]Ibídem.
[6] Francisco. Encuentro con el Mundo de la Enseñanza. Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Quito Martes 7 de julio de 2015.
[7] Cf. Francisco. Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. Penguin. Randon House. Grupo Editorial. 2020.
[8] Francisco. La fuerza de la vocación. La vida consagrada hoy. Ed. Claretiana. Pág. 88-89.