¿De qué hablaban por el camino? Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. (Mc 9,33-34).
Serán llamados ‘sacerdotes del Señor’ Tocados para caminar en Su mismo camino y agradecidos por ello.
Retomaré algún texto de la Misa de 2023, para situarnos en este caminar sacerdotal con algunos puntos que considero son como vitales, para nuestro obrar y convivir como sacerdotes. La gratuidad y el parentesco, el honor que nos concede al poner bajo nuestro cuidado una porción de su pueblo fiel y la gloria y corona que debe ser un camino realizado en fraternidad sacerdotal cuya fuente es el momento y lugar cotidiano de nuestro encuentro con Él, con su Persona.
1. Emparentados gratuitamente con el Señor
Lo primero que surge en esta acción de gracias es la gratuidad de la elección que el Señor hizo de cada uno de nosotros, su acompañamiento fraterno, lo que ha esperado y espera el retorno para abrazarnos con misericordia y las veces que nos ha sostenido fuerte la mano para no caer si tropezábamos y más aún, levantarnos si habíamos caído.
Estamos emparentados con el Señor. Lo hace desde el primer llamado. Cada uno de nosotros puede dar cuenta de cómo fue ese llamado que nos hizo, dónde, en qué circunstancias, desde las dudas iniciales (o no) hasta el momento decisivo de dejar todo y seguirlo. Podríamos recordar con afecto y gratitud esos momentos dramáticos que por primera vez vivimos y que luego por ser tal la vocación a la que hemos sido llamados y respondido, se reitera cada vez que el mismo Señor así lo quiere.
¿Estaríamos en lo correcto si pensamos el Señor nos castiga con daños porque no hacemos las cosas bien? ¿Nos es lícito pensar que si las actividades que hemos preparado con mucho esfuerzo y orden no salen bien es porque algo habremos hecho? ¿Podremos conformarnos y encontrar la paz que tanto deseamos y pedimos con un inconformismo que surge de otro tipo de insatisfacciones, pero ciertamente no de cumplir la voluntad de Dios?
Por eso, la acción de gracias de esta misa Crismal, en la que el Señor renueva su vínculo filial con nosotros, en la que nos trae a la memoria ese día inquietante y dichoso que nos invitó a seguirlo, le diremos una vez más que sí. Que entre tropezones y caídas volvemos a decirle que creemos en Él y en Aquél que lo envió, y que no sabemos si estará muy contento con nosotros, pero que nosotros estamos muy contentos con Él.
2. Ejercemos la misión en un lugar por Él conquistado
Nos permite ejercer la misión en un lugar que Él conquistó con su sangre, una Porción de la Iglesia, su Esposa, que confía a nuestro cuidado. Vino a rescatarnos, hemos costado la sangre de un Dios, nos convoca a esta Asamblea sabiendo que como pecadores perdonados podemos cometer las mismas cosas y tener las mismas miserias que antes de su Nacimiento en Belén. Nos da su confianza a nosotros, que somos los reos rescatados. (Como si cada uno de nosotros pusiéramos el tesoro recuperado al cuidado del que lo robó). Y todo porque hemos caminado son Él y nos ha preguntado más de una vez, mejor aún, cada vez que volvimos arrepentidos y humillados ‘¿me quieres? apacienta mis ovejas’. Nos confía un universo de realidades humanas que nos enriquecen cotidianamente.
Es en la Parroquia como microcosmos, donde anida, vive y emerge en ese universo toda realidad humana. Un universo tiene una proyección infinita. Y esto vale para todas las parroquias. Porque solemos analizarlas y juzgarlas por lo que aparece o por lo que nos dicen cuatro o cinco personas que opinan y juzgan pero desde afuera.
La Parroquia es fuente, origen, culmen de nuestra espiritualidad. El Señor nos ha elegido para caminar estrechamente con Él y atenderlo en su cuerpo. Por eso lo nuestro es desde ya, caminar con Él, extremar la caridad con los que, parte de su cuerpo, están solos, descartados, tristes, pobres y enfermos, advertir a los ricos que la mortaja no tiene bolsillos y que hay hermanos que necesitan de su generosidad, escuchar a los que gritan sin hacernos los sordos, no sacarle los pobres del camino, descansar con Él, cansarnos con Él, desgastarnos por Él.
3. Nuestro centro es la eucaristía
Día tras día viene a buscarnos en la eucaristía, la expresión más alta y sublime del encuentro de los hombre con Dios y de los hombres entre sí. Desde allí que nuestro centro sea la Eucaristía, el lugar de encuentro por excelencia, el lugar en donde quiso quedarse entre nosotros para la eternidad, allí nos hermanamos y llamamos a la hermandad a todos aquellos que lo deseen. Ese lugar gratificante al que somos invitados, mucho más los pecadores, porque en ese lugar de servicio, de entrega, de diálogo y de consuelo, aprendemos, como en otro Nazaret, a vivir en familia, a conocerlo al Señor y a conocernos, a no desesperar porque no todo sale como lo planeamos, a sorprendernos con el Señor, en definitiva, a caminar por los caminos que quiere que recorramos.
Que nuestro día comience con el Señor y termine con Él, dando gracias, pidiendo perdón, pidiendo fuerzas o llorando junto al pueblo fiel para hacer nuestros los pesares de tantos hermanos que sufren, porque ellos, con vergüenza y gratitud lo digo, en su sufrimiento, hacen méritos por nosotros. Les debemos lo que somos. ¿Pido para todos nosotros una renuncia generosa? Sí. Nos ha tocado caminar con el Señor y atenderlo en su cuerpo.
En mi modo de ver estos tres ejes tomados (o re tomados) de la Misa Crismal de 2023, constituyen un gran componente de la fraternidad sacerdotal. Un corazón sacerdotal agradecido, se alegra con los compañeros que la Providencia ha puesto en su camino, discute con honestidad y acaloradamente pero sin romper vínculos porque nos ha unido el Señor, se encuentra satisfecho por lo que sin ningún mérito de su parte, ha conseguido y conocido, porque ese universo abierto y docente que es la Parroquia, le abrió un horizonte que en su vida hubiera podido ni siquiera soñar.
Somos llamados a la fraternidad sacerdotal. A recorrer los mismos caminos, a sostenernos entre todos, a acompañarnos cuando lo necesitemos, a compartir bienes naturales, sobrenaturales y materiales (de creación, de redención y de trabajo), a perdonarnos las ofensas y perdonarnos sacramentalmente...
Que a la pregunta que nos hace, ¿de qué hablaban por el camino.? La respuesta la encuentre en el mismo Pueblo de Dios, como cuando en los tiempos de los apóstoles decían: ‘...mirad cómo se aman y crean en Él.’
Mons. Hugo Manuel Salaberry SJ, obispado de Azul