Viernes 22 de noviembre de 2024

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Misa Arquidiocesana de Niños

Homilía de monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, en la Misa Arquidiocesana de Niños (Plaza de Mayo, 19 de octubre de 2024)

Hoy en el Evangelio que leímos Jesús está con mucha gente. A ver si se acuerdan, ¿Cuántas personas había con Jesús en el Evangelio? Dice más de cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños. Miren si hubieran contado todos los chicos que había acá, un montón más. Había mucha pero mucha gente y el lugar donde estaban, ¿Cómo era el lugar? Desértico, era un desierto.

En el desierto hace mucho calor como ahora, ¿no? O más calor todavía y en el desierto no hay agua. El desierto es un lugar difícil para vivir, no está bueno vivir en el desierto, es muy difícil porque hace mucho calor, porque a la noche a veces hace mucho frío y porque, aparte, no hay agua. Y dice también, ¿Qué momento del día era? Era en el desierto y ¿En qué momento? ¿La noche decía? A la tarde, dice que era el atardecer. Estaba atardeciendo. 

Cuando atardece es cuando el sol se está yendo ¿Cómo nos gustaría que ahora se vaya un rato no? Pero bueno, se quedó acá. Bueno, en el desierto, en el atardecer, y habiendo tanta gente, Jesús se preocupa mucho por cada una de las personas que está ahí y quiere que cada una de las personas que está ahí pueda comer pero parece que era difícil porque había nada más que ¿Cuántos panes? ¿Y pescados? Re poquito ¿no? Re poquito. 

Miren, a veces en la vida de las personas también es como si fuera un desierto porque la vida de mucha gente es muy complicada, muy difícil. Capaz que la vida de tu familia es recontra difícil, a veces es como que vivimos en un desierto porque tenemos un montón de problemas y a veces también, es como que atardece porque cuando atardece es como que está oscureciendo y a veces oscurece en el corazón cuando perdemos la alegría. A veces oscurece en el corazón cuando hay mucha bronca, a veces oscurece en el corazón cuando hay peleas en casa, cuando hay problemas, cuando no nos ponemos de acuerdo ¿Cuántas veces oscurece en nuestro corazón y oscurece en nuestra familia? 

Y entonces, en esos momentos Jesús se preocupa mucho por nosotros y Él quiere que hoy en el Evangelio se multipliquen los panes y los pescados. Y hoy quiere también Jesús que multipliquemos la alegría. Y uno le puede decir a Jesús: “Pero Jesús yo tengo poquita alegría porque tengo muchos problemas. Jesús no va a alcanzar mi alegría para tanta gente que la está pasando mal”. Y yo estoy seguro que va a alcanzar porque cuando uno comparte la alegría la alegría se multiplica. Por eso todos, cuando celebramos un cumple todos cuando vamos a una fiesta, no hay una sola persona, van muchas personas a la fiesta. ¿Para qué? Para que se multiplique la alegría. A nadie le gusta celebrar el cumpleaños sólo. ¿Se entiende hasta acá? 

Entonces Jesús quiere que esa alegría se multiplique ¿Y cuál es la alegría que Jesús quiere que se multiplique? La que está en el corazón. Y nosotros, todos somos alegres ¿Por qué? Porque aunque tengamos muchos problemas sabemos que Dios nos ama. A ver ¿Dios nos ama? Más fuerte ¿Dios nos ama? ¡Sí! Nos ama mucho por eso, aunque haya problemas, yo tengo la alegría en el corazón de que Dios me ama. 

Segundo, Dios nos perdona siempre y eso también es motivo de alegría ¿Dios nos perdona siempre? No se escuchó ¿Dios nos perdona siempre? A ver ahora, los varones ¿Dios nos perdona siempre? A ver las chicas ¿Dios nos perdona siempre? Parejito eh, parejito. Ahora todos, ¿Dios nos perdona siempre? Y esa es una alegría enorme. Dios nos perdona siempre porque nos ama mucho, porque entregó su vida en la cruz por nosotros por amor y Él quiere que seamos felices y esa es la segunda alegría. 

Y la tercera alegría que tenemos en el corazón, perdón, Dios quiere que seamos hermanos Dios sabe que nos necesitamos, nadie puede sólo. Nadie puede sólo, somos hermanos, nos necesitamos. En los momentos difíciles no nos tenemos que quedar solos y en los momentos lindos nos tenemos que quedar con otros para celebrar. Por eso, la tercera alegría es que somos hermanos. 

Entonces, la primera alegría dijimos que era, dijimos que Dios nos… Más fuerte, Dios nos… La segunda, Dios nos… Dios nos… Y la tercera que Dios nos hace… Dios nos hace… Y entonces, esa alegría que tengo en el corazón aunque a veces esté lleno de problemas tiene que hacer que mi corazón sonría. Siempre mi corazón tiene que sonreír, porque aunque pase momentos de desierto, aunque a veces oscurezca en mi vida y en la de mi familia, y este un poco haciéndose tarde en mi corazón y en mi vida, yo sé que Dios me ama, yo sé que Dios me perdona, yo sé que Dios me dio hermanos para compartir la vida. 

Y entonces, tengo alegría y esa alegría no es para guardármela sino que esa alegría es para compartir y estoy seguro que todos ustedes, chicos y grandes conocen gente que la está pasando mal. Conocen gente que tiene hambre de alegría, entonces, no se guarden la alegría de Jesús. La alegría de Jesús es para compartir y multiplicar. Así como esos cinco panes y esos dos pescados, nosotros queremos compartir con los demás la alegría del corazón. 

Ojalá que después de esta Misa todos busquemos a gente que la esté pasando mal, todos busquemos a un abuelo, todos busquemos a un familiar, todos busquemos a un amigo, a un vecino que esté triste, y que le podamos decir: “¿Sabes qué? Te vengo a compartir la alegría de que Dios te ama”. “Te vengo a compartir la alegría de que Dios nos perdona siempre”. “Te vengo a compartir la alegría de que Dios nos hace hermanos”. Y vas a ver como esa alegría se multiplica porque vos no la vas a perder nunca de tu corazón pero vas a darle también alegría al otro.

Al final del Evangelio de hoy dice que los panes y los pescados ¿Alcanzaron? Y aparte de alcanzar ¿Qué pasó? ¡Sobró un montón! Y vas a ver que con la alegría de Jesús pasa lo mismo, la alegría de Jesús cuando se comparte se multiplica y sobra. Alcanza para todos porque Dios nos ama a todos. Dios nos perdona a todos. Y Dios quiere que todos seamos hermanos. 

Vamos ahora entonces a pensar, de nuevo, en alguna persona que esté muy triste y que necesite la alegría de Jesús. Pensá o alguien que esté sólo, capaz que a tu abuelo o a tu abuela hace rato que no los visitas. Capaz que sabes que hay un vecino que no la está pasando bien. Capaz que hay un compañero de la escuela que todos lo cargan, que todos se burlan de él. 

Seguro todos conocemos a alguien que está triste, vamos a pedir en esta Misa por esa persona y esta semana eh, no pueden pasar más de cuatro cinco días. Tenemos que comunicarnos con esa persona, tenemos que llamarla, tenemos que mandarle un mensajito, tenemos que visitarla y decirle: “Te vengo a traer la alegría de Jesús” “Te vengo a compartir la elegía de Jesús” Porque cuando la alegría de Jesús se comparte se multiplica, alcanza para todos y sobra. Entonces, la alegría es porque Dios nos.. Dios nos.. Y Dios nos… 

Vamos de vuelta, la primera era que Dios nos… La segunda que Dios nos… Y la tercera que Dios nos… ¿Y va a alcanzar para todos? ¿Y va a sobrar? Entonces vamos a pensar en alguien que la necesite mucho y la vamos a multiplicar y seguro, vas a ver, como cuando compartas la alegría con los otros, seguro la alegría de tu corazón va a crecer más. ¡Viva Jesús! ¡Viva Jesús! ¡Viva la alegría de Jesús! 

Mons. Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires