Viernes 22 de noviembre de 2024

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125 años de la parroquia San Juan Bautista de Vera

Homilía de monseñor Ángel José Macín, en la celebración eucarística por los 125 años de la paroquia San Juan Bautista (Vera, 3 de diciembre de 2023)

Felicidades a la Comunidad de Vera por estos 125 años de camino como parroquia, como comunidad que expresa la Iglesia y que también está llamada a anunciar el Evangelio.

Quería compartir brevemente dos o tres palabras para ayudar a centrar lo que estamos celebrando y a profundizarlo a medida que pase el tiempo.

En primer lugar, brota, creo que de todos los presentes, un sentimiento de gratitud de diferentes formas, de diferentes maneras, pero todos hoy decimos gracias. Celebrar la Eucaristía es también una expresión máxima, sublime, de esa gratitud.

Algunas de las razones por las que hoy podemos expresar nuestra acción de gracias por la gente que fue pasando por esta comunidad y hoy oficia de fundamento de esta comunidad y de esta Iglesia. Tanto sacerdotes, religiosas, como miles y miles de bautizados, que han ido poco a poco forjando esta comunidad, que hoy es una comunidad viva, sinodal y misionera.

Agradecemos al Señor porque en todo este tiempo nos ha regalado tantos dones, algunos que hemos experimentado: el consuelo,la esperanza… otros quizás ni los vimos, pero la comunidad fue creciendo, fue creciendo, y es un faro que ilumina a toda esta zona, a toda esta región.

Gracias por también permitirnos en esta oportunidad celebrar nuestra condición de Iglesia diocesana. Para la diócesis es una alegría poder consagrar este Templo, porque nos refleja lo que somos y lo que estamos llamados a ser. Gracias a todos los que dieron de su vida, de su tiempo, para que pudiera ser realidad en todos estos años, largos años, esto que hoy vivimos. Gracias a ustedes que hoy están. Sobre todo, gracias al Señor porque como dice el salmo ‘si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles’.

Contemplación
En segundo lugar, les dejo como clave de interpretación para los días que siguen, no solamente para hoy, y para vivir más en profundidad esto que estamos viendo, que estamos escuchando, que estamos compartiendo, la palabra “contemplación”. Tantos ritos, tantas palabras, que no siempre los llegamos a captar, a descubrir en su interconexión en el momento. Por eso se requiere de una actitud contemplativa que la ofrece, que la genera el Espíritu Santo que habita en nosotros por el Bautismo.

Para comprender la hondura en la relación entre el Templo, que es símbolo de la Iglesia, la Eucaristía, que es el Cuerpo sacramental de Cristo, y la Iglesia viva, nosotros, como piedras vivas, que somos el Cuerpo real de Cristo, hay una especie de intercambio permanente, son como tres espejos que se iluminan mutuamente. La construcción de un templo ilumina y dice lo que es una comunidad, pero al mismo tiempo la comunidad vive a partir de cómo se compromete con el templo. El modo como celebramos la Eucaristía, el cariño, el afecto con que celebramos la Eucaristía, refleja el afecto que tenemos por el Señor y refleja el cariño que tenemos por nuestra madre, la Iglesia.

Y así podría seguir, deshilvanando varias relaciones que se establecen entre estos tres polos que son base del misterio de nuestra fe. Hoy todos los signos giran en torno a eso, es decir, la relación que existe entre esa Iglesia peregrina, pueblo de Dios que entre los vaivenes de la historia y las dificultades sigue adelante y mira con esperanza la Jerusalén celestial, aquella Iglesia que Cristo quiere realizar y convocar al final de los tiempos donde Él será todo en todos y donde la luz que nos ilumine será el Cordero, Él mismo como lámpara. Ahí no habrá más noche, no habrá más oscuridad, no habrá ni sol ni luna porque el Cordero nos iluminará. Pero esa es la tensión en la que vivimos: peregrinamos, y mientras peregrinamos miramos con esperanza el futuro pero aceptamos con compromiso la realidad presente.

“Piedras vivas”
Y esto es lo tercero que les quería decir: tal vez alguno pudo pensar, por lo menos yo me lo imaginé, en el decreto decía “luego de suplicar las luces del Espíritu Santo” –y eso no es una mera fórmula: yo como Obispo tengo que ser el primero en invocar al Espíritu para que me ilumine- Y una de las cosas que en el momento de decidir sobre el pedido del padre Carlos sobre esto fue lo siguiente: ¿será conveniente hacer ahora esta dedicación o sería bueno que esperemos a que esté pintado y arreglado en la parte central y posterior? Y me pareció que era el momento oportuno, porque de alguna manera el Templo así, hermoso como lo vemos, resplandeciente, pero al mismo tiempo en construcción nos dice que esa es la Iglesia.

La Iglesia como está Cristo es hermosa, como estamos nosotros es hermosa, pero como somos pecadores también es frágil y débil y hay que día a día seguir construyéndola. Creo yo que es el momento oportuno que se presenta como desafío para la comunidad de Vera y para toda la Iglesia: no dejemos de contemplar y de admirar esta Iglesia definitiva a la cual el Señor nos llama, no perdamos la esperanza y tratemos de contagiarla a nuestros hermanos. Amemos la Iglesia y defendamos también con nuestra vida la Iglesia porque no es fe en Dios separada de la fe en la Iglesia o de la participación en la Iglesia, pero aceptemos con humildad que todavía nos falta mucho por crecer, que también nosotros somos pecadores y necesitamos que Dios siga puliendo, eso que se dice que somos piedras vivas, nos siga puliendo, nos siga dando brillo para que pueda resplandecer la Iglesia en nosotros como esposa adornada con sus joyas, como dice el Apocalipsis.

Llamado de atención
Que esto, esta imagen del Templo de esta forma, a medio camino, a medio hacer, sea un profundo llamado de atención también para ustedes, queridos hermanos y hermanas de la comunidad de Vera y para todos nosotros: Tengan cuidado de no dejar atrás a aquellos que por diferentes razones se fueron alejando de la Iglesia, porque podríamos tener el más bonito y el más hermoso de los templos, de las iglesias. Pero si ese templo no está lleno y no alberga especialmente al tesoro de los pobres, de los sufrientes, de los que se sienten solos, de los ancianos, de los niños, no sería Iglesia.

Recuerden, queridísimos hermanos y hermanas de Vena, a los que se les confía mucho, se les pide mucho más.

Mons. Ángel José Macín, obispo de Reconquista