Viernes 18 de octubre de 2024

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Tedeum del 9 de Julio

Homilía de monseñor Jorge García Cuerva arzobispo de Buenos Aires en el tedeum del 9 de Julio (Catedral de Buenos Aires, 9 de julio de 2024)

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema: Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Mateo 9, 1-8

Una vez más, el mensaje que compartiré quiere ser un aporte, a la luz de la Palabra de Dios, para la reflexión de todos los actores de la sociedad argentina, convencido que entre todos construimos la Patria, más allá de saber que, luego, puedan ser tomadas frases aisladas para querer alimentar la fragmentación.

Los congresales de Tucumán alzaron su voz de manera unánime y proclamaron: “Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud-América reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo, á las naciones y hombres todos del Globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente á la faz de la tierra, que es voluntad unánime é indubitable de estas Provincias (...) investirse del alto carácter de una nación libre é independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.[1]

Hoy nosotros queremos retomar aquella valentía, aquel coraje, aquellos sueños, aquellos ideales, para reconstruir nuestra Patria. Y me parecía iluminador el evangelio que proclamamos recién, porque recuerdo que un historiador escribía que el Congreso de Tucumán recibía a la Patria casi cadáver, por los complejos acontecimientos que se había sucedido desde 1810.[2]

Le presentaron a Jesús un paralítico tendido en una camilla; tantos hermanos paralizados hace años en su esperanza, tantos atravesados por el hambre, la soledad, y una justicia largamente esperada; tantos argentinos tendidos sobre una manta en el frío de las veredas de las grandes ciudades del país; tantos postrados a consecuencia de la falta de solidaridad y el egoísmo. En definitiva, una Argentina que nos duele hace mucho, que se dice independiente hace 208 años, pero que aún hoy sufre las cadenas de diversas esclavitudes que no nos dejan caminar como pueblo hacia un desarrollo pleno y una mejor calidad de vida para todos.

Curiosamente a Jesús le llama mucho la atención la fe de los hombres que llevan la camilla del paralítico. No conocemos sus nombres, ni tenemos datos ciertos sobre ellos, pero atraen la atención del Señor por la fe que demuestran: una fe comprometida que no se queda en promesas o palabras, porque se juegan por el enfermo, haciendo algo por él. Una fe comunitaria, no se cortan solos, no tiran cada uno para su lado, hay un objetivo común: que el paralítico se encuentre con Jesús y se cure; por eso dejan de lado sus indudables y legítimas diferencias.

Ese tiene que ser nuestro gran objetivo: que Argentina se cure, que Argentina se ponga de pie, que Argentina camine, que Argentina se independice de las camillas que la tienen postrada, paralizada y enferma. Porque como decía el Papa Francisco: Hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos o se viene todo abajo.[3]

Por eso invito a todos los aquí presentes, y también a quienes nos acompañan por los medios de comunicación y las redes sociales, a rezar hoy juntos por nuestro país:

Señor Jesús, como aquellos hombres que cargaban la camilla del paralítico, y los congresales de Tucumán en 1816, queremos también nosotros construir la fraternidad, mirarnos a los ojos y descubrirnos hermanos, insistir una y mil veces en forjar la unidad entre los argentinos, más allá de nuestras diferencias, porque para la cultura del encuentro no hay límites, nadie es prescindible, nadie es descartable. Necesitamos aprender a reencontramos y reconocer que somos una comunidad; dejar de lado personalismos y generar consensos y acuerdos que permitan, a la creatividad y audacia, abrir nuevos caminos; es urgente entender que nos necesitamos, que somos hermanos, hijos de la misma Patria.

Señor Jesús, como aquellos hombres que cargaban la camilla y como los congresales de Tucumán que declararon la Independencia, queremos ser audaces, jugarnos la vida por los que sufren, comprometernos con los más pobres y excluidos, viviendo la libertad de la mano del amor al prójimo, independizados de todo prejuicio y rechazo del otro por pensar distinto, independizados del odio que nos enferma y carcome desde las entrañas, independizados de la corrupción, del ventajismo, de los privilegios de algunos a costa de la indigencia de muchos, porque algo no está bien cuando tenemos dirigentes muy ricos y un pueblo trabajador muy pobre.

Señor Jesús, ayúdanos a no posicionarnos siempre desde los conflictos, desde la grieta, desde los enfrentamientos, Si los hombres que cargaban la camilla del paralítico, hubiesen actuado como nosotros, el enfermo terminaba en el piso, revolcado en el barro, y la camilla tironeada y rota por ellos. Si los congresales de Tucumán en 1816 insistían en sus diferencias sobre el modelo para la organización nacional, o sus distintas concepciones ideológicas, sin buscar consensos, todavía estarían discutiendo en la casa de Tucumán, aunque no sé si con los gritos, descalificaciones, expresiones vulgares y agresiones, a las que nosotros tristemente estamos acostumbrados hace años. Pero no, los congresales entendieron que por sobre todo está la Nación y el bien del pueblo argentino, y por eso cargaron con la enorme responsabilidad de declarar la Independencia y estar a la altura de las circunstancias que la Historia les pedía.

Señor Jesús, muchos argentinos están haciendo un esfuerzo enorme, un esfuerzo que conmueve, un esfuerzo esperanzador. No permitas que lo cascoteemos con intereses mezquinos, con la voracidad del poder por el poder mismo, con conductas reprochables que sólo demuestran que a muchos les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de a pie. No hipotequemos el futuro. Demasiadas cosas ya hicimos mal en el pasado del que nadie se hace cargo, aunque el resultado es que en Argentina seis de cada diez chicos son pobres; niños con hambre revolviendo basura, chicos no escolarizados, o con una instrucción demasiado básica, no pudiendo leer de corrido o interpretar un texto. Y, la educación básica tiene que ser el primer objetivo de un plan de desarrollo, porque el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado.[4]

Y un detalle histórico para terminar, que nos deja una enseñanza: entre marzo de 1816 y enero del año siguiente los congresales, delegados de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se reunieron en Tucumán en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna. Para mayor comodidad en las reuniones y que todos entren, se permitió ampliar las salas modificando la estructura de la casa.

Señor Jesús, aquella casa histórica de Tucumán es modelo para la Argentina de hoy: que entren todos, que nadie quede afuera, que no haya excluidos, que se agrande la torta, que todos se sienten a la mesa de la dignidad, que todos reciban la mejor educación, que todos tengan un trabajo digno, que Argentina se ponga de pie, y caminemos juntos detrás del objetivo común de construir la Patria que soñamos, con libertad y paz, siempre entrelazados por la solidaridad y la justicia. Amén.

Los invito ahora a ponernos de pie y rezar juntos en voz alta la Oración por la Patria, que está sobre los bancos.

Mons. Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires
9 de julio de 2024


Notas:
[1] Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en Floria, Carlos y García Belsunce, César, Historia de los argentinos, Buenos Aires 2004.
[2] Cfr. López, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina, tomo III, Buenos Aires 1954.
[3] Francisco, Discurso con motivo de la celebración del primer Día Internacional de la Fraternidad Humana, Ciudad del Vaticano febrero 2021.

[4] Cfr. Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio 35, Ciudad del Vaticano 1967.