Jueves 21 de noviembre de 2024

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"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero" (Jn 21,17)

Homilía de monseñor Gabriel Mestre, en el inicio de su ministerio pastoral como arzobispo de La Plata (Catedral de La Plata, 16 de septiembre de 2023)

Is 6,1-2a.3-8;
Sal 137,1-3.6.8bc;
Ef 2,13-18;
Jn 21,15-19

Queridas hermanas y queridos hermanos
Estimadas autoridades de los diversos ámbitos.

En continuidad con una rica historia eclesial, inicio hoy mi servicio pastoral como arzobispo de La Plata. He elegido algunos textos bíblicos para que la Palabra de Dios nos ilumine de modo particular en este día. En el marco del clima de acción de gracias que nos regala el Salmo, comparto con ustedes tres pensamientos sintetizados en tres verbos: AMAR, CONOCER, ENTREGAR.

1. AMAR al Señor
2. CONOCER la Arquidiócesis
3. ENTREGAR mi vida y mi tiempo

1. AMAR al Señor
Hoy comienzo mi servicio como pastor de la Arquidiócesis. A la luz del Evangelio que se ha proclamado, lo primero que quiero confesar con ustedes es mi AMOR por Jesús: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero” (Jn 21,17). Ante ustedes y con Simón hijo de Juan, le vuelvo a decir al Maestro que lo AMO profundamente y que sin este AMOR nada tiene sentido en la vida de la Iglesia. Sin AMOR a Jesús que nos AMÓ primero, la fe deja de ser vital y se vuelve ideología. Por eso, quiero renovar mi AMOR a Dios como el elemento esencial para ser imagen del Buen Pastor para ustedes. El AMOR a Él es la primera y principal condición que Jesús le exige a Pedro para que sea un buen apacentador del rebaño que se le confía. Simón será un buen ministro del Señor si lo AMA entrañablemente.

Por eso, querida comunidad de la Arquidiócesis, al comenzar mi servicio como pastor les pido que oren cada día para que este arzobispo busque siempre por sobre todas las cosas AMAR a Jesús, que pueda responder así al AMOR gratuito que he recibido del Señor. Todo lo demás vendrá por añadidura y se desprenderá de la primacía del AMOR a Dios. Habitualmente a los obispos se nos exigen “muchas cosas” y es lógico por la responsabilidad que asumimos. Exíjanme esas “muchas cosas”, pero por sobre todo, exíjanme que AME al Señor. Que mi vida espiritual y litúrgica esté marcada por el AMOR a Jesús que “me AMÓ y se entregó por mí” (Gal 2,20).

No traigo ningún plan pastoral especial, no tengo ninguna idea original para la evangelización, la catequesis y la caridad. Como pastor, ENAMORADO de Cristo, asumo la rica tradición de vivencia, transmisión y compromiso de la fe de la Iglesia desde el inicio. En este tiempo, la asumo y la asumimos, desde el magisterio que nos regala el querido Papa Francisco actualizado en la Arquidiócesis en las Líneas Pastorales 2018-2023, reafirmadas y bellamente enriquecidas en la Carta Pastoral que Mons. Víctor Manuel Fernández les regaló a finales del año pasado: Año de la santidad para crecer juntos. Allí Tucho, desde la primacía de la gracia, nos invita a contemplar nuestra respuesta de AMOR, partiendo de Dios que nos AMÓ primero y nos rescató, para comunicar esta buena noticia a los demás en la misión. Desde hoy sueño con poder profundizar juntos nuestro AMOR por Jesús, caminando como comunidad arquidiocesana para transmitir la Buena Noticia del Señor a todos nuestros hermanos.

Padre Eterno, ven en nuestra ayuda para que nos dejemos AMAR por Jesús y así, transformados por su AMOR, lo AMEMOS entrañablemente según nuestra común vocación bautismal. Padre Eterno, quiero hoy renovar ante mi nueva Esposa, la Arquidiócesis de La Plata, que AMO a Jesús, por eso digo con Simón: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero” (Jn 21,17).

2. CONOCER la Arquidiócesis
Cuando inicié el servicio episcopal de Mar del Plata hace seis años atrás, tenía la ventaja de ser un hijo directo de esa Iglesia que, como laico primero y sacerdote después, CONOCÍA bastante bien. Ahora, aquí en La Plata, tengo como primer paso el gran desafío de CONOCER en profundidad la Iglesia y la comunidad civil que, en estos cinco partidos de la Provincia de Buenos Aires, debo servir como padre y pastor. Sería injusto decir que no CONOZCO nada. Los ocho años de Seminario aquí en la Arquidiócesis y la vinculación que estas dos Iglesias Hermanas, Mar del Plata y La Plata, siempre han tenido, me permiten afirmar que “algo” CONOZCO. Por otra parte, algunas de las decisiones más importantes de mi vida las he tomado aquí, en La Plata. Como seminarista me ha tocado acompañar experiencias pastorales en las periferias de la Arquidiócesis. Hacia el norte he vivido la experiencia misionera con jóvenes de la parroquia San Francisco de Asís de La Plata en la zona de El Peligro I y El Peligro II en la querida capilla de la Exaltación de la Santa Cruz de Arturo Seguí. En el sur, más de una vez, he vivido campamentos con los Scouts y la ACA de Pompeya de La Plata, en alguna zona de la Reserva de Punta Indio. Recién ingresado al Seminario, en los barrios populares de Los Hornos, acompañamos con otros seminaristas la crisis económica y social del año 1989. También CONOZCO “algo” del ámbito más secular. Más de una vez he ido a tomar mate en la rivera de Punta Lara; a comer pizza o hamburguesas en Camino Belgrano o Camino Centenario; a tomar helado en “el” Diagonal 74. He paseado, más de una vez, por las bellas ramblas, bulevares para el resto del país, que tiene la ciudad. Muchas veces busqué precios y ofertas en Calle 12. Sin ser futbolero, he vibrado algún Domingo por la por la tarde, ante el clásico platense entre triperos y pincharratas. Di mis primeros pasos en el hebreo bíblico en Calle 6 en AMIA La Plata con nuestros hermanos judíos. También estuve el 19 de noviembre en los aniversarios 112 y 113 de La Plata aquí, en Plaza Moreno, cuando se presentaron en sus sendos masivos recitales Virus en el 94’ y Soda Stereo en el 95’. ¡Todavía no estaban terminadas las bellas torres de nuestra Catedral!

A pesar de todo esto, y por el tiempo que ha pasado, hoy se me impone el verbo CONOCER. En clave sinodal, CONOCER implica escuchar y dialogar. Para CONOCER buscaré de corazón escuchar y dialogar con todas y todos. ¡Quiero CONOCER el latido del corazón de la comunidad arquidiocesana en todas sus expresiones! ¡Quiero CONOCER en profundidad las realidades más visibles y quiero también, por sobre todas las cosas, CONOCER lo que por diversos motivos no está visibilizado! Por eso, pido la fuerza del Espíritu Santo para ser un pastor que busque escuchar y dialogar para así CONOCER al Pueblo que el Señor me pide apacentar. Desde hoy, sueño con poder CONOCERNOS cada día más, para ser una iglesia arquidiocesana capaz de escuchar, dialogar y discernir para que, con la asistencia del Espíritu, comuniquemos a todas las personas la alegría del Evangelio.

Espíritu Santo ven en nuestra ayuda para que, en la Arquidiócesis, en clima sinodal, podamos escucharnos y dialogar para crecer en santidad y servicio misionero. Espíritu Santo dame la fuerza para que, como nuevo pastor, busque CONOCER a mi querido pueblo platense escuchando y dialogando con todas las personas y grupos. Quiero CONOCERLOS para ser un pastor cercano y por eso, con el profeta te digo: “¡Aquí estoy: envíame!” (Is 6,8).

3. ENTREGAR mi vida y mi tiempo
En mi humana debilidad quiero, por sobre todas las cosas, ENTREGARLES mi vida como siervo de Dios. Como escuchábamos en la primera lectura, me identifico con esta porción del Libro de Isaías donde el profeta se descubre como “un hombre de labios impuros que habita en un pueblo de labios impuros” (Is 6,5). En mi vulnerabilidad, me descubro con el profeta enviado por Dios para ENTREGARLES mi vida. Desde el momento de mi ordenación sacerdotal, con la gracia de Cristo, busqué siempre vivir esta ENTREGA total, sin recortes, sin medias tintas, sin reservas. Mi vida es de Dios para ustedes querida comunidad arquidiocesana. Hoy vuelvo a elegir ENTREGAR mi vida a cada persona, grupo y comunidad que reclame la presencia del pastor. Querida Iglesia de La Plata: Desde Dios, a partir de hoy, mi vida les pertenece, es de ustedes.

Quiero ENTREGAR mi vida buscando hacer presente el lema episcopal que el Señor me inspiró y que hoy compartimos en la segunda lectura: “Cristo es nuestra paz” (Ef 2,14). ENTREGO mi vida para que la paz de Cristo pueda reinar en la vida de todas las personas. ENTREGO mi vida para ser instrumento y artesano de la paz en la Arquidiócesis. La ENTREGA de la vida se hace palpable y real en la ENTREGA del tiempo. ENTREGAMOS la vida en la medida que nuestros tiempos y nuestras agendas están en función de aquello que Dios nos pide en el trajinar de la historia cotidiana.

Mi tiempo está al servicio de ustedes queridos presbíteros, diáconos y seminaristas de la Arquidiócesis, para que siempre podamos compartir la alegría de ser ministros de Dios al servicio de nuestro Pueblo. ENTREGO mi vida al Señor para acompañar a las consagradas y los consagrados con sus obras evangelizadoras. Mi agenda está disponible para las personas laicas de cada comunidad, parroquia, escuela, movimientos o instituciones. Mi tiempo es el tiempo de todas y todos, especialmente de los jóvenes y los más pobres, los descartados y marginados. ENTREGO mi vida para animar en la unidad a los diversos carismas y servicios de la Iglesia arquidiocesana. Con gusto caminaré con las demás confesiones cristianas, judíos y otras religiones para defender la vida y cuidar la Casa Común. ENTREGO mi vida al Señor buscando con todos los sectores políticos una Patria más justa y más fraterna en el camino del bien común y la justicia social. Superando toda grieta, quiero animar a transitar los caminos de la cultura del encuentro y la amistad social que nos pide el Papa Francisco. Entrego mi vida para trabajar por la dignidad de las personas en el trabajo, la educación, el desarrollo y la promoción humana integral. Hoy, 16 de septiembre, al conmemorarse nuevo aniversario de la dolorosa Noche de los lápices, asumo el compromiso como pastor, de colaborar siempre para fortalecer la democracia y cultivar la memoria activa que nos haga rechazar cualquier tipo de dictadura que no respete los derechos humanos fundamentales.

Sueño con ENTREGAR mi vida a cada uno, sin reservas ni limitaciones, para aprender cada día a discernir lo necesario para la Arquidiócesis y con la ayuda del Espíritu Santo seguir al Maestro en caminos de santidad. En definitiva, queridas hermanas y queridos hermanos, pidan a Dios y exíjanme que ENTREGUE mi vida poniendo en el centro mi lema episcopal para que Cristo sea verdaderamente mi paz y así pueda compartirla en mi pastoreo cotidiano.

Jesucristo, Señor de la historia, ven en nuestra ayuda para que podamos vivir de tu presencia que es paz en nuestra existencia. Señor, dame la gracia de ENTREGAR generosamente mi vida y mi tiempo a esta querida comunidad arquidiocesana de La Plata que desde hoy es plenamente mi familia.

Para concluir
Quiero agradecer a todas las personas y comunidades de la Arquidiócesis que han hecho el esfuerzo por venir a celebrar esta nueva etapa que juntos comenzamos. También agradezco a Mons. Alberto Bochatey, como Administrador Apostólico, a los obispos auxiliares Jorge González y Federico Wechsung, y a todos los equipos de trabajo que prepararon a nuestra Iglesia Particular para la toma de posesión del nuevo pastor y organizaron la celebración de hoy: ¡Muchas gracias de corazón!

Les agradezco también a los que han venido de más lejos. Particularmente a mi familia, mis amigos y a las personas de varias comunidades de la Diócesis de Mar del Plata. Mar del Plata es y será siempre mi diócesis materna: como laico, presbítero y obispo. La diócesis materna es como la madre, aunque no esté presente físicamente siempre se la ama y nunca se la puede olvidar: ¡Muchas gracias por acompañarme hoy en el inicio de este nuevo servicio que el Señor me encomienda!

A la intercesión de la Inmaculada, a la Purísima, y a San Ponciano les encomiendo mi ministerio episcopal como pastor de la Arquidiócesis de La Plata para que pueda ser para todas las personas padre, hermano y amigo. Termino con palabras del Papa San Juan Pablo II, el 3 de octubre de 2004, en la ceremonia de Beatificación de Sor Ludovica. Refiriéndose a las virtudes de nuestra beata dijo: …destacan [en ella] un corazón de madre, sus cualidades de líder y la audacia propia de los santos. Por intercesión de Sor Ludovica pido al Señor ser un pastor con corazón de madre, líder y audaz para una Iglesia Particular de La Plata que tenga un corazón de madre, sea líder en la transmisión del Evangelio y viva la audacia propia de los santos.

Mons. Gabriel Mestre, arzobispo de La Plata