Jueves 2 de mayo de 2024

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Disertación en la UCA

Disertación de monseñor. Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, en el panel "El Narcotráfico y su incidencia en nuestra sociedad" en la Facultad de Derecho de la UCA (5 de septiembre de 2023)

Buenos días a todos.

Hay una frase del poeta chileno Pablo Neruda que escribe en lo que se llama El libro de las preguntas y comienza diciendo: “no podrán comprender mis versos quienes no tocaron mi sangre”. Y, por eso, a la hora de pensar la problemática del narcotráfico, la problemática de la droga, yo no puedo dejar de ponerle rostros concretos, por lo menos es lo que tiene que ver desde mi experiencia.

Ahí dicen que soy abogado, es verdad. Licenciado en historia, es verdad. Licenciado en derecho canónico, que estudié en esta casa, también es verdad. Pero por, sobre todo, mi gran cuerpo docente a lo largo de los años han sido los más pobres que me permitieron, en mis 20 años de sacerdote yo decía que era el párroco más feliz del mundo y me llegó el nombramiento de obispo, pero que como párroco y como sacerdote en los barrios uno pueda caminar el barrio. Y así como Pablo Neruda dice esto de podrán comprender mis versos quienes tocaron mi sangre, el Papa Francisco tiene una expresión que a mí personalmente también me gusta mucho que dice: “Con los pies en el barro y las manos en la sangre del hermano herido. Con los pies en el barro y las manos en la sangre del hermano herido, en mi experiencia los más pobres no son una cifra (42 por ciento) de pobreza, sino que tienen que ver con, cómo les dije, rostros concretos y por eso quería compartir la reflexión desde allí.

El Chú tenía 17 años. Vivía en el barrio San Pablo, en Tigre. Tigre lo conocemos, en general, por las lanchas; lo conocemos por el paseo turístico, pero Tigre también tiene zonas muy comprometidas con lo que es el narcotráfico. El barrio San Pablo está en el límite entre Malvinas Argentinas y Tigre, con lo cual, es una zona de un circuito importante como sabemos que se da en las zonas limítrofes entre los partidos o localidades. El Chú consumía muchísimo y había intentado, más de una vez, quitarse la vida. Alguna vez se había querido ahorcar y justo lo encontró su madre y en otra ocasión se había peleado con la novia y entonces El Chú, con un arma, terminó disparándose en la boca. Todos creímos que El Chú se había muerto. El Chú estaba internado en el hospital de Pacheco. Yo lo fui a ver, recé ahí por él, pero dábamos por supuesto que seguramente había ya prácticamente perdido la vida.

Esas cosas increíbles. El Chú perdió un ojo, pero se empezó a recuperar. Quedó con una movilidad reducida y, durante mucho tiempo, él me había dicho: “¿Viste? No sirvo para nada. Ni siquiera me sale bien matarme”. Después de este último intento, me acuerdo que, cuando se recuperó un poco, sonriendo ya sin un ojo, pero me dijo: “¿Viste? Entendí que no sirvo para matarme, pero aprendí a resucitar”. Y, con ese ejemplo, del Chú me acordé de una frase de un teólogo que dice: “somos caballeros derrotados de una causa invencible”.

Creo que el tema del narcotráfico nos viene ganando hace mucho. Nos viene ganando en todos los ámbitos, pero lo que tengo claro, y tomo en esto el ejemplo del Chú, es que tenemos que aprender a resucitar más allá de las dificultades. Más allá de que, en términos de logros, los logros son muy poquitos. Creo que tenemos que sostener que esta lucha es invencible, que la causa de un mundo mejor en el que nuestros jóvenes, nuestros adolescentes, no tengan hipotecado el futuro es una causa invencible, aunque reconozcamos que somos caballeros derrotados.

En general, cuando hacemos exposiciones de este tipo o de otro, nos gusta hablar de nuestros logros. Yo prefiero hablar de los fracasos, porque los logros son demasiado poquitos y quizá esta charla no duraría más de tres minutos, aunque tengo 20 años trabajando en villa y 20 años trabajando en casos.

Otro caso que para mí fue importante pensar fue el de Carola. Carola tenía 16 años, consumía cocaína. Le pegaba muy mal, porque la sustancia que en general se consume en los barrios es de muy baja calidad. Y Carola estando consumida tenía como un Síndrome de Persecución y me aparecía en mi casa, yo vivía dentro del barrio, en este caso era La Cava, me aparecía en mi casa y yo la hacía pasar. Tratábamos de que baje un poquito el consumo dándole un chocolate o incluso si había cerveza, le daba que tomara cerveza para que tratara de serenarse en el Síndrome de Persecución que tenía. Y un día le dije, Carola en general lo que hacía era robar en la calle, robaba. Le digo: “Carola así no podés seguir. ¿Cómo te ves el año que viene?”. Y levantando los hombros me dijo:” muerta”. Y allí ya no pensé solamente en los robos de Carola, sino que ahí pensé en la manga de delincuentes que, a Carola, y a un montón de jóvenes, les habían robado las ganas de vivir. Porque que un pibe de 16 años diga que tiene pensado en su proyecto morir, evidentemente hay otros delincuentes de guante blanco que son los que muchas veces definen nuestras políticas, que en definitiva son los que hacen que jóvenes de 16 años fantaseen con la muerte.

Creo que en el centro de la lucha de las adicciones no tenemos que poner a la sustancia. Quizás estoy diciendo algo que todos conocemos. Creo que tenemos que poner a la persona, por eso yo cuento el caso de Chú, por eso cuento el caso de Carola. Por eso me gusta hablar desde rostros concretos, porque en el centro tenemos que poner a la persona. Y si bien entendemos que en esto no deja de haber un negocio, oferta y demanda, creo que fuertemente por lo menos dentro de la cantidad de actores que estamos involucrados con esta problemática tenemos que animarnos a trabajar, en el caso nuestro, con la demanda. ¿Qué pasa que hay tanta demanda? Evidentemente, tiene que ver con lo que escuchábamos recién, también. Con los índices de pobreza. Tiene que ver con la angustia existencial. Tiene que ver con esto que les decía recién, estos jóvenes y adolescentes con el futuro hipotecado.

Fui Obispo de Río Gallegos, provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, y allí tenemos, y lo digo con tristeza, la “capital nacional del suicidio”. Así fue nombrada la ciudad de Las Heras. Ciudad en la que, por lo que significa el petróleo, hay mucha plata. Ciudad en la que hay un gran casino, en la que hay prostitución, en la que hay trata, pero, por sobre todas las cosas, hay suicidios. Y ¿saben?, es simbólico, hay un edificio a medio terminar. Es uno de los pocos edificios que tiene más de 4 o 5 pisos en la ciudad. Los pibes se suben a ese edificio y allí se tiran o allí se ahorcan. Yo pienso que el edificio representa nuestra Argentina, que está siempre a medio terminar. Y los pibes de Las Heras representan a todos los jóvenes de nuestra Argentina, también.

Cuando hablo de la necesidad entonces de trabajar en la demanda, creo que claramente tenemos que trabajar en la educación. Y en la educación que no es aportar solamente contenidos, y esto ya lo sabemos, si no ir a la raíz latina más pura del educere, de sacar de adentro. Y en la experiencia, también, personal que he tenido dentro de cada uno de nuestros jóvenes y adolescentes, de todos, hay un héroe dormido. Y lo que tenemos que tratar de lograr es que despierte para que puedan ser protagonistas de su vida.

Por eso creo que hay que apostar a la educación y allí una alerta que podemos tomar entre todos: ¿qué pasa con la ley 26.586? Ley de Programa Nacional de Educación y Prevención de las Adicciones y el Consumo. Una ley que fue en su momento debatida, que fue promulgada, pero nunca fue implementada; y no hay una articulación de los distintos ministerios de educación de las provincias para que así sea. Por eso planteó que la educación y la prevención es la columna vertebral en la lucha contra el narcotráfico. Seguramente quienes estén en el ámbito de la seguridad, en la justicia, apuntarán sobre la oferta, pero permítanme a mí, siendo pastor, trabajar sobre la demanda.

Entiendo que todo esto tiene que ver, también, con una problemática que nos excede a lo que es específicamente el narcotráfico y el consumo, creo que tiene que ver, como dijimos, con los altos índices de pobreza. Pero, por eso, creo que es necesario el convocarnos y el trabajar de manera articulada.

Quisiera en esto referirme a un texto del Santo Padre, del 1º de diciembre del 2018, allí Francisco decía: “Es deber y tarea de los gobiernos abordar con valentía esta lucha contra los traficantes de la muerte. Sí, traficantes de la muerte. No debemos tener miedo de calificarlos así”. Y más adelante: “la Iglesia, junto con las instituciones civiles, nacionales e internacionales, y los diversos órganos educativos, debe estar comprometida activamente en todos los lugares del mundo para contrarrestar la difusión de las adicciones; movilizando sus energías en la prevención, la cura, la rehabilitación y los proyectos de reintegración, que devuelvan la dignidad a quienes han sido privados de ellas. Para vencer las adicciones, dice Francisco, es necesario un esfuerzo sinérgico que involucra los diferentes grupos y organismos presentes en el territorio, en la activación de programas sociales que promuevan salud, ayuda familiar y sobre todo educación”.

Los transas, los narcos, los he visto en estos días, no voy a dar detalles, en los barrios que estoy recorriendo en la Ciudad de Buenos Aires, a las 4 de la tarde, con absoluta impunidad fraccionan la sustancia que venden. Yo creo que nosotros tenemos que cortar, no solamente con el fraccionamiento de la sustancia, tenemos que cortar con el fraccionamiento de la sociedad. Tenemos que empezar a entender que tenemos que trabajar juntos.

Este esfuerzo sinérgico creo que es obligatorio. No nos podemos dar el lujo. Miren, yo conozco cómo se trabajaba en el barrio. Los transas se juntan para dividirse el barrio y para establecer el precio de lo que venden. Si los malos se juntan para hacer lo que hacen, será hora de que los buenos también se junten para hacer el bien. Y estoy convencido que somos un montón, muchos más que ellos, pero ellos han aprovechado la dinámica de que juntos son invencibles. Nosotros todavía seguimos discutiendo. Nos cuesta hasta sentarnos con otro, a ver si es de otro partido, a ver de qué ideología, a ver en lo que cree, así nos va.

Desde la Iglesia entendemos, en algún momento yo reflexioné y pensé alertando que el futuro de nuestros jóvenes más pobres de los barrios comenzaba con la letra C: Calle, Cárcel o Cementerio. Los curas de las villas de Buenos Aires, en ese momento. Hoy, hermanos sacerdotes que trabajamos en conjunto, me dijeron: “queremos tener una propuesta superadora a las 3 C que nos plantea Jorge. Entonces, frente a la cárcel, calle o cementerio, plantearon Capilla, Club y Colegio”. Ese es nuestro horizonte: Capilla, Club o Colegio, entendiendo que la cuestión del narcotráfico es un eslabón más en una cadena de conflictos.

Tiene que ver con conflictos familiares, tiene que ver con conflictos en las instituciones educativas, también en las instituciones religiosas, donde cuántas veces hemos definido a nuestros chicos como “chico problema”. Es un problema. El problema parece que define a la persona y nos hemos tornado instituciones expulsivas. Del otro lado, los narcos los están esperando para abrazarlos y joderles la vida para siempre.

Una cosita más. Creo, en esto personalmente, que en la necesidad del trabajo articulado necesitamos un Estado presente. Y de esto nos han hablado a lo largo de estos últimos 15 años: Estado presente. Yo propongo Estado inteligente, porque estado presente puede ser también el que viene con las respuestas y viene de afuera con sus recetas.

Lo que necesitamos es un Estado inteligente. Un Estado que articule, un Estado que escuche porque también, como he dicho en mi propia experiencia, los pobres han sido mis maestros. Entiendo que también desde las realidades de mayor dolor pueden ser ellos los protagonistas que a ese Estado, con humildad que se acerca, le enseñen a ser un Estado inteligente y no sólo Estado presente. Ha habido Estado inteligente en muchos barrios, pero la cuestión del narcotráfico no se solucionó.

Termino insistiéndoles una vez más. Los invito a que podamos generar un trabajo en conjunto. Que podamos, definitivamente, cortar con ese fraccionamiento de nuestra sociedad. Así como los transa fraccionan sustancia, nosotros no nos hemos ocupado de hacer lo que deberíamos hacer, cada uno aporte lo mejor. Y que, desde nuestros fracasos, porque les aseguro que en esta tengo muchos fracasos, tratar de pensar algo superador.

El Chú me enseñó. Hay muchos intentos de que se termine la vida, como los intentos de suicidio que él tuvo, pero él aprendió a resucitar. Ojalá que nosotros también lo logremos como sociedad.

Muchas gracias

Mons. Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires