Viernes 22 de noviembre de 2024

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Misa Crismal

Homilía de monseñor Marcelo colombo, arzobispo de Mendoza, durante la Misa Crismal (Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, 26 de marzo de 2024)

Mis queridos hermanos,

En el camino hacia la Pascua, el Señor nos reúne para celebrar esta fiesta de la sacramentalidad de la Iglesia, signo del amor de Cristo derramado en favor de los hombres. En cada misa crismal, hacemos presente el testimonio de una Iglesia toda ministerial, al servicio de la buena Noticia del Reino de Dios.

Lo hacemos llenos de gratitud al Padre a los noventa años de la constitución de Mendoza como Iglesia particular en la Argentina. Queremos celebrarlos en perspectiva vocacional y misionera, descubriendo la llamada del Señor a vivir su proyecto de amor para los hombres, un amor valiente y fiel que nos rescata y nos destina a dar mucho fruto.

1. El Ungido es el servidor
En la primera lectura, el profeta Isaías nos presenta las figuras del Ungido y del pueblo sacerdotal.

El Mesías es enviado a servir a los hombres, a sanar sus corazones y a proclamar con su vida, el restablecimiento de la alegría y la esperanza de su pueblo, portador en adelante de una alianza nueva.

En continuidad con este misterioso designio salvífico, está la Iglesia, pueblo peregrino, familia de todos los bautizados, ungidos y consagrados por el mismo Espíritu y unidos al Señor, enviada a anunciar el Evangelio a todos los hombres de todos los tiempos.

En esta misión común se da la dinámica de la diversidad y complementariedad de las distintas vocaciones, ministerios, carismas, funciones, servicios y responsabilidades. El Espíritu es el principio de comunión y unidad como también de diversidad y variedad. Así, la dimensión sinodal de la Iglesia, hace referencia a ese “caminar juntos” como pueblo de Dios, peregrino y misionero, en el que todos en comunión y una misma dignidad bautismal somos corresponsables y participamos de los dones del Espíritu para llevar a cabo la misión de la Iglesia, encomendada por nuestro Señor.

2. El Ungido es el Testigo fiel
En el texto del Apocalipsis se nos enseña que Jesucristo, el Ungido nos purifica por la entrega de su sangre y nos hace un pueblo de hermanos. El Señor es siempre buena noticia para nosotros los hombres, alentando nuestra propia misión. Pero también lo es para los que lo rechazaron y rechazan, insistiendo en su conversión, con la entrega de su amor constante, con la veracidad de su decir y la coherencia de su hacer.

Los que hemos creído en el Señor, queremos hacernos cargo de ese testimonio en nuestra vida eclesial, vivida como un camino que se recorre juntos. Como nos dice el Informe de Síntesis de la Asamblea sinodal de octubre de 2023,

“(…) hemos comprendido que caminar juntos como bautizados, desde la diversidad de carismas, de vocaciones, de ministerios, es importante no sólo para nuestras comunidades, sino también para el mundo. La fraternidad es, de hecho, como una lámpara, que no debe meterse debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que dé luz a toda la casa (cfr., Mt 5,15). Más que nunca, el mundo necesita hoy de este testimonio, Como discípulos de Jesús, no podemos sustraernos a la tarea de manifestar y transmitir a la humanidad herida el amor y la ternura de Dios.”[1]

3. El Ungido cumple la Palabra del Padre
San Lucas retoma el texto del Profeta Isaías, pero agrega la importante afirmación de Jesús que expresa el cumplimiento de las promesas del Padre. No es un cumplimiento meramente formal, ni tampoco la ostentación de la propia condición de Dios, sino el testimonio vital de su entrega en favor del pueblo, en los comienzos mismos de su ministerio público, para instaurar el Reino de Dios. En esta perspectiva, la Iglesia con su vida y misión entre los hombres, quiere participar de él.

“Desde los orígenes, el camino sinodal de la Iglesia está orientado hacia el Reino, que tendrá su pleno cumplimiento, cuando Dios lo sea todo en todos. El testimonio de la fraternidad eclesial y la dedicación misionera al servicio de los últimos no estarán nunca a la altura del Misterio del que son, sin embargo, signo e instrumento. La Iglesia no reflexiona sobre su propia naturaleza sinodal para ponerse ella misma en el centro del anuncio, sino para cumplir lo mejor posible, teniendo en cuenta su falta constitutiva de plenitud, el servicio a la llegada del Reino.”[2]

4. Todos llamados, todos enviados…
La celebración de los noventa años de Iglesia mendocina constituye una oportunidad para fortalecer nuestra identidad como Iglesia pascual, fraternal y misionera. Nacida para anunciar a Jesucristo, Señor de la historia, esta vid mendocina quiere hacerlo presente en sus comunidades e instituciones, en sus iniciativas apostólicas y solidarias, especialmente en su servicio a los más pobres.

En el horizonte de este aniversario, queremos dar gracias por cuanto hemos vivido, conscientes de la intensidad que ha caracterizado la vida del pueblo argentino en este tiempo. Nos sentimos desafiados a seguir anunciándolo en una sociedad fuertemente secularizada, que muchas veces quiere prescindir del aporte de la Iglesia a la comunidad humana. Nos sabemos portadores de un tesoro, más allá de errores y fragilidades, y no queremos guardarnos esa riqueza sin ofrecerla y compartirla para la vida de nuestro pueblo.

Esta mañana, en la reunión de presbiterio en la que nos preparábamos juntos para vivir la semana santa, repasamos los grandes momentos de la historia de la Iglesia de Mendoza y pudimos contemplar la presencia de Dios acompañando su desarrollo y apoyándola en los tiempos difíciles, de crisis y desorientación, porque Él siempre conduce la historia humana.

Si este año jubilar lo celebramos en clave vocacional, no lo hacemos como repliegue religioso hacia adentro, como un abandono de los desafíos de la evangelización o de la realidad; al contrario, lo vivimos como miembros de la Iglesia en salida que nos pide el Señor. Animamos el discernimiento vocacional por su estrecha relación con la misión, con el anuncio del Reino, con la búsqueda de la voluntad de Dios para todos y cada uno de sus hijos.

Por eso, nos llena de alegría la viva ministerialidad de esta Iglesia en Mendoza puesta de manifiesto en el número creciente de inscriptos en las nuevas sedes de la Escuela de Ministerios eclesiales, en el Este y en el Valle de Uco, en la Escuela de Pastoral Bíblica y en los diez centros de formación de Catequistas, extendidos a lo largo de toda la geografía arquidiocesana. Dios sigue llamando y hay muchos dispuestos a poner su mano en el arado.

5. Todos celebrando
En este clima de fiesta de familia, deseo reiterar la convocatoria para celebrar juntos los 90 años de vida de la Iglesia mendocina. En una única gran celebración eucarística vespertina, el próximo sábado 20 de abril a las 20 hs, en el estadio del Arena Aconcagua, daremos gracias a Dios por la vida y la misión de esta Arquidiócesis, y renovaremos nuestro propio sí al seguimiento del Señor.

Ese día queremos pedirle al Señor que nos siga animando a caminar juntos, en comunión y participación, según su estilo, apasionado y fiel; que suscite en nosotros la disponibilidad al diálogo y al discernimiento personal y comunitario de la voz del Espíritu Santo y los signos de los tiempos, junto a María, nuestra Madre del Rosario, del Carmen de Cuyo, de la Carrodilla, de Lourdes, de Luján y de cada lugar donde Ella ha querido quedarse con nosotros como madre y compañera de camino.

Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza


Notas
[1] Sínodo de Obispos, Informe de Síntesis, Introducción.
[2]Sínodo de Obispos, Informe de Síntesis, 1° parte, 2b.