Sábado 7 de septiembre de 2024

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Ordenaciones sacerdotales

Homilía de monseñor Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis, durante la misa de ordenaciones sacerdotales (29 de junio de 2024, solemnidad de San Pedro y San Pablo)

Queridos Luis y Nicolás

Cuánto han esperado este momento y ¡ha llegado!

Es un final… pero sobre todo… un inicio. Inicio de un Ministerio al servicio de la Iglesia, en esta Diócesis de San Luis. Un tiempo y vida nueva para ustedes que recién comienza.

Años, atrás, cuando ingresaron al Seminario, seguramente tendrían en su cabeza y en su corazón, muchos deseos e inquietudes. Algunos se habrán hecho realidad y otros habrán desaparecido. Una sola cosa no puede faltar y es el llamado que de diversas maneras habrán recibido cada uno de ustedes. Como diversas son sus vidas y sus historias. De un modo u otro…, al igual que los Apóstoles, han escuchado aquella simple e interpelante palabra que dijo: ¡SÍGUEME…!

Y dejando familias y muchas cosas más… se ha concretado aquí en este Seminario de San Luis, formándose justamente, para esta Diócesis.

Providencialmente recibirán el segundo grado del orden sacerdotal en la Fiesta de los Santos Pedro y Pablo.

Tomemos de ellos la luz que ilumine el inicio de sus Ministerios sacerdotales y los acompañe siempre. Como servidores de la Universalidad… catolicidad, desde el corazón de la Iglesia estén donde estén.

Pedro y Pablo han sido Apóstoles por elección directa de Jesús y en particulares y diversos llamados. Elegidos para oficios similares, pero distintos. En tiempos diversos y para comunidades diversas. Pero bajo la mirada de Jesús. Y desde Pedro, bajo su autoridad Apostólica, junto a sus pares.

Las Iglesias que los Apóstoles nos legaron, sin duda han sido diversas y a su vez UNA. marcadas por el sello de los propios Apóstoles. La Iglesia Petrina… la Iglesia Joánica…, las comunidades a las que Pablo ha ido pastoreando… y así… los doce, han ido construyendo la ÚNICA Iglesia de Cristo. Desde la variedad, desde la diversidad, siempre desde la infaltable comunión… y sobre todo, desde el martirio con el que han dado el supremo testimonio, tanto de los Apóstoles y como de sus Discípulos. Dichas comunidades también han sido marcadas por su humanidad. No debemos olvidarnos nunca de que, el llamado de Jesús recae sobre personas concretas, ni ideales ni perfectas.

Las Bienaventuranzas han sido una invitación abierta para cuantos querían seguir los pasos de Jesús.

Pero en el Evangelio que acabamos de escuchar hoy, Pedro, recibe una nueva y particular Bienaventuranza que Jesús reconoce sobre él, frente a su declaración de Fe, dada como una particular revelación directa del Padre. y allí mismo le encomienda el cuidado y pastoreo de la Iglesia, dándole “las llaves del Renio” al darle la autoridad de atar y desatar”. Uniendo en él, cielo y tierra.

Pedro ha cumplido con su vocación, arriesgándose y jugándose hasta el final. Elocuente es el relato de su prisión donde dice:

“El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!» Entonces las cadenas se le cayeron de las manos.

El Ángel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias» y Pedro lo hizo. Después le dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme».

Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Ángel, sino que creía tener una visión…”

No entendía lo que estaba viviendo porque la realidad lo superaba… (creía tener una visión).

Muchas veces a ustedes les pasará eso mismo…

La realidad los va a superar…; lo que irán viviendo excederá muchas veces sus límites y capacidades. Nunca deberán olvidar el llamado primero por el cual han dejado todo para seguir a Cristo. Como la vid y los sarmientos, nunca deberán separarse de Jesús, quien será su verdadero sostén. En oscuridades y tormentas, como la de los Apóstoles en la barca o como la del mismísimo Pedro que se hunde en las aguas, cuando afloja en su fe.

Deberán volver a Cristo permanentemente, en un camino que nunca se acaba, al menos, terrenalmente hablando, hasta el momento tan deseado, de llegar a estar cara a cara frente a Dios.

El Sagrado Orden que hoy reciben, los pone en primera línea de servicio.

No están llamados para ser servidos, sino para servir. Y que esto se note en los hechos sin la necesidad de palabras. Nunca olviden que las palabras iluminan, pero las acciones arrastran. Y sobre todo en estos tiempos que estamos viviendo, donde muchos aportan, hablan y opinan…, solo convence lo testimoniado con la propia vida. 

Les comparto unas palabras del Papa Francisco que se las ha dirigido a los sacerdotes del continente americano: invitándolos a actuar in persona Christi. Siendo como la Verónica de cada rostro y de cada lágrima”, pero ¿cómo se hace esto?, el Papa lo explica de manera sencilla:

“En primer lugar, con la oración, presentando cada situación concreta a la presencia de Dios: “Señor, el que tú amas, está sufriendo”. En segundo lugar, con la ofrenda oblativa, eucarística, de todo nuestro ser. Cuando Jesús nos dice: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?» (Mt 20,22), no busca una mera disponibilidad teórica al martirio, sino una radical aceptación de que estamos aquí para hacer su voluntad y renunciar a la nuestra. Nuestros estudios, nuestro trabajo y nuestro descanso; cada decisión, sea vital o cotidiana, todo está en función de este servicio. Y, en tercer lugar, con la humildad, sabiéndome en camino, necesitado de esa oración, más incluso que los que he sido llamado a servir. No desestimen el poder de la intercesión de aquellos que Dios ha puesto en su camino: de sus formadores, de sus compañeros sacerdotes, de su entorno más cercano”.

“Donarse a los demás es lo que más acerca a Dios”.

(Mensaje de Francisco 4 de abril de 2024, en la audiencia a los colegios Pio Latinoamericano - Brasilero y Mexicano)

No reciben hoy un Oficio (eso vendrá después…), sino hoy reciben la Gracia del Orden que vuelve a confirmarlos en el llamado. Confirma la respuesta dada y les da la Gracia de Estado para que lleguen a ser verdaderos hombres de Dios…, verdaderos hermanos de todos. Verdaderos servidores de la Palabra con sus obras. En una entrega oblativa a Dios en sus hermanos. 

Servirán a toda la Iglesia, desde esta Iglesia Particular de San Luis.

Como venimos trabajando desde su particular formación, hoy los invitamos a que vayan construyendo juntos un sacerdocio fraterno. No aislado. Creo que este será el gran signo que necesitamos en nuestra Iglesia particular: sacerdotes signos de fraternidad.

Sacerdotes en auténtica comunión con el Papa, con el Obispo y con sus hermanos. No francotiradores que responden desde perspectivas individuales ajenas al todo que nos rodea.

La Iglesia los necesita con integridad y transparencia. Sacerdotes que puedan mirar a la cara a los demás desde una posición de no distancia. De distinción, pero de igualdad. Hermanos de todos, como nos los enseñó San Francisco de Asís.

Llamados a construir comunión junto a las comunidades que se les ira encomendado según las necesidades diocesanas y según el cuidado y acompañamiento que ustedes necesitan y merecen.

Caminen junto a Cristo, siempre junto al pueblo. Les comparto una preclara frase de Louis EVELY:

"Por favor, dejen de pensar en una vida futura, dejen de esperar sólo en el porvenir, de capitalizar sus méritos. Un cristiano no cree en la vida futura; eso sería el opio del pueblo. Él cree en una vida eterna, ¡en una vida que ya ha comenzado! Y si es así, ¡empiecen ya ahora su bienaventuranza!"

Esa Vida Eterna que tanto anhelamos deberán ir construyéndola ahora y día a día. En comunidad… en Iglesia. En Comunión, como verdaderos testigos de la Esperanza.

Por último, en esta doble fiesta, quiero recordad el testimonio de San Pablo.

En la segunda lectura de hoy, con verdad y con humildad le dice a Timoteo:

“He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la Fe”.

Pablo, tuvo la autoridad para escribir eso, porque lo ha vivido. Porque su vida ha sostenido su predicación.

Y a ustedes dos, les deseo justamente que lleguen a tener esa misma autoridad de Pablo. De aquel que llegó al final de la meta jugándose día a día. Con hechos y con obras que le daban verdadera autoridad frente a sus hermanos. No olvidemos nunca el difícil inicio de Pablo quien era sospechado justamente de actuar en contra de sus propios hermanos, con sus obras, demostró la franqueza de sus intenciones, la verdad de su llamado. Ganó su lugar verdadera autoridad.

Es hora de comenzar… como así también es hora de continuar con la formación permanente. No dejen de seguir profundizando del Misterio de la Fe desde el misterio de una Iglesia vida en constante movimiento. También serán formados por la enseñanza del mismo pueblo fiel a quienes apacentarán. Podrán encontrar en ellos muchos maestros según las propias vocaciones y carismas.

Estén siempre atentos para aprender a rezar… a servir… y cuantas cosas más que si tienen un oído atento podrán apreciar e incorporar. La humildad los hará receptivos a lo que Dios en su Providencia les irá poniendo en el propio camino.

La Virgen María, a lo largo de toda su vida, lo ha acompañado al Cura Brochero, desde el rezo mismo del Rosario cotidiano, como así también bajo la luz de la Palabra, que presenta a María como Madre de Cristo y Madre nuestra. Que ella reine en sus corazones, que ella les ayude también con su ejemplo e intercesión a ser fieles cada día. Hasta el final.

Mons. Gabriel Bernardo  Barba, obispo de San Luis