1. Iniciamos esta celebración con una peregrinación desde la Basílica de San Ponciano y Santuario diocesano de María y todos los Santos. La llamamos Peregrinación de la esperanza y con ella damos comienzo al Jubileo en la Arquidiócesis de La Plata.
El Jubileo se celebra cada 25 años y es una invitación hermosa, para asombrarnos y agradecer por el misterio de la Encarnación. Hace 2025 años, Dios se hizo hombre por amor a cada uno de nosotros y donde hay amor hay lugar para la esperanza. En su carta encíclica Dilexit nos, "Nos amó" (Rm 8,37), Francisco comenta: "Dice el Evangelio que Jesús «vino a los suyos» (Jn 1,11). Los suyos somos nosotros, porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos".[1] Este es, sin duda, nuestro motivo de esperanza. Porque Jesús "Vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. De hecho, él tiene otro nombre, que es "Emanuel" y significa "Dios con nosotros", Dios junto a nuestra vida, viviendo entre nosotros".[2] Jesús es la esperanza que convive con nosotros.
Hoy muchos de ustedes vienen a conocer al nuevo arzobispo, muchos vienen de lejos para acompañarme y expresarme su cercanía. Les agradezco de corazón a todos y a cada uno. Ahora bien, recen por mí para que no me la crea y pueda anunciar que Jesús es nuestra esperanza. El Jubileo que empezamos nos recuerda que Jesús es el único importante y que mi misión como obispo es semejante a la de Juan Bautista: ayudar a provocar el encuentro del pueblo con Jesús. La misión es mostrarlo a Él, señalarlo e invitar a seguirlo. La misión del Bautista y, en cierto modo, la mía como Obispo se resume en una frase: "Es preciso que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30).
2. Hoy peregrinamos juntos. La vida es como una peregrinación y necesitamos redescubrirnos como peregrinos de la esperanza. Por eso miramos nuevamente a Jesús. El evangelio de hoy nos cuenta que Él peregrinó desde niño. Jesús salía de Nazareth junto a María y a José, en una gran caravana, en la que se sumaban a gente de otros pueblos y así peregrinaban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la pascua.
En el camino Jesús se entretenía conversando y jugando con otros chicos de su pueblo, hasta llegar al templo de Jerusalén y también de regreso a casa. En esta ocasión, José y María perdieron de vista a Jesús, pensaron que estaba entre los parientes y conocidos, pero al día siguiente se inquietaron y empezaron a buscarlo angustiados, regresaron a Jerusalén y recién al tercer día lo encontraron sentado entre los doctores de la ley, que lo escuchaban admirados. Frente a la pregunta de María sobre por qué había desaparecido así, Jesús responde misteriosamente: "¿Porque me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?" (Lc 2, 49). María aún sin entender, miraba las cosas con su corazón y las atesoraba (cf. Lc 2,19.51). Con su actitud interior, ella nos enseña que: "El corazón también es capaz de unificar y armonizar [la] historia personal, que parece fragmentada en mil pedazos, pero donde todo puede tener un sentido".[3]
Jesús volvió a Nazareth, allí iba creciendo en estatura, sabiduría, y gracia delante de Dios y de los otros. Vivió en su pueblo hasta los 30 años, como la gente común, allí aprendió de José el oficio de carpintero. Era un trabajador más y a la vez un contemplativo de las cosas sencillas de la vida, de estas experiencias de la vida cotidiana brotarán luego sus parábolas.
Después de tantos años de vida escondida, Jesús da comienzo a su vida pública y empieza a develar qué es ocuparse de las cosas de su Padre. También pone de manifiesto cuál es el estilo con el que va a llevar adelante la misión que el Padre le confió. Es así que, como uno más, se acerca al río Jordán, se pone en la fila de los pecadores -sin ser pecador- y se hace bautizar por Juan, que da un bautismo para el perdón de los pecados. Sobre esta escena Francisco nos regala esta meditación: "En el primer día de su ministerio, Jesús nos ofrece (...) su "manifiesto programático". Nos dice que Él no nos salva desde lo alto, con una decisión soberana o un acto de fuerza, un decreto, no: Él nos salva viniendo a nuestro encuentro y tomando consigo nuestros pecados. Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando, haciéndose cargo".[4] Jesús hace su aparición pública como uno que se abaja, que se hace igual a nosotros, que carga solidariamente el mal que habita en nosotros para librarnos.
Luego irá al desierto, donde será tentado por el demonio durante cuarenta días. El tentador busca que abandone la misión que el Padre le confió. El Señor Jesús conoce allí profundamente la oscuridad del mal y lo rechaza. Elige libremente dejarse conducir por el Espíritu Santo en su misión.
Más adelante, Jesús vuelve a Nazaret, al lugar donde se había criado y al entrar en la sinagoga lee el pasaje del profeta Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres". Y luego agrega: "Esto se ha cumplido hoy" (cf. Lc 4, 16-21). De este modo, como comenta Francisco, "el camino de Jesús comenzó en las periferias, va desde los pobres y con los pobres hacia todos".[5] Esta es la dinámica que queremos aprender, porque es la Iglesia que Jesús soñaba. A Jesús, el envío del Padre y la fuerza del Espíritu lo hizo peregrino de la esperanza. Como buen Pastor, vino para que tengamos vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10), empezando por los lugares de sufrimiento y abandono, a su paso fue impulsando un movimiento de seguidores y fue levantando un hospital de campaña, llegando a enfermos y agobiados con su medicina la misericordia. Así Jesús pasa haciendo el bien, curando a los oprimidos por el mal, sembrando esperanza (cf. Hch 10,38).
Los evangelios nos muestran que Jesús no camina solo, Él va formando una comunidad itinerante y misionera en torno a sí. En ese caminar junto a Jesús vemos a los doce (cf. Lc 6,12-16), también a los setenta y dos (cf. Lc 10, 1-12) y obviamente a un grupo importante de mujeres que lo acompañan (cf. Lc 8,1-3). Acerca de esta intimidad itinerante con Jesús subraya el Papa Francisco: "El Evangelio habla de Jesús que, habiendo salido del Padre, recorre con los suyos los campos y los poblados de Galilea. No se trata de un recorrido inútil del Señor. Mientras camina, encuentra; cuando encuentra, se acerca; cuando se acerca, habla; cuando habla, toca con su poder; cuando toca, cura y salva. Llevar al Padre a cuantos encuentra es la meta de su permanente salir, sobre el cual debemos reflexionar continuamente y hacer un examen de conciencia. La Iglesia debe reapropiarse de los verbos que el Verbo de Dios conjuga en su divina misión. Salir para encontrar, sin pasar de largo; reclinarse sin desidia; tocar sin miedo... Es necesario dirigirse al ser humano en su situación concreta; de él no podemos apartar la mirada. La misión se realiza siempre cuerpo a cuerpo".[6] Con estas palabras, Francisco nos invita a interiorizar el estilo de Jesús en el camino: salir, encontrar, tocar, curar...
3. Tras las huellas de Jesús, el misterio de la Iglesia se realiza en la historia bajo la forma de un pueblo. La Iglesia pueblo de Dios peregrina en la historia, camina junto a Jesús resucitado, animada por su Espíritu.[7] Somos un pueblo en camino y todo el pueblo de Dios está llamado a anunciar la alegría del Evangelio: como bautizados somos corresponsables de hacerlo y para que esto sea verdaderamente posible necesitamos crecer en sinodalidad, es decir, en el caminar juntos, sin excluir a nadie. Francisco ha resumido el significado de este caminar juntos así: "En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo".[8] Todo un programa dicho en forma muy breve: renovación, reforma, participación e irradiación misionera. ¡Caminemos juntos!
En este año jubilar, como peregrinos de la esperanza, con los ojos abiertos, busquemos discernir los signos de los tiempos que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios y ayudemos a transformarlos en signos de esperanza, asumiendo cada uno la responsabilidad en primera persona.[9]
En la Bula de convocatoria al Jubileo, mirando nuestro dramático tiempo, Francisco propone un plan de acción que nos puede inspirar en nuestro caminar diocesano:[10]
Hasta aquí Francisco lee los signos de estos tiempos y propone caminos para transformarlos en signos de esperanza. Un ejercicio de discernimiento que podemos continuar. ¡Caminemos juntos!
Nuestra Arquidiócesis de La Plata comprende los partidos de La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio. Estamos llamados a discernir, "a la luz del evangelio y de la experiencia humana",[11] cuáles son los signos de nuestros tiempos que más necesitan ser transformados en signos de esperanza. Para ello, por mi parte tengo que escuchar mucho, para ir luego haciendo mi aporte como Pastor. Esto me entusiasma porque el camino sinodal empieza escuchándonos desde el corazón unos a otros, para ponernos juntos a la escucha del Espíritu Santo, el Espíritu que enciende la esperanza. Él nos impulsará a no quedarnos quietos, a no dejar que se estanque y se corrompa el agua de nuestro bautismo y a ser sembradores de esperanza, en el camino, al estilo de Jesús.
Agradezco mucho por todo lo que rezaron por mí en este tiempo y les pido por favor que no aflojen, para que el Espíritu me inspire los caminos para que podamos compartir con los pobres la alegría del Evangelio.
Y ahora los invito a rezar conmigo esta oración que el Cardenal Eduardo Pironio dedicó a la Virgen:[12]
A Nuestra Señora de América
Virgen de la esperanza,
Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan: óyenos.
Hoy te pedimos por América,
el continente que tú visitas, con los pies descalzos,
ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos.
Un niño pobre, que nos hace ricos.
Un niño esclavo, que nos hace libres.
Nuestra Señora de Guadalupe Virgen de la esperanza:
América despierta.
Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que ya se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas, ha brillado una gran luz.
Esa luz es el Señor que tú nos diste,
hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres
hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material en muchas casas.
Falta el pan de la verdad en muchas mentes.
Falta el pan del amor en muchos hombres.
Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste.
Danos alma de pobres para ser felices.
Pero alivia la miseria de los cuerpos
y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece.
Señora de los que peregrinan:
Somos el Pueblo de Dios en América.
Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua.
Que los obispos tengan un corazón de padre.
Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres.
Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino de los Cielos.
Que los laicos sean ante el mundo testigos del Señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos los hombres y mujeres,
compartiendo sus angustias y esperanzas.
Que los pueblos de América vayan avanzando
hacia el progreso por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América:
ilumina nuestra esperanza,
alivia nuestra pobreza,
peregrina con nosotros, hacia el Padre. Así sea.+ Cardenal Eduardo Pironio
Mons. Gustavo Oscar Carrara, arzobispo de La Plata
Notas:
[1] Francisco. Encíclica Dilexit Nos. N° 34.
[2] Francisco. Encíclica Dilexit Nos. N° 34.
[3] Francisco. Encíclica Dilexit Nos. N° 19.
[4] Francisco. Ángelus. Fiesta del Bautismo del Señor. Domingo, 10 de enero de 2021.
[5] Francisco. En el campo de Kangemi. Kenia. 27 de noviembre de 2015.
[6] Francisco. Viaje apostólico a Colombia. Encuentro con el comité directivo del CELAM. 7 de septiembre de 2017.
[7] Cf. Const. dogmática Lumen gentium. N° 9.
[8] Francisco. XVI Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos. Por una Iglesia Sinodal. Com unión-Participación- Misión. Documento final. N° 28.
[9] Cf. Francisco. Spes non confundit - Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. N°7.
[10] Cf. Francisco. Spes non confundit - Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025. N° 8-16.
[11] Constitución pastoral Gaudium et spes. N°46.
[12] Oración que el Cardenal Eduardo Pironio dedicó a Nuestra Señora de Guadalupe.