Viernes 22 de noviembre de 2024

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"Se me ha confiado una misión" (1Co 9,17)

Homilía de monseñor Gabriel Mestre, arzobispo de La Plata en la conmemoración litúrgica del beato Eduardo Francisco Pironio (Basílica Nacional de Nuestra Señora de Luján, Domingo 4 de febrero de 2024)

Domingo V Durante el Año
Job 7,1-4.6-7; Sal 146,1-6; 1Co 9,16-19.22-23; Mc 1,29-39

Queridas hermanas y queridos hermanos:

Tengo la alegría de presidir en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján, la primera conmemoración del Beato Eduardo Francisco Pironio en este Quinto Domingo del Tiempo Durante el Año. Agradezco al Consejo Nacional de la ACA y al Instituto Pironio de la Pastoral Juvenil Nacional que me han invitado a compartir con ustedes este momento de gracia y de luz.

A la luz de los textos de la Palabra de Dios escrita que acabamos de escuchar, y teniendo como horizonte el testimonio de vida del Cardenal Pironio, propongo tres impulsos para dejarnos interpelar por Dios en esta celebración. Los tres puntos los sintetizo en tres palabras tomadas del Evangelio: ORANDO, PREDICAR, MANO.

1. “Allí estuvo ORANDO...” (Mc 1,35).
2 “Vayamos a PREDICAR...” (Mc 1,38).
3. “Se acercó la tomó de la MANO y la hizo levantar...” (Mc 1,31).

1. “Allí estuvo ORANDO...” (Mc 1,35).
A pesar de lo intenso de la jornada, Jesús no deja de hacer lo que es importante: entrar en diálogo y en comunión plena con el Padre Eterno a través de la ORACIÓN. Es en la ORACIÓN donde Jesucristo, en su naturaleza humana, discierne y encuentra el centro y la claridad de su misión. ¡Cuántas veces nos cuesta incorporar esta enseñanza de forma vital! Allí, en la ORACIÓN, el mismo Jesús descubre la voluntad del Padre Dios. A ejemplo y con la gracia del Maestro, nosotros también debemos ORAR en medio de las tensiones y tironeos de nuestra vida. Esta es la ORACIÓN auténtica, la ORACIÓN que ilumina el verdadero discernimiento cristiano.

Comentando este texto y la ORACIÓN de Jesús, nos dice el Beato Eduardo Pironio: Que tu persona orante que busca el desierto, el monte, el lago, las horas más silenciosas para entrar en comunión con el Padre, porque todos te buscan, nos enseñe a orar así. Que aprendamos a vivir en experiencia de desierto, a dejarlo todo para recuperarlo todo. Que aprendamos que el dejar momentáneamente alguna actividad es ganar la vida, es para que la ganen nuestros hermanos (Enséñanos a orar, pág. 5).

¿Dejo lugar a la ORACIÓN en mi vida? ¿Qué momentos le dedico? En medio de las actividades cotidianas: ¿Me reservo un espacio para el Señor? Aunque no disponga de mucho tiempo: ¿Busco que sean intensos los momentos de encuentro con Jesús? Mi ORACIÓN habitual: ¿Me lleva a un sincero discernimiento en las realidades de mi vida?

2. “Vayamos a PREDICAR...” (Mc 1,38)
El Señor sale a PREDICAR e invita a sus discípulos: “¡Vayamos a PREDICAR!” (Mc 1,28). San Pablo en la segunda lectura repite lo mismo con otras palabras: “Ay de mi si no PREDICARA el Evangelio” (1Co 9,16) y “Se me ha confiado una misión” (1Co 9,17). Queda evidenciada así la imperiosa necesidad de la tarea misionera. La Iglesia es evangelizadora por esencia. Es parte de su identidad más profunda. Esa Iglesia somos todos y cada uno de los bautizados y, como el Papa Francisco nos insiste, debemos salir de nosotros mismos e ir al encuentro de las periferias geográficas y existenciales que necesitan y están esperando, lo sepan o no, que se les anuncie la Palabra de Salvación por medio de la PREDICACIÓN.

Hablando de la PREDICACIÓN y de la misión, nos plantea el Beato Eduardo Pironio: Una evangelización plena supone siempre tres cosas: proclamación auténtica de la totalidad el Evangelio; culminación de la Palabra en la celebración de la Eucaristía; realización de la fe en la práctica de la vida y en la construcción positiva de la historia (“Evangelio y promoción humana” en Escritos pastorales, pág. 231).

¿Soy misionero en mi ambiente? ¿Anuncio la Palabra de Dios? ¿Cómo PREDICO el Evangelio? ¿Lo hago en todos los lugares o me quedo solo en un sector, tal vez en el que me siento más cómodo? ¿Siento como Pablo que anunciar la buena noticia es una necesidad imperiosa? ¿Qué significa para mí hoy “salir a las periferias”? ¿Invito a los demás cristianos para que todos salgamos a PREDICAR?

3. “Se acercó la tomó de la MANO y la hizo levantar...” (Mc 1,31)
Al curar a la suegra de Simón se nos dice que “se acercó, la tomó de la MANO y la hizo levantar” (Mc 1,31). Es un gesto muy cercano y afectivo de Jesús que a la vez es profundamente efectivo, es decir, la mujer es sanada de su enfermedad. Muchas veces estamos enfermos como ella, muchas veces estamos confundidos y deprimidos como Job en la primera lectura que dice “me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor”; “la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud...”; “mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad...” (cf. Job 7,1-4.6-7). Allí irrumpe Jesús con su amor afectivo y efectivo y nos toma de la MANO y nos levanta. El Señor con su MANO hoy nos toma de la MANO para hacernos levantar de esas situaciones que nos pueden tener tirados, sin esperanzas, bajoneados o paralizados. La vida sacramental, la vida de comunidad en la Iglesia es hoy la MANO de Jesús que nos hace levantar para caminar en esperanza teologal.

Nos ilumina al respecto el Beato Eduardo Pironio: Una Iglesia en esperanza es una Iglesia en camino... Una Iglesia en esperanza se hace cotidianamente por la renovada fidelidad de los cristianos... La esperanza cristiana es creación y compromiso... No tengamos miedo. Es una hora difícil y crucificante, pero providencialmente rica y fecunda. Es hora de esperanza: de posibilidades inmensas, de dolor muy hondo y de fecundidad en la cruz (“Primera Carta Pastoral en Mar del Plata”, núm. 15).

¿Descubro que Jesús hoy y siempre “se acerca” a mi vida? ¿De qué situaciones particulares en este tiempo me tendrá que “levantar” el Señor? ¿Dejo que el Maestro con su MANO me “tome de la MANO” y me sane, me conduzca, me guíe...? ¿Encuentro en la Iglesia la MANO de Jesús que siempre me rescata para caminar en esperanza?

Para concluir
Quiero agradecer nuevamente al Consejo Nacional de la ACA y al Instituto Pironio de la Pastoral Juvenil Nacional esta invitación. Y no solo la invitación. También, como pastor de la Iglesia en Argentina les agradezco el compromiso por dar a conocer el testimonio de vida de nuestro querido Beato Eduardo Pironio. Sabiendo que en el corazón de Pironio siempre estuvieron los consagrados y los sacerdotes, también, y de forma eminente los laicos, y especialmente los jóvenes, fueron su preocupación y su corona a lo largo de su vida tanto en La Plata, como en el CELAM, en Mar del Plata y en su servicio a la Iglesia Universal desde la Santa Sede.

Estamos en la Casa de la Madre, en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján. Aquí el Beato Eduardo Francisco Pironio fue ordenado presbítero y obispo, aquí descansa su cuerpo mortal. Desde este lugar de luz pascual, con la protección de la Madre Gaucha para toda la Argentina, comparto para finalizar, la segunda parte de la oración de Pironio a Nuestra Señora de la Misión:

Que toda la Iglesia se renueve en el Espíritu.
Que amemos al Padre y al hermano.
Que seamos pobres y sencillos,
presencia de Jesús y testigos de su Pascua.
Que al entrar en cada casa comuniquemos la paz,
anunciemos el Reino y aliviemos a los que sufren.
Que formemos comunidades orantes, fraternas y misioneras.
Virgen de la Reconciliación: nuestra Iglesia peregrina
quiere proclamar la fe con la alegría de la Pascua
y gritar al mundo la esperanza.
Por eso se hunde en tu silencio, tu comunión y tu servicio.
Ven con nosotros a caminar. Amén. Que así sea.

Mons. Gabriel Mestre, arzobispo de La Plata