Con esta misa de Miércoles de Cenizas, comienza para todos nosotros este tiempo favorable, como decía el final de la segunda lectura de hoy: “Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación…”
Comienza un tiempo particular y especial donde también, como nos invitan las lecturas de hoy, estamos llamados a dejarnos reconciliar con Dios.
Muchas veces, basamos nuestra vida de fe en un gran esfuerzo, un gran sacrificio… y hago este esfuerzo, y hago este sacrificio, como si la vida de fe fuera solamente un gran acto voluntarista.
La invitación de las lecturas de hoy es: Déjense reconciliar.
Más que fuerza nos habla de dejarnos llevar por Dios, de dejarnos guiar por Dios, docilidad de corazón…, docilidad de espíritu. Y, por supuesto, siempre Jesús nos enseña que tenemos que ser genuinos, como lo refleja el evangelio de hoy.
Que nuestras búsquedas deben ser sinceras, nada tiene que ser para demostrar al otro. La vida habla por sí misma, nuestras acciones serán los frutos del árbol. No Hay frutos buenos de un árbol malo.
No tenemos que esforzarnos por eso, tenemos que, sí buscar ser fieles. Reconocer nuestra pequeñez, aún nuestras limitaciones Por supuesto, nuestros pecados, porque nada de eso nos quita el llamado.
Nada de eso nos separa del amor de Dios, ni el pecado nos separa del amor de Dios.
Recordemos la carta de San Pablo a los Romanos en el capítulo 8: “Ni la vida ni la muerte, ni lo alto ni lo profundo…, nada nos puede separar jamás del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.
Ahora, el amor de Dios, la carta que nos escribió el Papa a todos para este inicio de cuaresma, nos habla de que hay un solo amor, y eso es lo que nosotros no debemos olvidar, según nos enseñan los mandamientos que: Si amamos a Dios, tenemos que amar al prójimo. Hay un solo amor, no lo podemos separar.
Esta búsqueda de Dios profunda, necesariamente también tiene que llevarnos al encuentro del hermano, a un corazón atento, a un corazón sensible.
Vivimos siempre tiempos difíciles, esa frase la podemos haber escuchado y la repetimos desde pequeños: “estamos viviendo tiempos muy difíciles”, miramos el diario de esta semana y también podemos decir lo mismo: “estamos viviendo tiempos muy difíciles” .
El tiempo que nos toca vivir, en este tiempo, en esta historia es donde nosotros tenemos que aprender a escuchar al Dios nos habla, al Dios que me habla, y el Dios que me llama a construir una vida distinta, un corazón distinto, un mundo distinto…
La cuaresma nos remite al desierto, los 40 días en el desierto, la cuaresma nos remite, también a los 40 años del desierto del pueblo de Israel en búsqueda de la libertad.
Nuevamente, recuerdo esta carta del Papa Francisco para prepararnos para la cuaresma, les insisto, tómense su tiempo para leerla, nos hace bien a todos. Pone el acento en la Libertad, el camino de la cuaresma, el camino del desierto como el camino hacia la libertad.
La lectura del próximo domingo, primer domingo de cuaresma, dice “El Espíritu impulsó a Jesús hacia el desierto”. Alguna traducción, basándose en original dice “lo empujó al desierto…” “lo empujó…” , es una imagen que hasta parece bruta, y muchas veces la vida nos empuja con cosas que no elegimos Y Dios se hace providente en esos empujones, se nos cae todo, aquello que prolijamente habíamos armado , nuestra vida … aquella vida prolija y tranquila que teníamos, y Dios nos empuja al Desierto y Dios a un desierto y el Espíritu nos empuja a escuchar su voz a ver su presencia aún donde pareciera que no lo estuviera.
Dios siempre está a nuestro lado, pero nos impulsa al desierto para la libertad, para que no haya nada en nuestra vida que nos vayan atando.
También tenemos, muchas veces, ataduras religiosas, no solamente ataduras paganas o ataduras de cosas de las que dependemos. Nos atamos religiosamente con prácticas y con costumbres que no nos llevan a la libertad.
El Espíritu lo llevaba a Jesús al desierto, al camino de la Libertad. El camino hacia la libertad, es sin dudas también, una lucha contra el mal, una lucha contra el demonio, una lucha basada y sostenida en la Palabra de Dios que nos libera, Jesús que nos viene a liberar.
En este tiempo, no solamente pongamos la mirada sobre cuáles son mis pecados, de qué tengo que pedir perdón, de qué me tengo que reconciliar y aprovechar este tiempo, sin dudas, para reconciliarnos profundamente, reconciliarnos con este gran regalo Sacramento de la confesión. Me da la certeza de que Dios me perdona, a través del sacramento de la reconciliación.
Pero también, lo hacemos pensando: ¿Cuáles son mis ataduras de las cuáles yo me tengo que liberar?
Para ser un hombre, una mujer, una persona verdaderamente libre como Dios quiere, como Dios me ha soñado…
Oración, ayuno, limosna, son tres signos, los tres caminos…, las acciones que nos puede servir como instrumentos a la libertad.
Que estos 40 días, no sean 40 días más, 40 días iguales a los de siempre, sino que sean un tiempo de verdad, donde dejemos que Dios obre en nuestros corazones, y nos atrevamos a dar aquellos pasos que, a lo mejor, en otros tiempos no nos atrevimos.
La cuaresma solamente tiene sentido si nuestra visión está en la Pascua.
Nuestra espiritualidad, nuestra vida cristiana, va a encontrar su verdadero sentido si nuestra mirada está en la Luz del Resucitado, no me puedo quedar solamente con la cruz y con el sufrimiento, eso sería incompleto.
Por supuesto, que no hay camino cristiano sin cruz, “el que quiera seguirme que cargue su cruz y me siga” … pero tampoco hay camino cristiano sin Pascua.
A veces pareciera que muchas espiritualidades se quedan a mitad de camino…solo con la cruz. No. La Cruz, pero con la luz del resucitado, la tristeza del dolor, pero con la alegría de la Pascua.
No existe un verdadero cristiano que, en el fondo no tenga verdadera alegría, paz y esperanza en su corazón.
Que este camino de la cuaresma vaya purificando nuestros corazones, nuestras vidas y nuestras acciones, para que fortalezcamos la alegría de la Luz Pascual y para que podamos vivir según Dios nos ha soñado, a cada uno de nosotros.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis
Catedral de San Luis, 14 de febrero de 2024.