2 Cor. 9,6-10, Jn 12,24-26
"El justo ha prodigado sus bienes: dio a los pobres y su justicia permanece eternamente". Dice la escritura.
San Lorenzo, diácono y mártir, el hombre que da la vida por los más pobres, en servicio de la Iglesia de los primeros siglos, en Roma, su vida como el grano de trigo fue fecunda para los pobres de su tiempo y para el futuro de la Iglesia de todos los tiempos.
Jesús nos habla de un grano de trigo enterrado, que ha sido depositado en tierra para que dé fruto. Y ese grano de trigo, dice Jesús, debe morir, esto significa un morir a nuestro propio interior, es decir criterios, tiempo, proyectos... dejarse sorprender por Dios en esta nueva etapa de sus vidas.
El premio nos lo dice el apóstol de las gentes y es que Dios hará multiplicar en sus manos la semilla y El, que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia y hará crecer los brotes de sus virtudes. (2Cor. 9,10)
La figura evangélica del grano enterrado, nos viene bien porque también necesitamos tiempo de silencio y discernimiento para ser fecundos en nuestro apostolado. Esta imagen nos muestra otro aspecto de la cruz de Cristo: la fecundidad. En la muerte de Jesús está implícita la fuerza regeneradora del Amor de Dios. Dice el papa Francisco: Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en "granos de trigo" y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, "entregan la propia vida"por amor a Dios y a los hermanos.
El servicio diaconal es un servicio de entrega generosa, el diácono Lorenzo lo hizo con los más pobres, y por eso no podemos olvidar esta opción de la Iglesia a los más pobres, sufrientes, al enfermo, al abatido, al depresivo, servicio de la escucha paciente que debemos tener siempre presente en el horizonte de nuestro ministerio.
Porque el Hijo de Dios no vino a condenar... Hoy en las redes con facilidad se opina de todo y de todos y son capaces hasta de prejuzgar, pontificar a veces como si se conociera la realidad, cuando no se ha pisado el barro de la miseria, ni se han ensuciado las manos o la fama por estar al lado de los pobres, descartados...olvidados de la comunidad. ¡No les neguemos la oportunidad de la caridad! Cuando la Iglesia no se acerca a ellos se aleja del Crucificado Resucitado.
Por eso el icono del grano de trigo enterrado, es figura de la pasión y resurrección de Cristo, pues se encarna para morir y se queda en la Eucaristía para ser compartido. Como ministros del altar proclamarán el Evangelio, prepararán el sacrificio de la Eucaristía y bendecirán a su pueblo.
"Jesús demuestra su amor sirviendo, porque amar de verdad es estar sirviendo al otro, totalmente donado al otro". Creemos que en la gramática del evangelio Jesús ha plasmado con sus gestos el verbo más amado y entrañable: el verbo servir.
El testimonio de Jesús siervo de todos, nos compromete a revisar continuamente nuestra vida de discípulos de Cristo, porque para los que entregan la vida por Jesús, la verdadera felicidad no está en este mundo. Si nos agradecen, seremos bendecidos, pero la recompensa es la esperanza. El Papa nos pide "organizar la esperanza" y nuestra esperanza se plasma en que: trabajamos por el Reino y nos desgastamos por el Reino como testigos de esta esperanza que no defrauda, porque el premio será: ser aquí y allá abrazados por Jesús y acompañados siempre por nuestra Madre: Nuestra Señora de la Paz. Ella cuida de ustedes y sus familias, no dejen de pedirle por su pueblo sufriente y que los haga servidores de todos.
Mons. Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora